Aunque pudiera pensarse que la FIFA (institución que gobierna más de doscientas federaciones de fútbol en todo el mundo) va a ser investigada por Interpol (organización policial internacional, con 188 países miembros, desde Afganistán hasta Zimbabwe, pasando por el Vaticano; es decir, la más grande del mundo, tan sólo por detrás de las Naciones Unidas), cosa que a la mejor no sería mala idea, lo cierto es que la situación es la contraria. Se alían ambas instituciones como consecuencia de una donación importante de dinero por parte de la FIFA a la segunda para que luche contra la corrupción en el deporte del fútbol. Una subvención de veinte millones de euros, distribuidos en cuatro millones cada uno de los dos primeros años y millón y medio de euros cada uno de los ocho años siguientes. Todo ese dinero para luchar, por un lado, contra las apuestas ilegales e irregulares, creándose una unidad especial interna para la investigación de la integridad de las apuestas, compuesta por miembros de la División de Servicios Legales y del Departamento de Seguridad de la FIFA y de una sociedad especial para las apuestas ilegales. Y por otra parte, con la finalidad de prevenir el amaño de partidos, a través de diversos programas de vanguardia en formación, educación y prevención para proteger del fraude y de la corrupción al deporte, a los jugadores y a sus seguidores. Y es que existen múltiples denuncias de trucajes y de implicación de organizaciones asiáticas dedicadas al apaño de partidos a escala mundial.

Viene al pelo esta iniciativa en estos últimos momentos de la mayoría de las Ligas de fútbol a nivel mundial. La compra-venta de partidos de balompié ha sido siempre uno de los caballos de batalla en todos los países, y si no que se lo pregunten a Italia, que llevó a algún campeón de la Liga a descender a Segunda División. Pero a veces la cuestión es más sutil y menos crematística, cuando los jugadores se conforman con un resultado (generalmente un empate) que a los dos equipos les vale en sus pretensiones, y se produce una especie de peloteo como consecuencia de un pacto de no agresión, con el beneplácito a veces de la propia afición. Lo que al fin y al cabo es también una manera de amañar un resultado por pasividad. Pero quién sabe si a partir de este incentivo FIFA, en forma económica (que es la que más motiva), se acaba con las apuestas ilegales, los partidos trucados y los jugadores, directivos o administradores corruptos por parte de la Interpol.

Hay que reconocer que este Joseph Blatter es un lince con esta donación con fines tan loables como acabar con la corrupción. Lástima que no pueda extenderse a todas las instituciones, incluso a las que luchan contra ella, y de cualquier índole, no sólo en el deporte, sino también en todas aquellas que influyen en el desarrollo de los comportamientos sociales y en la vida personal de cada ciudadano. Pero, en fin, para eso están los tribunales de Justicia, a los que es preciso aportar las pruebas necesarias para erradicar la corrupción. Y en el fútbol, donde el dinero se maneja a espuertas, es más fácil que las desviaciones a bolsillos propios sean más jugosas. Confiemos que esta estrecha colaboración entre FIFA e Interpol (cuya sede se establece en Singapur, aunque los cursos de formación se harán en todas sus sedes), suponga un férreo control a la corrupción en el fútbol, y también que nadie se haya llevado comisiones por este acuerdo.