Ni tan siquiera hace falta viajar para confirmar que, efectivamente, este mundo es un lugar plagado de rincones infrahumanos. La guerra, el hambre y la enfermedad son fenómenos recurrentes que están a la vista de todos a poco que cualquiera medianamente se informe de qué pasa más allá de su propio entorno. Si además lo has visto, si has conocido barrios pobres de ciudades pobres de continentes pobres, si has estado en orfanatos del tercer mundo o en aldeas lejanas del África negra, entonces la impresión de que este mundo es poco más que una porquería se convierte en una constatación muy sencilla.

¿Cuánta infancia hambrienta, cuánto lugar tétrico, cuánto sufrimiento? ¿Cuánto balazo, cuánta ablación, cuánto rostro femenino desfigurado por el ácido? ¿Cuánta diarrea mortal perfectamente evitable? ¿Cuántas personas sin acceso a medicinas? ¿Cuánta miseria, cuánta mina antipersonas, cuántos desplazados, cuánta guerra?

La geografía del horror planetario es como para desanimar a cualquiera, pero no podemos permitírnoslo. La clave, desde luego, no está en la acción humanitaria, sino en la política, en la justicia global y en la decencia de los Gobiernos y los sistemas económicos. Sin embargo, a falta -mucha falta- de que esos factores cambien lo suficiente como para que cambie en paralelo la miseria en el mundo, la conciencia individual y la acción humanitaria capitaneada por la sociedad civil pueden ser tanto un potente paliativo con resultados inmediatos, como una llamada de atención global que alguna vez quizás consiga que los que tienen los recursos y las posibilidades de actuar realmente lo hagan.

Médicos sin Fronteras, MSF, es una de las organizaciones más confiables, serias, potentes y admirables en el imprescindible ámbito de trabajo de la acción humanitaria. Desde hace años recibo sus boletines y su información y compruebo la calidad del trabajo de MSF, la complejidad y el carácter clave de los temas que eligen para su tarea, la seriedad de sus planteamientos y la extrema fragilidad de los lugares donde están presentes. Admirable.

En estos días MSF está mostrando en Murcia su trabajo con charlas y actividades. Un excelente despliegue de temas, sedes, exposiciones y diálogos que traen a Murcia la potencia del trabajo hecho y, sobre todo, el enorme reto del trabajo por realizar. Algo para no perderse. Sobre las actividades de Murcia sin Fronteras, que es como MSF ha llamado a su campaña, se podrían decir mil cosas, pero esta columna es corta y mejor será resumirlo. ¿Cómo? Pues quizás mirando la parte de atrás del folleto en el que MSF convoca sus actividades, en las que un plano callejero de Murcia indica las doce sedes donde se realizan los actos. El plano está sombreado, con calles en gris claro y calles en gris obscuro que forman, precisamente, el mapa de los cinco continentes. Una excelente metáfora, en gris, como no podría ser de otra forma, del mundo doliente al que MSF dedica sus atenciones.

Todo mi apoyo. Todo nuestro aliento.