La investigación de los crímenes que han prescrito (cuyos autores, aunque se esclarezca, no pueden ser llevados ante la Justicia) pasa a ocupar un último lugar en las tareas habituales de los agentes. El teniente jefe del área de Delitos contra las Personas de la Guardia Civil en la Región trabaja con un equipo es dejarse la piel en esclarecer primero los homicidios que aún pueden llegar a los tribunales. El más antiguo que hay ahora mismo abierto data de febrero del año 2003. El escenario, la población murciana de Corvera. Apareció un cadáver en un pozo de una zona conocida como La Almazara de los Pelaos. Era el del empresario José García Martínez, de 35 años, que regentaba una empresa de compraventa de vehículos en la pedanía murciana de Sangonera la Seca. A este hombre le perdió la pista un mes antes del hallazgo.

Arrancó la investigación. Y lo hizo en una época en la que «empezaba el repunte de las pruebas de ADN», rememora el teniente. Se encontraron restos biológicos en el cuerpo, que presentaba signos evidentes de violencia. Pero de nadie que estuviese fichado. Se investigó el entorno del hombre y se sospechó que podría haberse debido todo a un ajuste de cuentas. Han pasado 16 años de aquello y el caso no está cerrado. No se detuvo a nadie. Y es que la Benemérita ha de tener «pruebas suficientes» para llegar a practicar un arresto, señala el teniente. Pese a pasar más de una década de aquello, no obstante, «no se dejan los casos», subraya al respecto. «Lo único que nos detiene es la prescripción», asegura este profesional del Cuerpo.

En el crimen de 2003 «la tecnología no había avanzado lo suficiente», lamenta el teniente, al tiempo que resalta que «se hizo todo lo que se pudo». Sin coincidencias en el ADN, que bien habrían facilitado las cosas, «se tomaron huellas y muestras de calzado», además de indagar lo más importante: «las relaciones de la persona», hace hincapié el responsable del área.

En este sentido, argumenta que «los homicidios profesionales, por suerte, en España no están tan avanzados». Esto es, que la gente no suele optar por contratar a un sicario para no mancharse las manos. El modo de matar, en general, es «más pasional», lo que implica que hay «relación íntima entre víctima y autor», ya sea de corte laboral, familiar o sentimental.

No es el único crimen antiguo que sigue investigando la Benemérita en la Región. Allá por 2008, aparecían los restos mortales de una persona en la zona del Puerto de Mazarrón. El cuerpo se encontraba en avanzado estado de descomposición. Tanto, que tuvieron que pasar ocho años, hasta 2016, para que fuese identificado. Se trataba de un varón. El cadáver presentaba heridas de arma blanca. Apareció en un paraje cerca de la playa. Más de una década después, sigue sin saberse qué hay detrás de aquella historia, quién o quiénes dieron muerte a este hombre y por qué.