Ante un contexto tan convulso como el actual, y con expectativas de que la competencia en el tejido empresarial obligue a los trabajadores a cualificarse cada vez más y mejor, la formación se presenta como el camino hacia una inserción laboral próspera y de garantías. Y es en este panorama formativo en el que hacen aparición las dos principales alternativas a barajar entre los futuros trabajadores: estudios universitarios y FP. En los últimos años se ha debatido bastante acerca de los beneficios de cada una de estas opciones formativas, planteándose incluso una ‘batalla’ por ver cuál se llevaba el gato al agua en cuanto a tasa de empleabilidad, duelo que según el último Observatorio de las Ocupaciones del SEPE se lleva la FP, con un 42,2 % frente al 38,5 % de los estudios universitarios.

Una elección (aunque se ha demostrado que ambas opciones formativas pueden ser compatibles) que ha llevado a los estudios universitarios y a la Formación Profesional a mejorar sus ofertas año tras año. Además, los acontecimientos más recientes, entre los que destaca la pandemia de covid-19 de 2020, han impulsado tendencias que en el apartado universitario se han traducido en un paso al frente de la tecnología. La participación más proactiva por parte del alumnado, una educación basada en competencias y el microaprendizaje, una estrategia que trata de concentrar los conocimientos, son algunas de las tendencias que viene experimentando la educación universitaria.

En este ámbito cabe destacar también la nueva reforma universitaria, y es que tras la reciente presentación del anteproyecto de la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), se busca europeizar e internacionalizar el sistema universitario español, aumentar la financiación de las universidades públicas y dar más voz a los estudiantes.

La otra gran protagonista de la formación en España, la FP, ha demostrado que tiene tirón entre la sociedad, patente al observar que no solo es el sector más activo en la contratación, sino también el más demandado. La propia Formación Profesional cuenta desde 2018 con el decidido apoyo del Gobierno nacional, que puso en marcha un plan de modernización destinando 7.700 millones a estas enseñanzas, y desarrolló la Alianza por la FP, una red de trabajo que busca sumar esfuerzos entre administraciones, empresas, entidades del tercer sector y agentes sociales.

Ya sea a través de estudios universitarios o mediante ciclos formativos de grado superior, conocidos comúnmente como Formación Profesional, el abanico de oportunidades que se le ofrece al estudiantado para afrontar con las máximas garantías su entrada al mundo laboral evoluciona día tras día. Cada una de estas alternativas con sus ventajas y particularidades, pero con algo en común: un futuro laboral de calidad tiene como punto de partida la Universidad o la Formación Profesional.

La compatibilidad entre la Universidad y la FP

Pese a lo que muchos puedan pensar, los estudios universitarios no están reñidos con la Formación Profesional. Ambas alternativas pueden, incluso, ser compatibles en la trayectoria formativa cuyo fin último es la incorporación en las mejores condiciones al mercado laboral. Esta compatibilidad queda reforzada si atendemos al dato de que el 20% de egresados universitarios cursa una FP al acabar la carrera, con el objetivo de aumentar la aumentar la formación y la inserción laboral. Entre las áreas universitarias en las que más se da este ‘puente’ destacan las Ciencias de la Salud y las Ciencias Sociales y Jurídicas.

Estos datos, presentados en el último estudio del Observatorio de la FP de CaixaBank Dualiza, también resaltan la relación entre la experiencia en el mercado laboral y el deseo de cursar una FP, pues más del 25% de los graduados universitarios de 35 años o más se acaba matriculando en FP frente a algo menos del 7% de los menos de 30.