Tengo juicio en la Audiencia. La citación es para las nueve y media, de modo que a lasnueve estoy como un clavo por ese tormento previsor de herencia paterna. Cuando ya debía haber declarado llegan señales de que es que sus eñoría tenía cita previa en el médico, ha ido y, por supuesto, nadie ha avisado a los comparecientes. Por la experiencia acumulada en equis procesos, en el juzgado he recibido siempre efluvios no ya de no ser uno más, sino de ser uno menos. Ese mismo día, a una persona del oficio periodístico, ene ste caso le coincidieron dos citas: un juicio y una colonoscopia. Aunque no parece fácil inclinarse, creo que se habría decantado por la segunda. Pero quien manda, manda, con lo que a saber cuándo volverán a llamarla para la prueba trasera. La mía tampoco está resultando manca. Y, como la mayoría de los mortales estamos tan relajados antes de entrar a la sala, me debato entre la necesidad de acudir al servicio y la intranquilidad de no estar cuando llamen.

A las once se anuncia l buena nueva: el enjuiciador ha llegado pero, puesto que el secretario ha ido a almorzar, elmagistrado también. Después de dos horas largas empiezo a notar síntomas de que las lumbares no andan muy contentas. A las doce me hacen pasar. Entro, doy los buenos días, me pongo como me dicen, respondo a lo que me preguntan, a su señoría le da tiempo a dejar constancia de que muy bien no es que le caiga el medio al que represento y aún estoy esperando una disculpa por la demora como cualquier hijo de vecino.

Es probable que lo que planteo no lo conozca en vida. Teniendo en cuenta que en países, donde el sistema judicial rebosa pedigrí, se mueven por otros registros, ¿seguro que los codos de opositor representan la mejor vía para tocar todas las teclas del mundanal ruido y administrar como Dio smanda unpoder tan morrocotudo? Es verdad que la cuestión no da para irse a Estrasburgo pero, más lejos, entran ganas.