La afición al submarinismo va en aumento; cada vez en mayor número se acude a las escuelas y profesionales del buceo para realizar los cursos que permitan practicar la inmersión en el mar. El ser humano siempre tuvo envidia de los pájaros y de los peces; a aquéllos por su capacidad de volar; a éstos por su aclimatación al mundo del silencio, al mundo sin oxígeno para respirar.

¿Se zambulle usted? ¡Naturalmente! En esta época ruidosa ¿quién no aspira a ese mundo en silencio? Hace cincuenta años -más o menos- no había en España más que unos cuantos submarinistas; este verano se han contado por millares, quizá por centenas de millares. Y, sin duda, en un siglo la mitad de la población española se compondrá de hombres-rana; al tiempo que las ranas de verdad irán desapareciendo. Aquello primero será divertido.

El cine, los libros, la televisión, las revistas ilustradas y el entusiasmo de los aficionados han hecho ampliamente el elogio de esta magia al alcance de todos, pero también hay que tener en cuenta sus peligros; de ellos no se habla demasiado, aunque se combaten con prudencia y técnica. Es cierto que no son mayores que los del atletismo, dejando a un lado las furias de los tiburones y las rayas o los caprichos de las medusas y los pulpos, pero, sin embargo existen. Y más de un campeón de buceo ha pagado cara una negligencia, o su imprudencia.

Provisto de sus aletas, su máscara, su tubo y si se permite (cada vez menos) su fusil submarino (mejor una cámara de fotos) se prepara usted para ir a admirar muy pronto en una de nuestras costas los meros, lubinas o morenas en su elemento natural. Siempre y cuando haya pasado la revisión médica adecuada: si este año ha trabajado demasiado, si padece diabetes, o del corazón, o del pulmón, o de los oídos, o de los senos frontales, o de los nervios será preciso renunciar a este deporte que no perdona los fallos ni siquiera los leves.

Otra recomendación es la zambullirse siempre en compañía; es una regla cada vez más extendida en los clubs de vacaciones y clubs submarinistas; la presencia de un monitor es fundamental para la seguridad absoluta. Si ha tomado las clases oportunas y sigue todos los consejos de precaución del medio inhóspito que pretende disfrutar, estará en condiciones de saborear un caleidoscopio de formas y color sorprendentes. El mundo submarino o del silencio, sin duda, es de los más fotogénicos y cambiantes; la luz se descompone y provoca tal cantidad de sensaciones que son imposibles de relatar. Si ha pasado todas las pruebas se sentirá fascinado por cada milímetro de su descubrimiento.

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