Feliz 2013! Como siempre, casi sin sentir, nos encontramos inmersos en un nuevo año. Recordar, continuar, volver a empezar. Trilogía que condensa emociones, inteligencia y voluntad en un estallido de alegría y fiesta que ilumina el porvenir como gran promesa; la novedad de un tiempo a estrenar. ¿Más de lo mismo?... Lo mismo pero más. Llenar los años de vida, queriendo. Amor y buen humor para entretejer sufrimientos y alegrías en el tapiz de la felicidad. "Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa/ Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza/quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta" (Santa Teresa de Jesús). La vida es un gran tesoro abierto a la esperanza. Renovar siempre la alegría de vivir es privilegio de los mejores, de personas revestidas de una exquisita humanidad con la sencillez de saber hacer, en cada momento, lo que hay que hacer con abnegación cotidiana tenaz, nunca llamativa. Es como si tararearan, aquella romántica canción de Antonio Machín, a su manera, porque han estado toda la vida queriendo. Ayer, día 8 de enero de 2013, mi madre cumplió la friolera de 94 años, tan bien llevados que contemplando su longeva existencia, no exenta de grandes penas y alegrías, es fácil descubrir lo que realmente da sentido a todo: querer. La nota simpática de este 2013, anula toda superstición. Se conoció con mi padre (que era el trece de sus hermanos) un día 13, igual que el que se hicieron novios. Actualmente, le viven siete hijos (y sus cónyuges) y seis bisnietos (más diecinueve nietos) que como la edad que estrena, suman su número preferido. Es imposible envolver con unas pocas palabras de papel el tesoro tan preciado de su vida pero ella, como buena madre, sabe dejarse querer por sus hijos, agradeciendo cualquier manifestación de cariño. Entre otras, he elegido esta porque la columna que escribo en La Opinión desde hace tantos años creo que es familiar para muchos, como de andar por casa y quería mostrar aquí, Entre sus labores, el espléndido tapiz que ha tejido mi madre con su vida, una vida cumplida y repleta de ilusión por vivir. Lo bueno es que te enseña como si nada para que hagas el tuyo propio (a mí todavía se me enredan algunos nudos) al tiempo que por dentro no deja de entonar esta canción: "Un viejo amor ni se olvida ni se deja, un viejo amor de nuestra alma si se aleja pero nunca dice adiós". ¡Felicidades Madre!