El Joint Research Centre, órgano dependiente de la Comisión Europea, ha publicado recientemente la primera edición de Regional Competitiveness Index, cuyo objetivo es medir la competitividad de las regiones de la actual Unión Europea en 2009, mediante la construcción de un índice compuesto homónimo: ICR. Se trata de un indicador que, integrando 69 ratios, da cuenta de las múltiples dimensiones que afectan a la competitividad de las regiones europeas. El nivel del ICR se reescala, de tal forma que oscila entre el mínimo de cero, correspondiente a la Guyana francesa, y el máximo de cien, encarnado por la región holandesa de Utrecht.

La nota obtenida por la Región de Murcia (CARM) se cifra en 42/100, lo que implica un suspenso en una asignatura de la que depende en gran medida su futuro económico y social. Es más, esa puntuación es mucho más benigna que el panorama que se desprende de un análisis detallado de los resultados ya que, de entrada, acarrea que nuestra Comunidad ocupe un puesto muy rezagado en el ranking de la competitividad regional de la UE: 199 entre las 271 regiones de UE-27. Posición que, por poner un ilustrativo ejemplo, se sitúa 29 escalones por detrás de la plaza (170) que nos corresponde en cuanto a PIB por habitante.

Los 69 indicadores simples que forman parte del ICR se agrupan en tres pilares, por lo que resulta oportuno hacer un breve resumen de la posición competitiva de la CARM en cada uno de ellos.

El primero es el Pilar Básico, en el que la nota es 51/100, y se compone de cinco ejes. En tres de ellos —Instituciones, Estabilidad Macroeconómica y Educación Primaria y Secundaria—, a todas las regiones europeas se les imputan los datos del estado al que pertenecen, razón por la cual las diecisiete Comunidades españolas figuran con el resultado nacional y, con los tres, sobre todo con el segundo y en mucha menor medida con el tercero, la Región alcanza una mejor posición que la comentada para el ICR. El cuarto es Infraestructuras, en la que el puesto (175) es concordante con la ordenación de la renta por habitante. Y es en el quinto, Salud, donde se obtiene con diferencia la plaza más satisfactoria (98), lo que en buena medida se explica por nuestro bajo grado de envejecimiento relativo.

El segundo pilar es Eficiencia con una calificación de 52/100, muy similar a la del primero, pero dando lugar a peores puestos en dos de sus tres

ejes: Educación Superior y Formación Continua (202), Mercado de Trabajo (221). Sólo en el tercero, Tamaño del Mercado (168), la plaza aventaja a la que se consigue a nivel agregado, lo que se debe a la vecindad de tres Comunidades de mayor dimensión económica que la CARM.

Por tanto, es en el tercer pilar, I+D+i, donde la puntuación es más baja, situándose además en un preocupante suspenso: 25/100. Su primer eje es Preparación Tecnológica, que tiene dos componentes: Empresas y Hogares. En el primero se imputan de nuevo los datos nacionales y, como consecuencia de ello, ocupamos la plaza 160, porque de utilizar los regionales (INE: Encuesta de uso de TIC y comercio electrónico en las empresas) la situación se agravaría. De conformidad con tal afirmación, en el componente familiar descendemos al puesto 213. La posición se degrada aún más en el segundo eje, Sofisticación Empresarial, donde nos ubicamos en la plaza 235, la peor de los capítulos considerados por el ICR cuando constituye una vertiente crucial de la competitividad, al dar cuenta de a) El peso en la estructura económica de las actividades en las que el conocimiento es un input decisivo de los procesos productivos; b) La relevancia de la inversión exterior; c) La fortaleza de los instrumentos de cooperación entre pymes. El tercer eje del pilar es Innovación, donde la posición (216) vuelve a ser decepcionante, estando integrado por diversos indicadores simples, desde diferentes modalidades de patentes registradas a gasto empresarial en I+D, pasando por recursos humanos destinados a ciencia y tecnología. Obvio es que ningún responsable político, digno de tal sustantivo, ignora la trascendental importancia de este tercer pilar para garantizar el incremento del potencial productivo regional.

Esos son los datos resultantes de un trabajo de un centro de investigación de la Comisión Europea. Son, sin duda, frustrantes, pero deberían ayudar a determinar en gran medida la agenda de la política económica de la CARM en los próximos años: ¿O es que nuestra Comunidad carece de competencias en los ejes que conforman el ICR? Y más concretamente: ¿Su campo de actuación no guarda conexión con el pilar de I+D+i, en el que nuestra posición competitiva presenta una mayor fragilidad? Y si buena parte de todo lo anterior es determinante del porvenir de la región ¿merece la pena que las diferentes alternativas electorales nos informen sobre cómo van a afrontar ese incuestionable reto?