En el Cuartel de Artillería, en la Biblioteca Río Segura, ha cantado José María Galiana una nana de Vicente Medina: «A la ru ru mi nene€que viene el coco€»; el miedo ya está aquí entre nosotros, entre los desprotegidos, en los no avalados por nadie.

El artista fue el primero en cantar a Miguel Hernández, Las desiertas abarcas, lo que inspiró a Serrat para sus sucesivos homenajes. Galiana canta Cansera, los versos de Medina y estremece. Guardo el original manuscrito del escritor que me regalara Rafael García Velasco, hombre bueno y sabio. El artista resucitó a poetas con su voz y su música; ay Julián Andúgar, ay Eliodoro Puche! Ay Antonio Oliver, ay Salvador Jiménez. Y tantos y tantas. Versos y versos. Murcia no le va a pagar nunca lo que él ha hecho por Murcia y su literatura. La deuda no prescribirá nunca. En el Romea se anuncian los incansables Navarro, herederos de los Pineda cuando de Zorrilla y Don Juan Tenorio se trata. Cuatro funciones en una nueva singladura dirigida por Julio, hijo. Ellos han convertido una tradición española en una raíz murciana y eso no se consigue con indolencia; contagian entusiasmo por el teatro al poco que se les roce el hermoso vestuario de Cornejo para la escenografía histórica de los primeros Tenorios de don Cecilio y Juan Pedro.

Leo que Paco Salinas cumple 60 tacos y fue ayer cuando su padre llevó a la tertulia del Santos su primera foto publicada en El País; hace más de cuarenta años, en realidad. De todo lo bueno hace mucho tiempo. En la Filmoteca Francisco Rabal pronto se va a anunciar un homenaje al cineista (que no cineasta) amateur murciano Julián Oñate, autor de la primera película amateur, Canuto, ladrón astuto, realizada en 1952, un año antes de Una aventura vulgar, de Crespo y Medina. Muy merecido recuerdo a un artesano del celuloide de autor y de paso estrecho. Estrecho manos temblorosas y a doy abrazos de corazón, como el que nos dimos José Mariano González Vidal y yo ante los pequeños cuadros „deliciosos„ de Avellaneda. Dice Juan Ballester que echa de menos Zero; que necesita ver buena pintura; que Dios se lo pague.