Tenía mucha razón Pérez Rubalcaba cuando preguntó a Rajoy si creía que podía gobernar pendiente de que a Bárcenas le diese un ataque de sinceridad. Tras el reciente artículo de Raúl del Pozo, muy expresivamente titulado Bárcenas no quiere ser Torres, o sí, me reafirmo más en esta convicción, porque en el mismo, una fuente del entorno del extesorero del PP, calificada en un guiño admirativo hacia Graham Greene como 'tercer hombre', le muestra al autor unas hojas en las que figuran nombres que "harían estremecer al Gobierno y al aparato productivo". De esta columna se han hecho eco de forma espectacular numerosos medios y ha impactado en las redes sociales. Se ha cumplido así con creces lo que el periodista Fowler, protagonista de la novela del citado autor británico El americano impasible, afirma de sÍ mismo: que escribía lo que veía y que "hasta una opinión es una especie de acción".

Me ha producido una gran alegría el éxito del veterano periodista, digno sustituto de la mítica columna de Umbral en el periódico de Pedro J. Ramírez, y no sólo como profesional de la información, sino también a un nivel más personal e íntimo, puesto que soy amigo de este brillante columnista y escritor desde hace la friolera de 42 años; en el diario Pueblo de Madrid fuimos compañeros durante tres lustros y también compartimos tertulia durante la apasionante etapa de la Transición en el Café Gijón. Él fue quien me introdujo en esa peña. Aunque he pasado con él gratísimos momentos de alegría y farra, he compartido otros de gran dramatismo colectivo como el del la jornada del 23.F del 81, ya que la intentona golpista de Tejero nos sorprendió a ambos en el bar del Congreso de los Diputados. En una amplia entrevista que me hicieron hace ya varios años en Onda Regional, Raúl me dio la sorpresa de comparecer vía telefónica desde Madrid, y ambos evocamos a micrófono abierto muchas de las anécdotas vividas en Madrid durante los 70 y 80.

Precisamente ahora, aprovechando el exceso de ocio que me depara mi condición de jubilado, estoy escribiendo un libro cuyo título provisional es Personajes del Café Gijón, en el que plasmo mis recuerdos de este variopinto grupo y el que Raúl ocupa un papel muy relevante. Trazo semblanzas de mis antiguos contertulios, muchos de ellos ya fallecidos, y otros, afortunadamente, todavía vivos. De los primeros cabe señalar a Jesús Fernández Santos, Francisco Rabal, José Luis Coll, Manuel Alexandre, Pedro Beltrán, Tito Fernández, Fernando García Tola y Antonio Gamero. En cuanto a los segundos, figuran también con letras de oro en mi libro Álvaro de Luna, Manuel Vicent, Jesús Quintero y el juez Clemente Auger.

Expreso mi más afectuosa enhorabuena a tan buen amigo y excelente profesional, no sólo del periodismo, sino también de la literatura, como novelista de probada calidad narrativa. Él fue mi maestro durante el período tardofranquista y, sobre todo, durante la ilusionante etapa de la Transición. Afortunadamente para los dos y para otros muchos compañeros comprometidos tempranamente en la causa del progresismo, el antiguo órgano de los sindicatos verticales que era Pueblo se convirtió, con el advenimiento del nuevo régimen de libertades, en una plataforma abierta a todas las corrientes ideológicas democráticas cuya implantación en nuestro país tanto habíamos anhelado durante la larga noche de la dictadura.