Vemos estos acontecimientos concretados en el rostro de cada currante que, por mala planificación, por quedarse sin empleo y por una legislación patética se han visto imposibilitados para pagar sus hipotecas, perdiendo sus viviendas y, por otro lado, y esto ya es el colmo, en la persona de apariencia cincuentona que acaparó la portada de la prensa murciana, interino él, desalojado por la policía de la consejería de Educación.

Todos sabemos, sin embargo, que nadie da puntada sin hilo. Por eso me pregunto si no ocurrirá que tanto el uno como los otros sean, sin saberlo, meras marionetas, meros instrumentos al servicio de un fin distinto. No sería la primera vez que grandes pensadores progresistas impulsan empresas en las que los otros se juegan el pellejo, el sueldo y la casa.

A lo largo de la reciente historia, han sido varias y de enorme calado las estrategias puestas en marcha para enarbolar banderas vacías de contenido pero llenas de colorido. Entre las más recientes podemos citar la Alianza de Civilizaciones. O, más cutre aún, esa nueva forma de gobernar y hacer política que nadie supo qué era pero que todo progre defendió porque tenía el glamuroso nombre de 'talante'. Es que el glamour tiene eso, que engancha a los bobos.

Con lo que sí consiguieron su propósito, siguiendo su estrategia, con las perversas consecuencias que hoy estamos sufriendo, fue con el abanderamiento del término 'social'. Qué simple y claro queda cuando nos referimos a la mera reunión de personas, es decir, sociedad, y lo vacío que se nos queda cuando se liga necesariamente a unas concretas formas y actos de proceder, de vivir, en sociedad.

Algo bueno debe tener esta gran crisis, que no es sólo económica, que padecemos en Occidente. Nos hemos dado cuenta de que muchos de los discursos que se mantenían hasta hace poco tiempo deben ser abandonados y dejar paso al sentido común.

Cuando nos referíamos a la consolidación de derechos de tercera generación, derechos de los animales, derechos del medio ambiente, etc. veíamos cómo muchos progreaburridos bienasentados económicamente atraían a la sociedad detrás de sus, tan grandes como vacías, pancartas. Ahora, esa misma sociedad los ha abandonado, como podemos observar en cualquier conversación, en cualquier bar, en cualquier parque o reunión entre amigos. Esto no se puede sostener por más que sigan erre que erre, por más radicales que tornen sus actuaciones, su modelo está en crisis, ha llegado a su fin y el mantenimiento de sus peliculeros argumentos sólo puede servirnos para caer más y más.

Me echo las manos a la cabeza cuando me doy cuenta de cómo están actuando aquellos que determinan la hoja de ruta de largo plazo de estos panzones. Ahora tocan los deberes, cuando por fin se han dado cuenta de que no podemos seguir hablando de derechos de la forma que lo estábamos haciendo. No podemos hablar de ningún derecho sin que exista verdaderamente un deber, más que asociado, diría yo, equivalente en términos discursivos y por lo tanto, no les queda otra que apoderarse de la bandera de los deberes. Y, pasando de la anécdota a la categoría, hay que prepararse para que la misma progresía bienpensante que nos ha conducido a donde estamos empiece a exigirnos el cumplimiento de nuestros deberes para con ellos.

El procedimiento va a ser el siguiente, hablarán de correspondencia entre derechos y deberes, aceptarán por fin que no se puede hablar de, por ejemplo, derecho al trabajo, sin obligación de dar trabajo por parte de otro (si es público mejor) o incluso de que no podemos hablar de derechos de los animales, sino de deberes para con los animales, cosa obvia. Intentarán convencer y establecer "su adecuada correspondencia" de derechos y deberes, y, a partir de ahí, comenzará la elaboración de la bandera de los deberes. De los deberes de los demás para con ellos y la justificación de sus radicales y antidemocráticos métodos.

Manipulación consciente y maquiavélicamente premeditada con el único fin de poner bombas lapa al establecimiento de un verdadero estado social liberal democrático de derecho que racionalice, minimizándola, la labor y el ámbito de actuación del sector público y maximice la libertad individual.

Con ello, y a la vuelta de la esquina, pasamos del vengo aquí a defender mis derechos, al vengo aquí a que cumplas tus deberes para conmigo. Mismo error, mismo procedimiento y, como ya podemos anticipar, mismo resultado. Qué pena que no estemos aprendiendo nada y, lo que es peor, que se nos pegue al bolsillo de todos.