Cuando el colegiado señaló el final del partido de ayer entre el Real Murcia y el Eldense, mi mente repitió una fase pronunciada por el filósofo francés Émile Boirac y que supuso la aparición del término ‘déjá vu’. El experto galo, tras recibir una carta de un lector que decía recordar experiencias como si ya le hubieran ocurrido en una vida anterior, reconoció que a él también le pasaba, definiendo esta sensación con la frase ‘j’ai déjà vu ce que je vois’, que en español sería algo así como ‘ya he visto lo que estoy viendo’.

Pues justo eso es lo mismo que me dije yo cuando el Eldense remontaba en Nueva Condomina y el Real Murcia se quedaba con cero puntos en su casillero. Y cuando digo que ‘ya he visto lo que estoy viendo’ no me refiero a que justo una semana antes se vivió una película parecida, aunque en esa ocasión a favor de los murcianistas, que se quedaban con la victoria después de dar la vuelta en diez minutos al 1-0 que afianzaba en el liderato a La Nucía. Tampoco me refiero a cualquier otra remontada vista en todos los años que llevo escribiendo sobre el Real Murcia. Cuando hablo de que ‘ya he visto lo que estoy viendo’ me refiero simplemente al transcurrir de las últimas temporadas, que se van repitiendo ante nuestros ojos sin que nadie en el club, y mira que han pasado presidentes y consejeros, sea capaz de poner fin al esperpento.

Porque este Real Murcia, capaz de resucitar a los muertos e incapaz de dar un golpe sobre la mesa en un grupo en el que si sobra algo es mediocridad, muestra los mismos síntomas que el Real Murcia de la pasada temporada, en el que se tuvo tanta paciencia que cuando se reaccionó ya estaba el equipo condenado a la Segunda RFEF.

O el Real Murcia de un año antes, que con las excusas de la juventud, de la falta de presupuesto y del proyecto de cantera, celebró un octavo puesto como si de un campeonato de liga se tratara. Porque este Real Murcia es el mismo Real Murcia que en el inicio de 2019 entró en una espiral de conformismo y de vulgaridad que de durar un poco más aquella liga hubiera acabado con sus huesos en el Grupo XIII de la Tercera División.

Porque desde que llegó Francisco Tornel y su KBusiness, yo llevo viendo lo mismo. Un Real Murcia incapaz de ganar dos partidos seguidos, un Real Murcia irregular que da una de cal y cien de arena, un Real Murcia al que cualquiera le pinta la cara, un Real Murcia que ha convertido Nueva Condomina en el estadio preferido de los rivales para hacerse selfies del triunfo. Da igual que venga el Eldense, el Xerez, el Pulpileño o el Mancha Real, todos vuelven a sus casas con la foto de haber puntuado en un estadio cuatro estrellas. Y, lo peor, sin pagar por el recuerdo. Pasaba en los años de Segunda B y se repite en esta temporada en el infierno de la cuarta categoría.

Porque cada jornada nos llenan de promesas y nos hablan de refrendar los tres puntos con otros tres puntos, pero siete días después llega la enésima decepción. Porque llevamos años mirando la clasificación y haciendo cuentas para colarnos entre los mejores, pero esas cuentas acaban siendo las de la lechera. Da igual que nos separe un punto, dos o tres del objetivo; da igual que sea 2019, 2020, 2021 o 2022, da igual porque acabará la liga y el Real Murcia no tendrá uno de los billetes para jugar el play off de ascenso.

Pues eso, que cuando el Eldense marcó en el 95 el 1-2 que condenó al Real Murcia en su estadio, me di cuenta que ‘ya había visto lo que estaba viendo’. Y lo mismo me ocurrió cuando bajé a la sala de prensa de Nueva Condomina y escuché a Mario Simón hablar de que había que confiar en los jugadores, de que había que dar tiempo al proyecto y de que el equipo no mereció perder. Porque esas mismas palabras se las escuché a Manolo Herrero, y a Julio Algar, y a Adrián Hernández, y a Loreto, y ahora a Mario Simón.

Porque todas esas promesas a las que el murcianismo se agarra como un náufrago a un tablón de madera que aparece en medio del mar son promesas vacías que nunca se hacen realidad. No se hicieron realidad el pasado curso, cuando durante seis meses se quiso ignorar que el equipo no ganaba dos partidos seguidos ni por equivocación; ni tiene pinta de hacerse realidad en el actual. Pero tras once jornadas sin conseguir la regularidad es más fácil pensar que se logrará en los dos próximos compromisos, que dar un golpe sobre la mesa y devolver al Real Murcia a la profesionalidad que se merece.

Mientras que dedicamos otra semana más en buscar excusas para defender la nefasta planificación deportiva de Manolo Molina o pasamos de hablar del octavo presupuesto para bajar del décimo o el undécimo, lo que haga falta para justificar a un director deportivo del montón, que nada tiene que ver con la princesa Disney que nos vendieron, ya estamos casi cerrando el mes de noviembre, y el Real Murcia no ha dormido ni una sola semana como líder del Grupo V. No solo eso, esta jornada vuelve a quedarse fuera de la zona de play off.

Porque, y perdonan que me repita, lo que estamos viendo ya lo hemos visto. Ganar de forma heroica en La Nucía, hablar de que el Real Murcia nunca muere, sacar la calculadora y empezar a hacer cuentas pensando que siete días después, en casa, se reforzará el trinfo anterior. Hasta que los siete días se agotan, llega el siguiente partido, pasan los noventa minutos, y la victoria vuela de Nueva Condomina.

Fue ayer el Eldense el que lanzó un puñal directo a la aorta grana en el minuto 95. Un gol de Julen Gutiérrez dejaba helada la grada. El 1-2 dejaba sin premio a un Real Murcia que ayer mereció un poco más, lo que no significa nada, porque hace una semana no mereció absolutamente nada y sumó tres puntos.

Un Real Murcia que cuando más cómodo se encontraba, acabó tirándolo todo por la borda. Había salvado la primera parte. Teniendo en cuenta a lo que nos habían acostumbrado en los últimos partidos, ver un par decente ya es suficiente en Nueva Condomina para aplaudir a los jugadores. Con Pablo Haro ahora como salvador, lo que refuerza el mal trabajo de Manolo Molina en la dirección deportiva, Dani García abría el marcador en el minuto 28. El gol sentó bien al Murcia, que anuló a un Eldense en el papel de ‘pagafantas’, mucho tocar y poco morder.

Se llegó al descanso sin que peligrara el marcador. Pero la lesión de Dani García lo cambió todo. Y no porque el atacante sea imprescindible. Es que Mario Simón volvió a condenar a los suyos. Con cada cambio, liaba a los suyos. Cada cambio daba más espacio al Eldense. Y mientras que el Real Murcia fallaba las ocasiones que tuvo para sentenciar, los azulgranas empezaron a meter miedo en la meta de Serna.

Pablo García, en el 71, ponía el empate y Julen Gutiérrez, aprovechando una contra, dejó completamente helada Nueva Condomina en el 95. Pero son ya tantas veces que hemos vivido lo mismo, que los disgustos son cada vez menos disgustos. Solo queda que llegue mayo, que el Real Murcia firme un octavo o un noveno puesto, y que nos vendan otro proyecto ilusionante de la mano de un director deportivo experto en milagros.