Me gustas cuando callas, porque estás como ausente... Así comienza uno de los poemas más hermosos y conocidos de Pablo Neruda, el Poema del amor. Realmente hay años que merece la pena vivirlos, realmente importantes en y para la literatura, el arte, el pensamiento, y uno de ellos es el 2004, en el que conmemoramos los centenarios de Chejov, Neruda, Zambrano, Dalí...

La vastedad de las obras, tanto de Neruda como de Chejov es tan inmensa que intentar esbozarla desbordaría el espacio que apenas deja esta forma apresurada que es el artículo. Pero el centenario de un escritor, de un poeta, siempre es motivo para el recuerdo, la relectura o para el acercamiento a su obra. Porque con ellos, a través de sus cuentos, de sus obras dramáticas, de su poesía, enriquecemos nuestras vidas, ampliamos nuestros horizontes, intensificamos nuestras emociones, ahondamos en nuestros sentimientos y somos más libres. Somos un poco más nosotros mismos merced a sus obras.

Las mujeres fueron muy importantes en la vida de Pablo Neruda, ocuparon siempre un lugar en su corazón y en su obra. Fue precisamente una mujer, Gabriela Mistral, quien le introdujo en los grandes autores rusos, entre los que, sin duda, estaría Antón Paulovich Chejov, que moría sólo tres días después del nacimiento de Ricardo Eliécer Neftali Reyes Basoalto, Pablo Neruda, como un simbólico entrega del testigo entre dos autores, evidentemente distintos y distantes temporal y geográficamente, aunque ambos escritores excesivos. Uno, Neruda, en vida y obra, otro, Chejov, por la extensión de su obra. Sin embargo, frente al desbordamiento retórico de P. Neruda, la escritura de A. Chejov se muestra despojada de cualquier atisbo de exceso retórico.

A la pregunta que un día le formularan a Neruda sobre la poesía, éste respondía: "Si ustedes me preguntan qué es poesía debo decirles, no sé. Pero si interrogan a mi poesía ella dirá quién soy yo". Él es su poesía, su poesía es él. Alguien lo llamó 'yoismo' en la poesía de Neruda. Pues frente a esa yoidad, Chejov se limitaba a mostrar las cosas como son, bajo la sosegada sensación de lo cotidiano. Los personajes, los lugares, las situaciones, tremendamente enraizadas en 'lo ruso' y, sin embargo, tan universales. En una carta dirigida a Suvorin decía acerca del artista: "Éste observa, elige, conjetura, combina... Usted tiene razón al exigir una actitud consciente de artista hacia su obra, pero mezcla dos ideas: la solución del problema y su concreta presentación". Sólo la última es correcta para el artista. Chejov no resuelve los enigmas, no plantea la solución de los problemas. Los expone, y que sea el lector o el espectador el que saque sus propias conclusiones. Por otra parte, Neruda fue una analizador y profundizador del modernismo y del postmodernismo, a los que llegó fuera de tiempo, mientras que Chejov fue un adelantado (no suficientemente entendido en su momento) en el desarrollo de nuevas técnicas narrativas, especialmente en el teatro, que hicieron que fuera un moderno para su época.

Especialmente interesantes son las condiciones que debe satisfacer un hombre culto según la argumentación de Chejov, demostrando la nobleza aristocrática de su espíritu, aunque sus orígenes fueran humildes: Respetar la personalidad humana y ser siempre amable, gentil, educado... Perdonar el ruido, la carne fría, las ocurrencias y la presencia de extraños en su hogar. No sentir compasión sólo por los mendigos y los gatos. Respetar la propiedad de los otros y pagar las deudas. Ser sincero y temer la mentira como el fuego. Hablar menos y callar más. No menospreciarse para despertar compasión. No mostrarse vanidoso. En caso de tener talento, respetarlo. Sacrificarlo todo por él, mujeres, vino, vanidad. Desarrollar un sentido estético. Tratar, en la medida de lo posible, de dominar y ennoblecer el instinto sexual. Para ser un hombre culto, decía, no basta con haber leído El club Pickwick y aprenderse un monólogo de Fausto