Especial Fiestas de Ricote 2023

Misión imperiosa: ver al señor marqués

Totem interactivo de información turística en la Plaza de España de Ricote.

Totem interactivo de información turística en la Plaza de España de Ricote.

Antonio Pérez Moreno 'Antoñete'

Bajo la subvención de la Consejería de Presidencia, Turismo y Deportes de la Dirección General de competitividad y calides de junio de 2022 en la Plaza de España, un Totem interactivo de información turística.

De un lugar derminado del campo de Ricote, de cuyo nombre guardo un grato recuerdo, voy a contar un hecho, muy relevante para mí, acaecido allá por los años 60. En el corazón de dicha extensión (y más concretamente en la pedanía de ) existe una vieja mansión, estilo palacete, llamada comúnmente ‘Casa del Marqués’, en honor a , como así se indica en la Puerta Principal de dicho inmueble y en la verja exterior, que lo adorna, muy pomposamente.

Pero, a lo que íbamos, un buen día se presentó en la explanada de la referida Casa Señorial, una familia de étnia gitana, compuesta por un matrimonio, que ni calcados a las figuras entrañables de Lola Flores y Miguel Ligero, y seis churumbeles, con pinta de ser muy traviesos y más malos que el demonio -gracia aparte- con un objetivo muy concreto e irrenunciable, que pregonaban de esta guisa y modo tan rampante: «¡Venimos a cumplimentar al Sr. Marqués!»

Nada más llegar, para empezar, arman tal zapatiesta, que lo primero que se le ocurrió, fue montar en sus proximidades, un gran tablao flamenco, con todos los adornos propios del género. A base de canciones gitanas, de lo más surtidas, y música de guitarra, con tal estrépito y algarabía, que asustaron no solo a las gallinas, sino a los vecinos más tranquilos del barrio. Y no digamos del casero de la parcela, un hombretón más alto que un castillo, pero más bueno que el pan, que lo tenían por sus travesuras, en un sin vivir. Llamado Sebastián Sánchez Palazón y, por más señas, hermano de ‘la Canuta’, la suegra de Francisco el Carnicero.

Pero como el tiempo transcurría, y la ruidosa comitiva no levantaba el ala, por muchas que fueran las excusas que le adujesen, para justificar su incomparecencia, recalcándoles, una y otra vez, que el marqués estaba de cacería y que tardaría aún mucho en llegar. Ante lo cual, se plantaron, se cerraron en banda, diciéndoles, que todas sus explicaciones le parecían muy bien, pero que de allí no se iban, hasta ver al marqués en persona. Con tal severidad, que más que una simple visita de cortesía o puro fetichismo, parecía un compromiso ético, yéndoles la vida en el empeño.

Así las cosas, y ante el cariz que tomaba el asunto, hubo que proyectar una hábil estratagema, para que los tales pusiesen los pies en polvorosa , y mejor antes que después. Ya que, en su defecto, no había más pavos que comer, y las existencias alimenticias estaban al mínimo, peligrando las estabilidaddel cortijo.

A tal fin, vistieron, muy elegantemente, al dueño de la casa (D. Germán Alvarez-Castellanos Larrosa, abogado de campanillas y militar de Marina, de alto rango) con un vistoso frac, una chistera, un bináculo de mano, un bigote de carnaval, (que parecía el mostacho de Groucho Marx) y un bastón con empuñadura de plata, para darles el pego.

Lo emplazaron en el arranque de la escalera principal, con tal prestancia que parecía un sitial cardenalicio, en un vetusto sillón del despacho e hicieron pasar a toda la troupe, de la forma más ordenada y respetuosa. Desfilando ante su autoridad, en orden jerárquico: primero el padre, con la gayá que le otorgaba el mando, como jefe de la tribu; luego su mujer, con todas sus jojas y joyones y, por último, toda su prole, con sus seis hijos, de mayor a menor. Prodigándoles los progenitores las más extrañas reverencias, casi estrafalarias, y besándole la mano y la gente menuda, o los gitanillos, de una forma más distendida, pero muy graciosa. Haciendo alarde de su espléndida condición física, que culminó el rodrejo de la estirpe, (más negro que un tizón y que parecía el mismísimo Michael Jackson) con un triple salto mortal, que mereció el aplauso unánime de la concurrencia.

Después de tan vistosa presentación y como acción de gracias, los ‘invitados’, brindaron a los dueños de la casa, incluido el Sr Marqués, de ‘matute’, como final de fiesta, un fenomenal baile flamenco, con lo mejorcito de sus creaciones (por soleas y por fandangos) siendo muy de su agrado. Tanto que, como despedida, y en justa correspondencia, ¡por fín!, les obsequiaron con unas muy ricas y delicadas viandas, de los restos que quedaban en su precaria despensa.

Transcurrido lo cual y cumplido su objetivo se marcharon con la música a otra parte, haciendo de las ‘suyas’. Y, colorín colorado, esta anécdota se ha acabado.