Jornada de tributos en Jazz San Javier. De un lado, celebración del centenario de Thelonious Monk, uno de los compositores jazzísticos más importantes junto a Duke Ellington; de otro, se conmemoró el 50º aniversario del album que grabaron juntos Frank Sinatra y Antônio Carlos Jobim. Una velada disfrutable en la que se entregó el Premio del Festival a John Pizzarelli.

Crecer debajo del piano de Thelonious Monk (con Art Blakey, Oscar Pettiford y muchos otros en el salón) iluminaría el destino de cualquiera. T. S. Monk tiene el jazz en la sangre. Max Roach le enseñó a tocar la batería. El jazz forma parte de su linaje, pero T.S. ha recalado en otros mundos (pop, r&b€. ). Su carrera ha sido errática pero, como el hijo pródigo, regresó al jazz a principios de 1990; fue Johnny Griffin quien lo trajo de vuelta a la música. Le ofreció un puesto en su banda.

El T.S. Monk´s sextet tocó ardientmente bop y hard bop. Lo componen músicos que dominan un jazz fluido. Los parlamentos de Monk quizás restaban a veces protagonismo a la música y tenian algo de exhibicionismo, pero el público estaba encantado.

Evidence mostró la capacidad de expansión que Thelonious padre le dio a su música, y la capacidad del hijo para hacerla suya respetuosamente.

La banda sabía resolver con soltura las dificultades de la música de Monk. Theo Hill hizo el papel del gran pianista, y no se puede obviar la labor de los legendarios saxofonistas Patience Higgins, que protagonizó algunos de los solos más destacados, y Willie Williams, ni del contrabajista Belden Bullock, acompañante de Abdullah Ibrahim; un conjunto compacto que ha sabido reunir T.S. Monk. Quizás sea su mérito principal.

El sextet se abrió paso con elegancia en One by One, de Wayne Shorter (con un espectacular solo del trompetista Randall Haywood) y un original de T.S. Monk, Sierra, dedicado a su hija, sonó ágil y vivaz.

La primacía musical llegó en la despedida con Round Midnight. T.S. Monk dijo que era la pieza más popular y difícil de tocar. La hicieron más rápida, pero también conmovedora, atrevida, emocionante.

La aportación de Nnenna Freelon le dió un tono más ligero al recital: sedujo a la audiencia de manera especial con ese excelente e intenso Skylark de Johnny Mercer, acompañada por el contrabajista, o sus acelerados e intensos ´scats´ emulando una trompeta con sordina. Nnenna Freelon, que tuvo una intervención fugaz, ha hecho carrera revisando viejos 'standards' del género para ponerlos en una perspectiva moderna, tamizados a través de una voz formidable, fresca y sensual con la que interpretó una emotiva versión de Nature Boy.

Nnenna tiene una fuerte presencia escénica, puro espectáculo que entra por los oídos y por los ojos.

Algo de imposible hubo siempre en la música de Monk, irreverente, fuerte, carnal. Durante muchos años desconcertó, y todavía mantiene el filo de su novedad; delicadeza y disonancia, eso que se llamó el ´sonido de la sorpresa´. Aunque no abundaron las sorpresas, sí fue una buena oportunidad para valorar las composiones de este visionario, que genera una inmediata reverencia entre los entendidos nada más pronunciarse su nombre.

Cincuenta años han pasado del encuentro de Sinatra y Jobim, que dio el fruto de una grabación para la historia. La bossa nova era una nueva forma de hacer música. Una música que exige cantar como quien habla al oído de una mujer. Dado que Pizzarelli es un cantante-guitarrista capaz de ser Sinatra para Jobim, este encuentro crucial era adecuado para una celebración.

Al dulce ritmo de la bossa nova, John Pizzarelli sedujo junto a Daniel Jobim tocando la música de su abuelo Antonio Carlos y algunos clásicos del Great American Songbook con aroma bossa. Deleitó con sus anécdotas sobre las canciones, tocó la guitarra y cantó apasionado e inspirado. Jobim añadía el toque brasileño sentado a su lado, tocado con un sombrero blanco, sonriendo y cantando sin alzar la voz. Ambos charlaban como amigos, y todos asistíamos embelesados a su conversación.

Pizzarelli comentó su primer encuentro con Sinatra: «Tienes mala cara, come algo», fue todo que le dijo el cantante de los ojos ´como el azul de una llama de gas´.

Empezaron con Baubles, Bangles and Beads, uno de los tres standards del álbum original que habían sido arreglados como bossanovas. Pizzarelli tocó casi todo el concierto la guitarra con cuerdas de nylon, más tradicional para la música brasileña, que su acostumbrada de siete cuerdas.

Los otros miembros del cuarteto iban elegantemente uniformados, y cumplían eficazmente su trabajo sin apartarse de los ritmos. Siguieron canciones del álbum original: Agua de Beber, Meditation / Corcovado, One note samba, Fly me to the moon, el standard de Cole Porter I Concentrate on You, la estimulante Só Danço Samba, del primer album brasileño de Pizzarelli, Aguas de março€. Grandes canciones interpretadas con una cadencia relajada.

Pizzarelli también presentó canciones que no estaban en el álbum original, pero sí en el de homenaje. De Michael Franks hicieron Antonio´s Song, compuesta en honor de Jobim. Daniel se puso al piano para Two Kites mientras el pianista oficial tomaba unas fotos del público. Y hubo espacio para una pieza original de Pizzarelli: la canción de amor She's So Sensitive, con una oportuna cita del How Insensitive (Insensatez) de Jobim.

Para la recta final dejaron la canción más famosa de Jobim, The Girl From Ipanema, que cantaron alternando inglés y portugués. Daniel Jobim contó que su abuelo compuso la canción muy deprisa en una bolsa de papel para el pan. También tocaron el vivaracho Canto casual. Apropiado final para un concierto encantador. Tras recibir el premio del festival volvieron al escenario para hacer Aquelas Coisas Todas, de Toninho Horta, que le permitió lucirse a Pizzarelli con el scat mientras tocaba la guitarra. Fascinaba verlo utilizar sonidos paralelos con la voz y la guitarra, sin perder comba cuando el ritmo se aceleraba. El repertorio resultó infalible, una apuesta a caballo ganador.