Cuando se pasaba horas enteras por el monte, Alberto Hernández Cortés «decía que veía por la noche», contaba recientemente, en rueda de prensa, el portavoz de su familia, Diego Carvajal. Por eso sus allegados insistían: conoce la zona (la sierra por donde se le ha buscado desde hace días) perfectamente, sabe lo que es.

Ahora, la teoría de que el joven se hubiese perdido en el monte pierde fuelle. Los investigadores barajan la hipótesis de que ni siquiera llegase a estar en Sierra Espuña: no hay un solo resto biológico ni pisadas que parezcan pertenecer al chico, ni los perros entrenados expresamente han hallado un rastro de Alberto. El pasado sábado, la búsqueda se daba por finalizada. Sin resultados.

Los profesionales del Instituto Armado que se han hecho cargo del caso han abierto «otras líneas de investigación». Una de ellas, la de que el joven se haya ido porque ha querido, sin dar explicaciones. Sería, por tanto, una desaparición voluntaria. Al tratarse de una persona mayor de edad (que, según aseguran sus allegados, no tiene problemas psiquiátricos, porque «convive en un entorno de médicos y se le hizo un análisis que descartaba por completo algún tipo de anomalía»), si se confirma que se ha ido porque así lo desea, no se le puede obligar a regresar.

Se da la circunstancia de que dos mujeres de un pueblo de la Región indicaron hace unos días (y así lo pusieron en conocimiento de los investigadores) que habían visto al joven en su población. Lo reconocieron gracias a los carteles que empapelan calles y se difunden por Internet. Pero ya no sabían dónde estaba el chico.

El Cuerpo no descarta otras vías de investigación, que no se revelan para que no quede comprometida la misma.