En el pasteleo de la Villa y Corte persisten ciertas ideas de velcro, escritas en papel couché con la robustez de un catillo de naipes. Que la derecha promueve lo privado y gestiona mejor, que la izquierda se ancla en lo público y despilfarra. Que donde gobierna la derecha hay riqueza y donde lo hace la izquierda florece la miseria. Andalucía, Extremadura, los peones del atraso; Madrid, Cataluña, Navarra, País Vasco, La Rioja y Baleares, la rica modernidad. Esas discusiones tienen algo de romanticismo. Son banales, rencorosas, surrealistas. Nadie que consulte datos puede conceder la más mínima credibilidad a unos contertulios cuentistas de ficciones. Y es que, lo confesaré por escrito, disfruto rasgando el velo de tan empalagoso envoltorio.

Un recurso útil es Murcia „lo de Región de Murcia no lo conocen salvo los cuatro que proceden del rincón y los amantes del ´autonomismo´„.

Un paradigma dentro de otro. El lado opuesto de la bandada acostumbra a mirar a Valencia como el desastre popular, la corrupción enquistada, la quiebra administrativa, el centro de la burbuja, el feudo periférico de la derecha española. Sí, llevan parte de razón con la salvedad de unos servicios „destacan las infraestructuras„ que ya los quisieran otros.

Seamos realistas, algo no hacemos bien. En el mapa de provincias „ese que pocos conocen y colgaba en las aulas hasta hace dos días„ considerando la población hay hechos desencajados. Las diez más pobladas son, por este orden, Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante, Sevilla, Málaga, Murcia, Cádiz, Vizcaya y La Coruña. Salvando el drama económico de Cádiz y Murcia las restantes son relativamente dinámicas y activas dentro del complicado contexto español. En la notoriedad Murcia suena todavía muy lejana. Fuera de España es tierra de nadie, Renania-Palatinado para el españolito medio. Esta lejanía se ensancha por su lastre de comunicaciones.

A veces pienso que repele el avance porque, no nos engañamos, crecer al 3,9% abrazados a una hormigonera acompasa una destrucción proporcional. Aquí nos daba un poco igual, por eso tenemos tantos esqueletos de cemento, los nuevos vecinos de acequias y norias. Y aún seguimos en nuestras trece con los parques temáticos y los grandes complejos de ocio. Siempre quedaba la Andalucía de los ERE y las subvenciones como refugio del voraz monstruo del sector público. Ya ni eso. Reprocha Montoro „aunque a él le podemos reprobar su fritura impositiva„ que la de mayor peso poseen gastos y organismos públicos es Murcia.

La misma de los zaragüelles y la parranda. La del ferrocarril decimonónico sin electrificar y carreteras secundarias de baches imposibles. La de una ciudad histórica, Lorca, despojada sin pudor de su dignidad patrimonial y la que mima una catedral y un teatro romano. La de las promociones internacionales y la de los hoteles vacíos. La de los caros festivales y los teatros solitarios. La del endeudamiento histórico bajo y la que osa plantear la licencia de no cumplir con la reducción de su elevado déficit. La de punteros hospitales de referencia y la de inhóspitos centros comarcales. La de las mayorías absolutas sin límite y la las promesas para siempre olvidadas. La de los centros comerciales vacíos y el comercio abandonado. La de faraones del futuro y los caciques galdosianos. La de los prohombres y los traidores. La de la máscara moderna de torres acristaladas vacías y la de los guetos. La del litoral virgen y la del Mar Menor. La de abuelos emigrantes y la de los nietos que emigran. La de ayer y la de hoy.

La Murcia que describo abonico y tanto me desespera porque no alcanzo a comprender.