El 17 de octubre se estableció como Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza y como cualquier fecha que se establece en este sentido tiene la función de sensibilizarnos y concienciarnos sobre las causas de la pobreza y su impacto tanto en los entornos sociales más inmediatos como en los países más lejanos. Alrededor de esta fecha se organizan movilizaciones y propuestas políticas para erradicar la pobreza, teniendo en cuenta que somos la primera generación capaz de hacerlo, es decir, conseguir pobreza cero.

La crisis financiera ha servido de excusa para reducir, suprimir o retrasar las ayudas sociales, para mermar las políticas sociales y para reducir a la mínima expresión el compromiso de las Administraciones públicas para paliar la pobreza. Estos recortes sociales han contribuido a aumentar a los empobrecidos, no sólo de manera cuantitativa, sino también cualitativa, es decir, sus condiciones de vida se han deteriorado. Esta crisis financiera se está utilizando de una manera intencionada y programada para reducir los servicios sociales y empeorar las condiciones de vida, que en esta ocasión también afecta a la clase media de los países enriquecidos. Nuestros gobernantes, que no nos representan, toman decisiones políticas argumentando que son inevitables y las únicas posibles si queremos salir de esta crisis. No hay que olvidar que los Gobiernos poseen gabinetes de prensa cuya misión es vender sus decisiones políticas como las mejores propuestas, evitando la movilización ciudadana. En este caso, entrar en la dinámica del empobrecimiento permanente y convencernos que es lo mejor para nosotros, amparándose en el voto, porque defienden que cuando se vota a un partido es un cheque en blanco.

Esta situación nos produce indignación porque se ha recortado la ayuda a la cooperación y el desarrollo de países del tercer mundo, ya que había que inyectar miles de millones de euros al sistema financiero. Se le quita el dinero destinado a los pobres para afianzar un sistema financiero que regala inmensas cantidades de dinero a los ejecutivos y a los accionistas. ¿Cómo se le explica a una madre somalí, que esta viendo que sus hijos están muriendo en esas travesías de kilómetros para llegar a algún campo de refugiados y que su esperanza es que llegue la muerte lo antes posible para que dejen de sufrir, que la ayuda que podía aliviar su situación tiene que ir a los banqueros y a los financieros para mantener sus bonus y sus dividendos? Nuestro sistema económico quita el dinero a los pobres para dárselos a los ricos. ¿Cómo no nos vamos a indignar y movilizarnos para transformar esta sociedad?

Insisto, se está utilizando esta crisis financiera para seguir construyendo una modelo social basado en las desigualdades sociales, en la insolidaridad, en un sistema donde el dinero vaya al que tiene dinero y el que no tenga que se resigne, no reivindique, no luche ni salga a la calle a protestar porque le quieren quitar su dignidad y su calidad de vida.

Nuestra indignación tienen que alcanzar a los colectivos, países y continentes a los que se está machacando con el expolio, la indiferencia social y la llamada a la sumisión y que acepten su ´destino social´ como inevitable y con resignación religiosa. Por eso, hoy más que nunca hay que decir: No somos mercancías en manos de políticos inmorales y banqueros».