El gobierno ha impuesto el toque de queda en las provincias de Bagdad, Al Anbar, Salahedín y Baquba (estas tres últimas contiguas a Bagdad en el oeste, norte y este, respectivamente) para evitar posibles atentados en reacción por la sentencia contra Sadam y sus lugartenientes.

También el aeropuerto de Bagdad ha sido cerrado al tráfico durante todo el día.

Las calles de la capital aparecen casi vacías, y solo se ven policías y soldados, al igual que ha sucedido en los últimos años en los días de convocatorias electorales.

El fiscal jefe ha pedido la pena de muerte para Sadam y tres de sus colaboradores. Sadam ha pedido que, en caso de ser ejecutado, sea ante un pelotón de fusilamiento, y no en la horca.

La mayoría de ciudadanos iraquíes se han quedado encerrados en sus casas, atentos a sus televisores para ver en directo la sentencia al que fue su presidente hasta 2003, cuando fue derrocado por una invasión militar dirigida por Estados Unidos.

El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, que anteriormente ha expresado su deseo de que Sadam sea condenado a muerte, se mostró ayer más comedido en una rueda de prensa: "Espero que Sadam tenga el castigo que merece por el caso Duyail".

Al Maliki anunció que hoy pronunciaría un discurso ante el pueblo iraquí para llamar a la calma y para pedir que la gente exprese su alegría de forma ordenada.

El "caso Duyail", que ha costado el primer juicio a Sadam y sus colaboradores, ha estudiado la detención y la posterior ejecución de los 148 chiíes en la población de Duyail en 1982, como represalia por un intento frustrado de asesinato de Sadam cuando su convoy presidencial atravesaba el pueblo.

El jefe de la defensa de Sadam, Jalil al Duleimi, pidió el viernes un aplazamiento de sesenta días para pronunciar la sentencia sobre Sadam, y tener así tiempo de preparar todos los documentos necesarios, pero su demanda no ha sido atendida.