Da nombre al que quizás sea uno de los valles más bonitos de todo el Mediterráneo, pero curiosamente, Ricote se erige firme y erguido sobre el propio valle, como si fuera un padre orgulloso de sus hijos al verlos crecer.

Ricote sigue ahí, inamovible, imperturbable, el tiempo apenas pasa por él, a pesar de seguir perdiendo habitantes gota a gota; ha pasado de tener cerca de tres mil almas a principios del siglo XX, a poco más de 1.200 según los últimos datos del INE. Este municipio tiene un reto muy importante, cortar la hemorragia continua de pérdida de habitantes, pero la mejor noticia es que tiene talento, comunicaciones y una oferta turística (patrimonio, deporte, cultura, paisajes, gastronomía...) lo suficientemente atractiva para convertirse en uno de los principales motores económicos de la ciudad. Solo tiene que apostar por ella.

La Ermita de la Virgen de las Huertas Ayuntamiento de Ricote

Desde su Palacio de Llamas a La Casa de la Encomienda, desde su Ermita de San José a la de la Virgen del Oro, desde su Castillo a la Ermita de la Virgen de las Huertas. Ricote tiene no solo mucho que mostrar, sino también que recuperar. Sin duda, lo mejor de este municipio está por llegar.

Reconozco que hacía tiempo que no volvía por este lugar, la última vez fue para despedir no solo a una de mis mejores amigas, sino a una de las personas más nobles y buenas que he conocido en mí vida. Ahora, cuando he vuelto, ha sido como regresar para cerrar una herida, y me he encontrado un pueblo prácticamente igual que lo dejé, y eso se lo agradeceré siempre. Muy pocos lugares pueden decir, como dice su alcalde, Rubén Carrasco, que su espíritu sigue ahí, intacto, lleno de historias y recuerdos, de calles encantadas y revueltas sufridas, de plazuelas enamoradas y rincones encantados.

El valle de Ricote es uno de los más bonitos de todo el Mediterráneo.

Pasear por esta villa es volver a nuestro pasado más cercano, es contactar con la esencia de sus gentes, ver esas sillas como vigilando sus portales, asomarte desde su altanería a ver el río Segura bajo tus pies (al menos una vez en la vida te aconsejo bajar a Ojós desde Ricote por un camino tan empinado como espectacular. No perderse la Olivera Gorda, un olivo milenario con más de siete metros de altura y seis metros y medio de perímetro); o, cuando llega febrero, ver sus campos de almendros regando tu mirada de blancos y rosas es un lujo que tenemos un millón y medio de murcianos a la vuelta de la esquina.

Ahora, en esta época del año, cuando el sol sigue siendo un aliado, cuando los atardeceres se convierten en paseos de dibujos animados, es muy recomendable conocer uno de sus mejores secretos a través de su ‘Ruta de la Huerta’, por cierto, muy bien explicada en su página web. Y es que pocos lugares ofrecen en poco más de una hora de paseo que transcurre de la mano, no solo de palmeras, olivos, nogales, higueras, almendros, perales, algarrobos y granados, sino de historia y balsas.

El Palacio de Llamas es un ejemplo de lo mucho que esta localidad tiene para mostrar

El senderismo encuentra aquí su razón de ser

Si hay algo de lo que puede presumir Ricote es de ser una de las cunas del senderismo, aquí los amantes del deporte, tanto a pie como en bicicleta, encuentran su hábitat natural, y es que cuando una localidad se sitúa entre Caputa, Pantano de Alfonso XIII, Navela, Collado de la Madera, etc., tiene ya mucho camino recorrido. Merecen una lectura detenida las diez rutas del Valle de Ricote que ofrece el Ayuntamiento, desde las Huellas del Pasado hasta Viajeros del Tiempo, pasando por sus Caminos de Pasión, y así hasta siete alternativas más en una oferta más que interesante.

Gastronomía a pie de calle

Mucha gente ha llegado hasta esta localidad en busca de su gastronomía, incluso recuerdo aquellas bodegas familiares y caseras que ofrecían un vino diferente. Aún guardo, no solo en mi memoria, sino en un rincón de mi casa, una bota de vino que Fabiola Miñano Palazón me regaló con mi nombre. Y es que Ricote, más allá de paisajes, sendas, huertas, iglesias y monumentos, es sobre todo, alma.

Iglesia de San Sebastián

Ojalá que aquellos platos de cuchara y tradición que aún perduran en muchas casas, esos dulces y postres con reminiscencias árabes que siguen, cada vez menos, haciéndose en algunos rincones, encuentren dentro de poco un escaparate donde exponerlos. Estoy seguro que si algún día se recuperan, se convertirán en un motivo más para visitar este lugar.

Un paseo por su pasado

No deje un día de acercarse a esta localidad, y, en medio de la soledad, recorrer su pequeño pero intenso casco histórico, desde la Plaza de Santiago hasta el Mirador del Manaor, pasando por sus calles redobladas y a veces escondidas, y déjese llevar por la magia de este lugar, que, como dice su alcalde, sentirá el espíritu rural en su propia piel.

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