Me dispongo a dar el e dispongo a dar el último paseo por la playa antes de meterme en el duro considerando. Y no me resisto a contarles una moda que se puso en órbita este verano, y que aún me deja perplejo, pues supera a esa costumbre de algunos adolescentes de llevar calzoncillos debajo del traje de baño, que sigo sin entender. Salgo de la playa ´La Torre del Poder´ camino a la de ´Pocas Palmeras´, donde me cruzo a más gente conocida que en la Trapería, con los respectivos saludos protocolarios, a pesar de l0 irreconocible de nuestras pintas veraniegas. La primera sorpresa me la da una antigua amiga madrileña, que en top-less toma el sol. Lo que siempre deseé en otros tiempos de juventud, ahora lo tengo delante de mis narices, y ya no me interesa. Me acerco a saludarla, encogiendo barriga para presumir y para no chocarme con los nervios, a su top-less. Y me la encuentro de un color rojizo algo extraño. Sin mayor importancia, continúo mi paseo, y me cruzo con otra vieja conocida y fracasada actriz venezolana, con obesidad casi mórbida, del brazo de su engominado y embargado marido, del mismo color rojizo. Ya me empiezo a preocupar por si han hecho efecto negativo los rayos solares en mis castigadas retinas. Pero no, la visión era cierta.

Cuando me dispongo a cruzar las rocas, aprovechando la baja marea que separa de la última playa con la de ´Campofino´, encuentro la solución a las pieles rojas que me he cruzado en mi deambular. Tres bañistas se disponen a extraer de la roca caliza restos de arenilla rojiza, producto de la agresión del mar, y se la restriegan por todo el cuerpo para después pasearse por la playa exponiéndose al sol. Lo de los lodos del Mar Menor se ha quedado en mantillas. Los poderes terapéuticos de los barros de Lo Pagan se ven imitados, y no sé si superados, por la nueva moda de las pieles rojas modernas, gracias a la tierra rojiza extraída de las rocas, socavadas por la fuerza del Mar Mayor. Uno, que es de letras de toda la vida, no entiende muy bien si eso es bueno o no para la piel, y si en un futuro será también objeto de viajes del Inserso, o de explotación por las marcas comerciales. Pero, por si acaso, no lo pruebo y espero los resultados.

Sumido en mis pensamientos, sigo caminando, hasta que encuentro a una señora con un detalle más comprensible. Había colocado dentro del mar, en la orilla, su silleta y con un cigarro en una mano y una cerveza en la otra, tomaba baños de asiento, refrescándose por dentro y por abajo. Algunos que otros bellos o bellas durmientes desperdigados por la arena, recuperándose aún de la noche anterior, son esquivados por la máquina limpia algas, que es seguida por un hombre, a una distancia prudencial, que porta un aparato rastreador de la arena y una pequeña azada, para encontrar monedas y metales perdidos. Sólo alguna que otra virginidad olvidada halla. Estoy por tirar una moneda, por ver si funciona de verdad. Pero lo pienso mejor, y no está el bolsillo para tonterías. Me han bajado el sueldo mensualmente, y como contrapartida voy a tener más trabajo, por virtud de la crisis económica y por la reciente reforma laboral, que nos endosa cuestiones que antes eran de la

jurisdicción contencioso-administrativa. Vaya mal rollo me está entrando. Me estoy yo solo desmotivando, cuando debo llegar pletórico al curro.

¡Ya está! Me quito mi sombrero Original Panamá, me embadurno de arenilla roja y recupero mi optimismo habitual.