Cinco años de crisis nos da suficiente tiempo para analizar por qué dura tanto, evaluar su daño y las dificultades que impiden el ver pronto «un nuevo día». Y tenemos que empezar por señalar, que no es una crisis semejante a las que nos explica la historia económica. En los años 30, la mano de obra en todo el mundo se encontraba sin trabajo, y la producción industrial no es comparable con la de hoy; por eso cuando analizamos los efectos de la caída, tanto industrial como de ocupación, no son equiparables.

Ahora los escenarios son distintos. Este verano (2012), hemos comprobado los problemas de una ralentización general y la repercusión de la deuda soberana de los países del Sur de Europa, con las repercusiones reciprocas en las economías de EEUU y China, país este último que reacciona lentamente por la rigidez de su política.

Hay otras razones que examinar de esta prolongada crisis. Dice Larrry Elliot, del londinense The Guardian que nos dominan tres mitos. El mito anglosajón, consistente en que las grandes finanzas constituyen una fuerza para el bien de la sociedad, en lugar de entender que viven de las rentas y son corruptas. El segundo mito es el alemán, consistente en resolver los problemas de eficiencia de la demanda apretándose el cinturón y aumentando las exportaciones, olvidando que antes hay que practicar una política correcta controlando el poder de los bancos, así como una cooperación para que los países acreedores aumenten sus demandas internas, que ayude a los países deudores a aumentar su ritmo de crecimiento ordenado y de esta forma reducir su déficit, en lugar de hacerlo con objetivos arbitrarios y socialmente repudiados.

Y por último, derribar en tercer mito: consistente en que en el año 2007 la economía mundial estaba bien y todo funcionaba perfectamente, cuando el viejo modelo estaba financieramente viciado, operaba con excesivos niveles de deuda, y socialmente viciado al apropiarse una reducida élite con el botín del crecimiento. No importaba cómo, ni el medioambiente, ni la forma de crecimiento, por ello nos dice Elliot, hasta que no derribemos estos tres mitos la salida a la crisis será difícil o se realizará en falso.

Por otro lado, hay que resaltar que estamos concentrándonos en los problemas de un control de los contables „los hombres de negro„, cuando el problema es la falta de transparencia y de buen gobierno. Stiglitz nos lo dice en su último libro „El precio de la desigualdad„, los mercados no funcionan como tendrían que hacerlo, fallan en eficiencia, en transparencia y en la gobernanza política que impone condiciones económicas injustas.