El 8 de septiembre de 1888, en el arsenal de la Carraca (Cádiz), tuvo lugar la botadura, y primeras pruebas, del prototipo del primer buque submarino impulsado por energía eléctrica, diseñado con fines militares (lanzatorpedos incluido) por el teniente de navío Isaac Peral. El éxito obtenido por la embarcación fue aplaudido y vitoreado por los asistentes (a las damas participantes les fue regalado un abanico impreso que recogía memoria del evento) y reflejado en las crónicas de la época; numerosos medios periodísticos se hicieron eco del triunfal suceso y los homenajes a Peral se sucedieron.

En 1890 se animó con carteles, a la población de Madrid, a recibir en Atocha al ingeniero cartagenero Isaac Peral inventor del submarino. Llegarían a editarse numerosas postales y carteles litográficos, algunos con la efigie de Peral rodeada de escenas narrando lo sucedido en la Bahía de Cádiz. El que aquí presentamos, conservado en la Biblioteca Nacional, es una estampa, impresa en la litografía de don José María Mateu en 1889, que representa el momento del lanzamiento de un torpedo desde el submarino y el impacto ocasionado en un navío cercano.

Un cartel, editado para enmarcar, de evidente conexión con los antiguos pliegos y grabados, impresos a partir de planchas de madera, luego metálicas y finalmente litográficas, que recogen hechos de armas y vistas de puertos y ciudades, tan abundantes a lo largo de los siglos XVIII y XIX en clara relación con la idea de lo pintoresco, lo romántico, lo exótico y, desde luego, con la moda del Grand Tour.

Las loas a Peral lo convirtieron en un héroe efímero: Se compusieron piezas musicales en su honor, vals, polkas, pasacalles… Incluso, una bodega jerezana dio su nombre a un coñac. Pero la euforia duró poco tiempo, en 1891 se boicotea y abandona el proyecto de buque submarino torpedero; incluso la figura del inventor es vilipendiada.

Es curioso que el almirante estadounidense George Dewey, al mando de la fuerza naval que destruyó la escuadra española en Santiago de Cuba, escribiera en sus memorias: «Si España hubiese tenido allí un solo submarino torpedero como el inventado por el señor Peral, reconozco que yo no habría podido mantener el bloqueo de Santiago ni 24 horas».