Dice su alcalde, Jesús García, que a Albudeite hay que venir si te gusta lo auténtico, un sitio con identidad propia. Y es que si buscan un lugar que no ha perdido su esencia, bienvenidos al rincón insólito de la semana.

Tengo la suerte de recorrer esta localidad de la mano y la amistad de Sebastián Cabas, cocinero jefe del famoso Casa de Cristo de Mula, que desde el primer momento no solo está dispuesto a pasearme por sus calles y casonas, por sus ríos y ramblas, sino que quiere mostrarme el alma de un pueblo que parece olvidado por el resto de la Región.

La historia de Albudeite es quizás una de las más curiosas que existen en todo el Mediterráneo, y es que en los siglos XIV al XVI sucedieron acontecimientos únicos que hacen de este lugar un espacio diferente, con su propio lenguaje y costumbres.

La Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios alberga tallas de Nicolás de Bussy y de Salzillo.

Quizás, uno de los aspectos más significativos es la unión de todo el pueblo cuando ocurre una desgracia o sucede algún acontecimiento difícil de superar, es entonces cuando salen sus raíces y su pasado.

Nos acercamos a la zona de la Barraca, una atalaya casi perfecta sobre el río Mula y Albudeite, una lástima que sus casonas y torres sigan derruyéndose ante la mirada del tiempo. Es fácil imaginar cómo sería este lugar con algo de inversión y voluntad. Un oasis en medio de un paraje demasiado bello para olvidarlo.

Antes de hablar con sus gentes, me acerco a su Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, donde alberga tallas de Nicolás de Bussy y de Francisco Salzillo. Cuando entro en la iglesia, Rosario y Elena me reciben con una mirada franca y limpia; como tantas otras mujeres, dedican parte de su tiempo libre a la iglesia, me hablan de las esculturas, me abren sus vitrinas y un poco sus corazones. Por encontrarte gente así, merece la pena recorrer la Región. Ojalá que los frescos encontrados en el interior de la iglesia encuentren ayuda pronto para ser recuperados.

Si buscan un lugar que no ha perdido su esencia, bienvenidos al rincón insólito de la semana: un sitio con identidad propia

En la puerta, El Álamo, símbolo de la ciudad, lugar donde este próximo año me he comprometido a ir a ver su única y diferente ‘Quema de Judas’. Me cuentan en qué consiste, y tengo ganas de verlo. Este árbol, salvando las distancias, es su particular ‘Árbol del Guernika de Albudeite’.

Antes de subir a la Ermita en La Muela, recorro sus estrechas calles, pasamos por La Pila, lugar histórico de la ciudad y que le da la mano al restaurante en el que me han prometido que voy a probar el mejor guiso de potaje de acelgas de toda la comarca. La parte antigua, a modo de isla entre su rambla y el río Mula, configura un lugar pintoresco; una lástima que sus calles no estén llenas de flores y plantas, sin duda podría convertirse en uno de los pueblos más bonitos de la zona.

Arco en la Vía Verde del Noroeste

La noche de las luciérnagas

A veces el destino te regala conocer gente como Antonio Carlos, hijo de panaderos, panadero y padre de panadero y pastelero (su hijo Juan Carlos dirige Fermento en Murcia), amante de su pueblo, y por suerte para la localidad, un gran fotógrafo. En una de sus fotografías nació La Noche de las Luciérnagas, el próximo año se celebrará como siempre, la tercera luna de marzo, es decir, los días 18 y 19.

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La Noche de las Luciérnagas en Albudeite La Opinión de Murcia

Otra fecha más en mi agenda, sobre todo después de escuchar a gente como él hablar de su rincón, de su historia. Cuando me cuenta la vida de aquella fotografía nocturna que salió en televisión española, hace ya más de un lustro, aún se eriza su piel y se le humedecen los ojos. Tiene en mente mejorar cada año esta travesía única y mágica, «ya está declarada Bien de Interés Turístico», me dice, «y cuando pasen cinco años más, vamos a por la declaración de Fiesta de Interés Turístico Regional»; y cuando le escuchas soñar, no tengo dudas de que lo conseguirá.

Más de quince personas colaboran en este evento, en el que se suman cincuenta voluntarios. Y si se emociona hablando de su noche, aún se siente más orgulloso cuando entregan el dinero recaudado a organizaciones que luchan contra enfermedades y desgracias. Lástima que no haya un par de Antonio Carlos en cada municipio de la Región.

La Muela: un balcón privilegiado

Nos vamos a La Muela, un cabezo prácticamente plano, que vigila cada día y cada noche Albudeite. Allí su Ermita se esconde entre pinares esperando cada año su romería para abrirse de par en par a su Virgen de los Remedios. A su lado, un albergue que yace cerrado sin sentido, espero que algún día este lugar sea puesto en valor como se merece, y es que cuando uno tiene un balcón privilegiado, lo último que hay que hacer es cerrarlo.

La Ermita de La Muela

Ya llegó la hora de comer, pero antes cruzamos la Vía Verde del Noroeste, el famoso Camino de la Cruz, uno de esos tramos olvidados como el pueblo. Su estación de ferrocarril, cerrada, es el mejor ejemplo de que aún queda mucho que hacer para parecernos en algo al Camino de Santiago. Paramos un momento en su arco, el agua corre sobre él, el cielo se dibuja azul, sus paredes al fondo son áridas a reventar, pero todo junto, configuran una imagen diferente, única.

Antes de que Isabel, con experiencia en mil cocinas, nos ponga sobre la mesa su plato de cuchara elegido, hacemos parada en el Fatin (Bar Tinfana), donde Ana elabora unas marineras que nada tienen que envidiar a las de la Plaza de las Flores. Pero si me dan a elegir, como dice la canción, me quedo con su tosta de pimiento, ñora, cebolla, aceite y bacalao.

Y por fin llegamos al Bar La Pila, en el que desde hace pocas semanas ha tomado las riendas Isabel, albuitera de pro, pero con una mano especial para la cocina de cuchara.

Guiso de potaje de acelgas del Bar La Pila

Cuando aparece bien presentado el guiso de potaje de acelgas, con dos buñuelos de bacalao y un huevo duro partido, Sebastián y yo nos miramos. Diez minutos después, me levanto a felicitarla. Si un día de estos no tienen nada mejor que hacer, a veinte minutos de Murcia, vengan a comerse este guiso, con un precio muy asequible, pero con un sabor difícil de superar.

Me alejo de Albudeite, dejo su noria que ahora sirve de exposición. Lo único que tengo claro es que volveré.

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