En una sola semana, Carlos Alcaraz Garfia, con 17 años y 3 meses, ha dado tres importantes saltos en su carrera deportiva. Este 'niño' prodigio de El Palmar, que es un portento físico y tiene unas condiciones innatas para jugar al tenis, alcanzó primero los cuartos de final de un Challenger; después se clasificó para unas semifinales; y finalmente ayer, sobre la tierra batida de Trieste, obtuvo el primer título de su corta carrera deportiva tras arrollar al italiano Riccardo Bonadio (6-4 y 6-3) después de llegar a perder por 0-3 el segundo set. De un plumazo saltó tres obstáculos que nunca antes había superado y sumó 105 puntos ATP que le llevarán hoy a ascender 90 puestos en el ránking y a instalarse en el 220. Además, se embolsó un premio de 12.500 euros en metálico y la admiración del mundo del deporte.

Alcaraz se convirtió en el decimoquinto jugador más joven de la historia del tenis en ganar un Challenger y el segundo español, solo superado por Rafa Nadal, quien lo consiguió en 2003 en Barletta con 16 años y 8 meses. En las tres últimas temporadas, desde el francés Félix Auger-Aliassime, un tenista tan precoz no había salido triunfador en un torneo de esta categoría. Pero el murciano, pese a no jugar un partido completo y de tener limitaciones en el saque por culpa de unos problemas en el abdomen que arrastraba desde los cuartos de final, marcó diferencias una vez más con sus dejadas letales.

El pupilo de Juan Carlos Ferrero asusta a sus rivales con su portentosa derecha. Les obliga a jugar casi desde el fondo de la pista para crear el espacio que no les deja. Y cuando Alcaraz los ve contra las cuerdas, entonces llegan sus dejadas. Ayer, en la final, realizó alrededor de veinte y las ganó todas.

En la semifinal del sábado ante Lorenzo Musetti, el murciano estuvo irregular. No se sintió cómodo sobre la pista. En el tercer set llegó a tirar la raqueta al suelo frustrado después de fallar un punto fácil. Surgieron las dudas y también empezó a aflorar un poco el cansancio por haber tenido que disputar la fase previa del torneo. Juan Carlos Ferrero tomó cartas en el asunto. Lo sentó delante de él y trabajó mentalmente en su actitud positiva. A la final de ayer salió con otro talante, más fresco mentalmente pese a que las piernas empezaban a pesar por jugar el séptimo partido en solo nueve días. Desde el primer set ya se notó un cambio en este chico que no tiene miedo a las alturas. No estaba jugando bien, pero ganaba sus servicios dejando a su rival sin puntar. Esperó hasta que encontró un resquicio en el noveno juego para hacer una rotura de servicio. Después ya solo tuvo que volver a ganar su saque para anotarse la primera manga por 6-4.

El inicio del segundo set, sin embargo, reprodujo alguno de los problemas que tuvo en semifinales. Bonadio, mucho más veterano -27 años-, se colocó con un inquietante 0-3. Pero una vez más salió a relucir su gran nivel competitivo para igualar el choque y sumar seis juegos consecutivos que dieron un vuelco al marcador y le permitieron cerrar el partido con un contundente 6-3 sin más desgaste. Por segundo día consecutivo, sin llegar a jugar el tenis que acostumbra, Alcaraz demostró que sin realizar un juego excelente también es capaz de ganar partidos, como hacen los elegidos.

Ahora Alcaraz ya no es solo un chico de Murcia, criado en la Real Sociedad Club de Campo de El Palmar, donde su padre es el director de la escuela. Muchos ojos se han posado sobre él. Pero esto, sin embargo, no le asusta porque él nunca ha tenido miedo, siempre ha querido jugar en las pistas centrales pese a que ahí se siente más la presión. Empieza a ser admirado por todo el mundo y seguido. Nike ya le firmó el pasado invierno un contrato millonario para asegurarse a la estrella del futuro del tenis. Pero ha corrido tanto que ha pasado en solo unos meses, pese al confinamiento y estar parada la competición oficial, a dejar de ser una promesa para convertirse en una realidad con la que hay que contar.