Las casas de La Aparecida estaban ayer por la tarde vacías. Los vecinos de la pedanía oriolana quisieron consolar a los familiares de Carmen Gea Marcos, la mujer asesinada a golpes en El Raal por un magrebí al que la Guardia Civil sigue buscando.

El funeral comenzó a las cuatro y media en la parroquia Nuestra Señora del Belén. Media hora antes, la plaza ya estaba abarrotada. Con semblante triste, la gente se agrupaba en corrillos compartiendo el mismo tema de conversación: la muerte injusta de Carmen y la conmoción que había causado en la pequeña población.

Y entre la muchedumbre apareció el féretro de Carmen. Dos vehículos llenos de coronas con cientos de flores acompañando a la fallecida. De sus hijos, de sus nietos, de sus vecinos, de sus amigos... de todos los que la han acompañado y querido hasta su último día de vida. Junto al cuerpo de Carmen caminaban su viudo, Manuel Cámara, sus cuatro hijos, Mari Carmen, Julia, Maria Trinidad y Manuel Joaquín, y sus nietos, de corta edad.

Estaban destrozados de dolor y visiblemente exhaustos después de cuatro días sin descanso. De esa pena estremecedora y de la sensación de injusticia por el cruel asesinato se hizo eco el párroco de La Aparecida, Juan Miguel. «¿Por qué?, señor, ¿por qué suceden estas desgracias? Nadie tiene respuesta porque no hay respuesta», comenzó la misa el cura. «Tenemos todo el derecho del mundo a estar enfadados contigo porque no entendemos nada», apostilló.

Casi nadie pudo reprimir las lágrimas cuando el párroco recordó los últimos instantes de vida de Carmen: «El pasado lunes, tres mujeres de nuestro pueblo salieron a caminar, como hacían siempre. Y en un momento, una persona le arrancó el alma a Carmen».

El sacerdote terminó su homilía dedicando unas palabras a la bondad de Carmen, su mayor cualidad. «Tenía el corazón limpio», recordó, comparando a la fallecida con Jesucristo. «Como ella, otro inocente, el Señor, también fue asesinado».

La parroquia se había quedado pequeña para acoger a todas las personas que querían dar el pésame a la familia, más de tres mil. Las puertas de la iglesia estaban colapsadas. Entre la muchedumbre, el primo hermano del suegro de Carmen, el alcalde Miguel Ángel Cámara, escuchaba atento las palabras del párroco, junto a la exalcaldesa de Orihuela Mónica Lorente. «El padre de su viudo es mi primo hermano... Estamos hundidos, esto es una tragedia que no responde a ninguna explicación, es una locura», lamentaba el regidor murciano, que se fundió en un emotivo abrazo con el viudo de Carmen.

El apoyo de la exalcaldesa de Orihuela también fue reconfortante para el viudo de la fallecida, que ha sido alcalde pedáneo coincidiendo con el mandato de Lorente. «Siempre se ha volcado con sus vecinos para ayudarles, además de pedáneo ha sido síndico de noria, es un hombre muy querido por todos, por eso ha venido tanta gente y está aquí toda la huerta de la Vega Baja», detalló la exalcaldesa.

Como es tradición en la zona, el féretro de Carmen se instaló en la calle y sus familiares aguardaron junto al cuerpo sin vida para que los vecinos, caminando como en una procesión, pasaran junto a ellos para darles el pésame. Unos minutos difíciles previos a la llegada al cementerio, donde los familiares se despidieron del cuerpo de Carmen, cuyos órganos donados han servido para dar vida a otras personas. Una señal de su bondad.