Dicen que los ciclos se repiten cada puñado de años, como la economía, la moda, ciertas costumbres, situaciones semejantes y€, por qué no, también en la política.

En estos momentos se está produciendo un cambio de ciclo y vuelta a una situación ya vivida por el país y por estos parajes del Señor.

Por el año de gracia de 1992 había un PSOE en descomposición y desbandada, apático e indiferente, derrotado y entregado a una situación irremediable: el cambio. El PP se fortalecía, no paraba de crear comisiones y libros blancos, con una frenética actividad de gobierno alternativo. Su líder, Valcárcel, se movía por todos los rincones de la geografía regional, entraba a todos los trapos y actos en los que se le invitaba. Incansable e infatigable, defendía todo y atacaba al socialismo cual la espada de Santiago cerrando España, en este caso, Murcia. Fue el azote de todo lo que no estaba a su lado, sacó tiempo para reunirse con todos los murcianos por doquier y de su boca salió aquello del «agua para todos» en unos momentos en los que agonizábamos de sed, esperanzas e ilusiones.

El PSOE no podía ni pudo con aquel huracán bi-popular, y digo ´bi´ porque por un lado era un vendaval popular de corriente derechista y por otro era el hasta los güevos popular de un pueblo que ya no aguantaba más un proyecto agotado lleno de incompetencias y despropósitos socialistas, tanto nacionales como regionales, entregándole todas sus ilusiones de cambio al joven político, de magnífico discurso y mejores intenciones, Ramón Luis Valcárcel.

Ahora el ciclo se repite, pero cambiando las siglas.

El Partido Popular va sin rumbo, no sabe qué hacer, sus errores, cual carcoma, se lo están comiendo por los tobillos, el cáncer de la ceguera lo tiene expandido por todo el partido. El descontento está dentro y fuera de sus corrientes políticas, y hasta sus mas acérrimos seguidores ya dicen, sin esconderse, «a estos yo no les vuelvo a votar». Unas veces motivado por la política nacional, otras por la regional y otras por la local, pero en definitiva, ese «a estos yo no les vuelvo a votar» ya es todo un clamor por el país y la región.

Lo triste no es que los populares se vayan derrotados, lo triste es que no hay un partido que ilusione a los votantes del medio, esos que con su centrismo dan y quitan sillones y coches oficiales. Con la salida de Valcárcel no le pidamos inteligencia al árbol de la mediocridad ni valor al foso de los cobardes ni prudencia a quien utiliza el perfume de la cobardía, porque no siendo ya nada igual, te harán errar.

El PSOE tiene ahora la oportunidad de erigirse en el partido de la ilusión, el del cambio, el de la recuperación de la esperanza, el de la moderación, el de la salvación y el de€ todas esas cosas que se esperan de nuestros gobernantes, una vez que se ha perdido la fe en los que están, como en los años noventa.

El PSOE tiene que transmitir a los ciudadanos de a pie, a los funcionarios y a los empresarios que no es un partido de obreros sino de todos los sectores y tejidos sociales. Tiene que hacerle sentir a los empresarios que también gobernará para ellos, no contra ellos, reconociéndoles su sitio vital en la economía y desarrollo de los pueblos, ofreciéndoles todo su apoyo.

El PSOE lleva demasiados años vinculado a la imagen de ser el partido de los trabajadores en unión indisoluble con los sindicatos, lo que le acarrea desconfianzas masivas en el sector mayoritario de votantes. Hay quienes piensan que si volviese en los momentos actuales terminaría de hundir la economía con sus políticas sociales y laborales, con actuaciones contra las empresas productoras de este país, por lo que tiene que transmitir confianza.

El PSOE tiene que erradicar esa equívoca imagen, errónea e inútil en estos tiempos en los que hay que emplear el bisturí económico del ahorro en perfecta combinación con la mano que lo usa para conseguir la productividad y el desarrollo que se precisa.

La economía no entiende de ideologías, si en los bolsillos, rojos o azules, de izquierdas o de derechas, no hay ni una peseta, difícilmente se podrá consumir, y sin consumo no hay industria que dure dos días ni empleos que crear.

El PSOE debería aprovechar el momento actual y a sus líderes actuales. Lo peor que puede hacer es liarse ahora en unas ridículas luchas internas para buscar líderes desconocidos, que cual melones, hasta abiertos no se sabrá si valen o no, arriesgándose a vagar otros cuatro años por el desierto de la inútil e inservible oposición. Es el momento de apoyar a Rafael González Tovar con un férreo cierre de filas y no empezar esas luchas intestinas que tan solo servirán para potenciar al PP. Rafael es un buen líder, honesto e intachable, algo serio, pero eso tiene arreglo, con ganas de luchar y con mucho camino ya andado. Se ha ganado con sudor que se le conozca, se le respete y se le estime por toda la región y eso deberían aprovecharlo. Con un poco de retoque aquí, un poco allá, rodeándose de algún que otro compañero de viaje que sea independiente, es decir, que no sea socialista, para atraer a los votantes de centro moderados y sin inclinaciones, y ante el patio que tienen los populares y su desconcierto, las posibilidades de contar con la confianza de la mayoría de los murcianos son muy amplias.

No más nombres en las cabeceras, no es el momento de vender a Retegui, ni Castejón, ni otr@s. Es el momento de un solo nombre que despierte las ilusiones, erradicando las desesperanzas. No más protagonismos, un líder, solo uno, una referencia regional, «Votar a Tovar»; lo demás es jugar a perder.