Lo normal, con las experiencias, es que te las busques o que ellas vengan azarosamente a tu encuentro, no que te las regalen. Quedarse huérfano a los diez años, por ejemplo, es una experiencia dura, de las que pueden marcar, para bien o para mal, una vida. Irse de casa de los padres a los 18 para recorrer Europa en auto stop es asimismo una experiencia que, aunque puede acarrear dificultades, sirve para iniciarse en la vida. El primer encuentro sexual (buscado o hallado casualmente) permanece en la memoria para el resto de la vida y quizá sirve de molde para el resto de los encuentros de ese tipo. La relación de uno con su propia experiencia es, en fin, de carecer íntimo, personal, inalienable. O lo venía siendo hasta ahora.

Parece que uno de los regalos estrella de las pasadas navidades fueron los ´cofres de experiencia´, que pueden contener desde un viaje en globo hasta una comida para dos en un restaurante japonés. El asunto comenzó hace tres o cuatro años. Alguien se dio cuenta de que no podíamos continuar regalándonos ´cosas´. ¿Qué entendemos por cosas? Un objeto gracioso, pero inservible. Un termómetro para medir la temperatura del vino, por ejemplo. A mí, en los últimos años me han regalado cuatro o cinco, todos muy bien envueltos. Pero yo jamás he medido la temperatura del vino, pese a ser (junto al gin tonic) mi último refugio alcohólico. Es que no me veo, la verdad, comprobando que la botella está a los 18 grados recomendados por el fabricante. Pero quien dice termómetros para el vino, dice monjes franciscanos de cartón que señalan con una vara si hace humedad o no. La característica de todos estos objetos es que envejecen mal y carecen de valor económico o artístico. Pero una vez que entran en casa no salen ni por la puerta de atrás.

Estamos ahítos de cosas, en fin. Y de cosas absurdas, para más señas. A un vecino mío aficionado a la cocina le han regalado en los últimos Reyes 24 delantales de cocina, más de los que podría emplear en tres o cuatro vidas (nunca confieses una afición). Total, que, visto lo visto, hemos comenzado a regalar experiencias. Me parece bien, pero tiene sus peligros. ¿Qué peligros son estos? Los de la alienación, la enajenación, la locura. Tiempo al tiempo.