He echado de menos las clásicas felicitaciones navideñas, esas que traía el cartero escritas a mano y que te hacían darte cuenta de que ya era Navidad y algunos amigos te demostraban que, aunque lejos, seguían estando ahí.

Lo mismo me ha pasado con los anuncios televisivos que anuncian la gran venida de un tiempo dedicada a la familia. Ya no están los que vuelven por Navidad, ni las muñecas que se dirigen al portal ni los geyperman, ni los trenes eléctricos, todos con la música alegre de los clásicos villancicos. Este año todo han sido ´guasaps´ con vídeos, verdaderas obras de arte cinéfilo o informático, pero nada de llamadas. Y digo yo, ¿qué clase de Navidad es la que no lleva postales navideñas con cartero y sello incluidos? Es más, ni tan siquiera escuchar la voz cálida de quien nos felicita y transmite sus buenos deseos hacia nosotros.

No, no me gusta la Navidad así, tan fría que no se diferencia de un fin de semana normal con espectáculo incluido de cena familiar. Pero es que incluso las cartas de los Reyes son diferentes. De ellas se desprende que les hacen más ilusión a los papás que a los hijos. Todo va cambiando, como notrosos en su día, como nuestros hijos ahora. No sé si es la situación económica actual, aunque antaño tampoco teníamos mucho; no sé si la política influye, pero entonces teníamos dictadura que era peor; quizás el modelo educativo era malo, pero entonces se castigaba y pegaba con mano larga. Así que no sé, me quedo con la frase de una indigente que en la Nochebuena del Señor buscaba algo de comida en el contenedor de la basura sin encontrar nada especial: "No se nota que era Navidad".

Y es que por mucho que nos empeñemos, la Navidad también ha cambiado. Y si no que nos expliquen por qué ya no estan el buey y la burra en el Belén de Jesús; por qué los Reyes magos no era ni Reyes ni magos; por qué la burrilla de María era más mula que burra; por qué fueron a censarse sin haber censo..., vamos como por aquí, que tenemos tres presidentes más el oficial, que se queda sin coches oficiales cambiándolos por el bus. El portal lo cambian por un aeropuerto, el incienso y la mirra por los difuntos electorales, el oro se lo han llevado y al final lo único que no cambia es la juerga y alegría, pues todos ganan, perdón todos tienen algo que celebrar, Eso sí, unos con champán y otros como la mujer del cubo de basura. Este año la Navidad no es igual, o así lo parece. ¿Que no? Pues feliz año, afortunados.