El siglo XVI comenzó con extrema violencia en Murcia hasta el punto que el procurador síndico del Concejo, Don Diego de Lara, tiene que hacer una memoria fechada en 1514 para que el Corregidor tuviera noticias concretas de las muertes violentas que se sucedían en la ciudad con total impunidad. Estas son algunas de las más curiosas extraídas de esas memorias: «A un genovés residente en la ciudad le salieron de noche unos malhechores y le cortaron el pie derecho. No se encontró a los culpables. Junto a la Iglesia de San Andrés movieron pelea hombres de este barrio en la que murió uno de ellos conocido como 'el Escortel'. El asesino se encerró en la Iglesia, se subió al campanario y se acogió a sagrado. Tras pedir permiso al Provisor de la orden autorizó a que subieran por él y el aguacil Jaén subió al campanario y lo apresó. Pero al sacarlo, los amigos montaron tal revuelo con la justicia que el agresor se les escapó. Al día siguiente, en el mismo barrio, mataron a un tal Buenavista y no se indagó quien fue ni porque lo hizo. A otro hombre lo mataron a palos entre varios y no se halló culpable. Lo encontraron apaleado y reventado en el Portillo de San Antonio. A un mancebo de Orihuela que llego al mesón de Monteros en Vidrieros le acuchillaron entre cinco malhechores y lo mataron. Al día siguiente, según esta memoria, los asesinos estaban en el mismo mesón cantando y bebiendo sin que nadie hiciera nada por apresarlos. Igualmente, se queja el procurador, fue asesinado el mozo de un barbero y ni siquiera se hizo información del crimen. Se le enterró el mismo día y no se avisó a nadie de su violenta muerte. Por otro lado, llama la atención, el caso de unos vecinos de Puebla de Soto conocidos como 'los Morones' que acuchillaron en pleno corazón de la ciudad de Murcia a Antonio, el conocido criado de Don Antonio Morella Fajardo. El Alcalde los juzgó y condenó a que les cortasen la mano derecha. Pero la pena jamás se impuso, dice el procurador, y requerido el alcalde para que ordenase ejecutar el dicho castigo contestó que no quería. Este clan de 'los Morones' envalentonados con el miedo que le tenía el Alcalde a ellos, un día salieron al paso de otro vecino de Murcia con el que habían discutido y acometiéndole con sus lanzas le dejaron morir en mitad de la calle. Nunca fueron detenidos y siguieron cometiendo asesinatos».