Sin duda, uno de los rasgos de identidad de Cartagena es su Semana Santa, calificada de Interés Turístico Internacional. De siempre los cartageneros han sentido orgullo de sus desfiles procesionales considerándolos parte del patrimonio de la localidad, un bien preciado que hay que cuidar y mantener traspasándose este sentimiento de una generación a otra. Por todo ello, es más que sorprendente la anómala situación que obligó a cambiar el itinerario de la procesión marraja y adelantar su recogida en la noche del Encuentro, debido al descontrol de una muchedumbre que andaba de botellón. ¿Es que nadie podía imaginarse que el 'macrobotelleo' sería incompatible con el paso de la procesión?

Los desagradables acontecimientos han puesto de manifiesto cuestiones varias que, obviamente, no pueden pasar como si nada hubiera ocurrido; de entre ellas, por motivos de espacio, voy a centrar el artículo en el fenómeno que produjo alteraciones a la tradicional procesión, me refiero al botellón en sí mismo. Visto lo que pasó se hace urgente conocer cuáles son las expectativas que llevan a los jóvenes a beber y beber hasta perder el control, dando lugar a pautas de comportamiento que pueden suponer un problema social grave. ¿Qué percepción tiene la población juvenil sobre los riesgos para la salud del consumo abusivo de alcohol? ¿En qué medida los jóvenes necesitan practicar el botellón para sentirse integrados y aceptados? ¿Pueden ofrecerse alternativas a la ingesta de alcohol como pauta de ocio? Solo un estudio sociológico permitiría aproximarse a una respuesta acertada de estos interrogantes, favoreciendo una toma de decisiones de carácter institucional adecuada a la dimensión del conflicto.

Sería extraordinario que el casco histórico se convirtiera en zona de ocio juvenil, recuperando la vida que un día tuvo. Sin embargo, las tendencias actuales obligan a reconducir y encauzar ese ocio hacia prácticas saludables que respeten a la vecindad, a cualquier prójimo y a uno/a mismo/a. Ante la Administración se abre un reto en el que mucho tiene que hacer y decir.

Esperemos que para el año que viene la previsión de la Agencia Estatal de Meteorología sea para la Cofradía Marraja la única posibilidad de que haya imprevistos, y pueda lucir sus desfiles tan tranquila como segura, quedando el incidente de 2013 como un hecho aislado en la historia de las procesiones.