Con la nacionalización, ahora, de ese variopinto banco del que forma parte Cajamurcia termina el proceso de deslocalización, al menos moral, de aquella entidad orgullo y esencia de esta Región. Acaba el malentendido: El banco que engulle a Cajamurcia , en manos del Estado, tendrá estructuralmente ya tanto que ver con Murcia como con Ceuta. Se mantiene naturalmente en su acción ejecutiva Carlos Egea, porque de Carlos Egea no hay alta empresa en sus cabales que quisiera prescindir. De aquella Caja primordial de los murcianos, ejemplo de una especie de Estado de Bienestar bancario sensatamente gestionado, no quedan en la Región más que algunos de sus rostros, y con ganas de prejubilarse.

Acaba de forma oficial, en efecto, el malentendido, que por otra parte no existía tal porque los murcianos han venido advirtiendo que Cajamurcia, al menos tal y como se entendía, había sufrido una súbita transformación en otra cosa, como el panorama bancario español.

Alguien dijo que los cambios económicos tardan en llegar mucho más de lo que quisiéramos y luego suceden mucho más rápidamente de lo que esperábamos. Lo de las cajas ha sido pasmoso. La descomposición acelerada de todo un régimen pensado para durar siglos, casi de una noche para otra, algo así como lo sucedido con la monarquía española que dio paso a la II República, pero en financiero. Todo cambió prácticamente de una tarde para la siguiente, y con la marcha de Egea a las altas instancias de Madrid (lo que la retranca de Plà hubiese llamado «una volada impresionante») llegaron nuevos modos y maneras.

El ansia recaudatoria del heteróclito organismo, desatada tras la orden de aislar activos tóxicos en todo el sistema financiero español, lo lleva a una curiosa dualidad: cuando recibes una llamada del conglomerado, los telefonistas se identifican como la lejana BMN cuando exigen cobrar, y como la familiar Cajamurcia si felicitan las Pascuas. Con la nacionalización, el asunto cobra transparencia: Cajamurcia, ejemplo de buena gestión, ya es tan del terruño como el Banco Pichincha.