Crece el número de los que ven internet como un inmenso prado donde rige el espíritu de la manada y cada navegante tiende a hacer pandilla cibernética con los que más se parezcan a él. El economista Matthew Jackson, un suponer, define esta tendencia gregaria „muy peligrosa, en su opinión„ con el equívoco nombre de ´homofilia´; pero tampoco hay que exagerar.

Al margen de los estragos que está causando en la industria tradicional sin crear suficiente empleo a cambio, la Red es tan solo „y nada menos que„ una magnífica herramienta. Con o sin ella, el número de bobos se mantiene perfectamente estable y aun pudiera ocurrir que creciese. En Youtube, pongamos por caso, las gloriosas entrevistas a Salvador Dalí apenas han sido vistas por mil y pico de despistados; en tanto que los videoclips de David Bisbal llegan a sumar varios millones de espectadores.

De internet puede decirse lo mismo que de la tele. Sus posibilidades son inmensas, pero acaso no tanto los resultados. Como cualquier otro medio de masas, y la Red los reúne a todos, tiende a multiplicar cualquier cosa sin exclusión de la necedad, que siempre ha sido mercancía abundante en el mundo. Ya el escritor argentino Hernán Casciari descubrió en su momento que uno de los grandes méritos de la Red es el de haber propiciado que los antiguos tontos ambulantes se queden en casa, conversando entre ellos por medio de la tecla.

Otros teóricos tienden, sin embargo, a sobrevalorar su influencia. El antes mentado Jackson, por ejemplo, cree que los individuos permanentemente conectados a las redes sociales acaban por contraer la homofilia, esto es: el «amor exclusivo hacia los que son como tú». El narciso que todos llevamos dentro nos impulsaría a tratar tan solo con aquellos que nos den la razón: una tendencia que, en opinión del erudito, está favoreciendo la compartimentación de las sociedades en manadas afines.

Curiosamente, Jackson opina que, lejos de haberse ´democratizado´ gracias a la universal facilidad de acceso a la Red, el flujo de información sigue corriendo de arriba abajo, mediante algo tan viejo y tan nuevo a la vez como los líderes de opinión.

Quizá eso explique el liderazgo que, a pesar de su decadencia financiera, siguen ejerciendo los medios tradicionales en Internet. El grueso de las noticias que por ahí circulan y configuran la opinión procede de los periódicos de toda la vida. La llamada comunidad virtual se limita a reproducirlas y, a lo sumo, hacer comentarios de texto con ellas. Que lo haga o no con el debido respeto a la ortografía y sin conspirar contra la sintaxis ya es cuestión accesoria que acaso pudiera servir para otro debate.

Quiere en todo caso la paradoja que la Red del gratis total esté matando lentamente a los medios impresos de los que a la vez se surte. Es el fin del ´paréntesis Gutenberg´ que, en opinión de Thomas Pettitt, nos ha devuelto al período de comunicación verbal anterior a la invención de la imprenta.

Poco puede hacerse, en apariencia, contra esa regresión y el paralelo nacimiento de las ´manadas´ a las que aludía Jackson. Tal vez por eso conforte saber que al menos una periodista, Katharine Viner, haya descubierto que el secreto de la supervivencia de los medios reside precisamente en salirse de la manada para ofrecer algo distinto al lector. Ardua tarea en tiempos ganaderos como los actuales.