Hoy domingo despedimos aquí en Murcia a nuestro paisano Sebastián Chico que, tras unos meses de obispo auxiliar de José Manuel Lorca Planes, en esta ciudad, ha sido nombrado por el Papa Francisco obispo de Jaén. Le acompañarán en su toma de posesión un grupo de curas murcianos. A mí mis achaques de salud no me permiten hacer el viaje. Acompaño a mi amigo Sebastián con mi afecto y mi oración. Ojalá le vaya muy bien en la difícil tarea que le espera en Andalucía. No es fácil, en esta época, ser obispo.

Estoy recordando a unos amigos de Jaén a quienes recomiendo y pido que acojan con los brazos abiertos a su nuevo obispo. Desde Murcia le mandamos un excelente sacerdote, un cura sencillo, trabajador, humilde y cercano a todos.

¡Hasta mañana, querido obispo Sebastián! Vamos a quedar relativamente cerca y por tanto nuestro abrazo de despedida será breve. Felicidades por tu nombramiento y esperamos que trabajes como Obispo con la sencillez, la comprensión y la inquietud con que te hemos visto trabajar aquí.

Que la Virgen de las Maravillas, patrona de tu Cehegín natal. te ayude y te bendiga y te cobije bajo su manto como hace con todos los cehegineros.

Posdata

La espiritualidad es un espacio interior de la persona que debe ser protegido, porque es sagrado. La inmunidad espiritual, que la covid-19 no ha conseguido minar, es la respuesta a agentes externos nocivos que atacan directamente a la dimensión transcendente del ser humano «creado por Dios a su imagen y semejanza» (Gn 1,26). Algunos sentenciaron por su cuenta y riesgo la «muerte de Dios» y otros «se olvidaron de Dios», pero de ahí no pasó. La úlcera abierta vomitó su veneno y brotó una nueva vida sobre la tierra. En unos casos, la pandemia propició el «encuentro» con Dios y en otros «acrisoló» la fe en Él. Dios, más que un refugio, era Luz en la noche oscura y respuesta a muchas preguntas difíciles de responder.

El tiempo de Navidad nos recuerda que «tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo unigénito para que todo el que cree en Él tenga vida eterna, porque no vino para condenar al mundo sino para salvarlo» Jn 3,16).