Profesor y aficionado al ciclismo. José Ramón Ramírez Gilabert (Murcia, 23 de febrero de 1974) es diplomado en Magisterio y licenciado en CAFD. Es el director del Colegio Público Alejandro Valverde, en el barrio del Infante, y un integrante de la grupeta que entrena casi a diario con Alejandro Valverde. Hace dos años fue arrollado por un coche que se dio a la fuga, aunque fue identificado el conductor.

¿Dónde están sus orígenes deportivos?

Empecé a jugar al bádminton siendo adolescente y utilizaba la carrera a pie para coger resistencia aeróbica, pero me enganché al atletismo cuando día me apunté a una carrera en el Barrio del Progreso donde acabé cuarto o quinto y me fichó un club.

¿Y se le dio bien el atletismo?

Me seleccionaron para un Campeonato de España en 1992 y allí me medí con Martín Fiz, Abel Antón y Fermín Cacho. Ese día solo escuché en vasco el 'preparados, listos ya' porque me quedé descolgado de salida. Ellos pasaron el primer kilómetro en 3:05 y yo, yendo a tope, no podía bajar de 3:15. Ese día reconduje mi vida deportiva.

¿Entonces le dio por el ciclismo?

Seguí con el bádminton, pero empecé con el ciclismo y el duatlón, donde estaba en cabeza fácil porque tenía buena base del atletismo. Pero a la misma vez empecé a picarme con la bicicleta porque salía con Juan Carlos Guillamón y Domingo Segado, pero en el momento chulo de los puertos me quedaba, no podía seguirles el ritmo como consecuencia de estar haciendo carrera a pie y bádminton. Eso me daba rabia.

¿Se quedó entonces solo con la bicicleta?

Bueno, fue lo que más me enganchó, pero también hice triatlones y corrí el Campeonato de España en Águilas. Me preparaba haciendo carreras ciclistas en amateurs, pero cuando llegaba al kilómetro cien empezaban los calambres y me tenía que retirar. Al final, después de ver a un chaval que se rompió el Aquiles delante de mí jugando al bádminton y pensar que me podía pasar eso, me centré solo en la bici.

¿Tuvo tentación de dedicarse solo al deporte?

Viví una época después de acabar COU donde me planteé dedicarme al deporte y aparcar los estudios, pero opté por lo segundo y para nada me arrepiento.

¿Utiliza la bici para moverse por la ciudad o tras el accidente donde fue arrollado ya no lo hace?

Sí, pero a raíz del accidente le he cogido un poco de miedo. Veo a la gente en los coches con el móvil y mirando el Whatsapp y eso es muy peligroso. Algunas veces me voy fijando en ello y la mitad de los conductores van así.

¿Cree que le atropellaron por eso?

Pues creo que sí, porque fue en una recta donde se veía todo. Yo iba por mi arcén y de repente me encontré volando por los aires. El coche me dio por detrás, debió ser un despiste del conductor.

¿Iba usted solo, sin compañía?

Yo solo, era el día del maestro a las cinco de la tarde. No sabía si había explotado la gasolinera por la que pasaba en ese momento o que me había dado un golpe un coche. Volé 37 metros por los aires y cuando caí me vi las piernas abiertas como una bailarina y la clavícula rota. Sabía que tenía rota la pelvis. Lo bonito del accidente, entre comillas, fue pensar que me quedaba un mintuo de vida, pero estaba consciente.

¿Y qué se le pasó por la cabeza en ese momento?

Todas las cosas que no había hecho, el 'y de lo mío qué'. Me acordé de mi familia, los críos...

¿Qué ha cambiado en su vida?

La forma de verla. No me cabreo con los problemas, y lo que no se hace hoy, mañana. Vivo cada momento y mañana será otro día. A raíz de eso empecé a viajar más. Me fui con un compañero a recorrer Birmania en bicicleta y me gustó la forma de vivir de aquella gente.

¿A usted le ha pesado el confinamiento?

Para mí ha sido un lujo estar en casa. No se me ha hecho difícil, lo complicado es estar tumbado en una cama mirando al techo sin poder moverte ni pestañear.

¿Estuvo mucho tiempo en el hospital?

Unos 20 días y 9 con la pelvis rota porque no me podían operar por la infección. Cuando has pasado por eso el confinamiento no es un agobio.

¿Ha perdonado al conductor que le atropelló?

No. Un accidente lo tiene cualquiera, pero el hecho de darse a la fuga y dejarme allí tirado sin saber si me había matado, eso es lo que no perdono. Un motorista que venía de frente vio el accidente y le tomó la matrícula al coche cuando se dio a la fuga. Ahora estamos a la espera de que salga el juicio.

¿Qué argumenta para haberle dejado tirado?

Alega que no atropelló a un ciclista, pero había cámaras de seguridad y se ve cómo el coche pasa, pero no se ve el impacto porque había un camión de cinco ejes echando gasolina. Por eso solo se me ve pasar volando. Lo que más me duele es que esa persona sigue conduciendo.

Ahora dice que tiene miedo...

Sí, ahora escucho el sonido de los coches más que antes. Incluso tengo reacciones donde exagero mucho, voy siempre en alerta permanente.

¿Y qué piensan en su casa cuando sale con la bici?

Es lo que hay. A mí me conocen siempre haciendo deporte y montando en bicicleta. Mi hija me dijo que me iba a romper la bici para que no la cogiera más, pero me ven feliz y me apoyan.

Pero ahora tiene que tener especial sensibilidad cuando escucha noticias de atropellos.

Acuérdate del accidente que tuvo Dani Rovira, al que atropellaron grabando un programa. Y de los hermanos Otxoa, que uno murió y el otro se quedó paralítico. Al final tienes que convivir con eso.

Cuando hay una caída en una carrera ciclista, ¿se tapa los ojos para no verla?

No me tapo los ojos porque en una carrera la asistencia médica es inmediata. En el confinamiento vi la imagen de Alberto Contador cuando le dio el ictus y donde tuvo asistencia inmediata. El problema es cuando estás por el monte solo, te caes y no hay cobertura, pero también te puede pasar en tu casa. Cuando empecé salir después del accidente con el andador, un hombre mayor delante de mí sufrió un infarto conduciendo y se metió en un restaurante japonés. Pensé que me podía haber llevado a mí por delante y yo estaba sin la posibilidad de salir corriendo. Por tanto, nadie está libre y ese día recibí la señal de que no me alejara mucho de casa.

¿La recuperación fue muy dura para una persona habituada a estar todos los días haciendo deporte?

La mente te dice hasta aquí. Para mí lo más potente fue cuando me subí por primera vez a la bicicleta y no podía ni mantenerme en equilibrio. Pensé en comprar un triciclo porque no tenía fuerza en la pelvis, pero poco a poco se fue activando y ahora no tengo ningún problema.

¿Qué secuelas le ha dejado?

Falta de movimiento en la cadera. También me dan muchos dolores a nivel interno, pero, sobre todo, falta de movilidad. Bueno, y estar siempre en una estado de alerta permanente porque muchas reacciones son desproporcionadas. De hecho, cuando llego a un cruce siempre pienso que el coche no se va a parar en el stop.

¿No le da miedo salir con la grupeta?

No porque nos conocemos todos y sabes que quien va delante no va a hacer ninguna tontería, que no va a hacer una maniobra evasiva. No me meto en un grupo si no conozco a la gente. Cuando salgo con Alejandro Valverde sé que él no va a hacer nada extraño, pero con gente que no conozco ni se me ocurre.

Tiene dos hijos. ¿Les anima a correr en bici?

La mayor se llama Miriam y tiene 11 años, y el pequeño, Leandro, tiene 7 y está en las escuelas del Valverde Team. Ha hecho un par de carreras y lo paso muy mal. Son carreras pequeñas, de 500 metros, pero los ves tan pequeños y sin la sensación de peligro, que te da miedo, pero casi nadie se cae milagrosamente.

¿Echa más el freno ahora en las bajadas?

Por supuesto, voy con muchísima precaución. Bajando Sierra Espuña también tuve un porrazo con un autobús. Me metí en una curva y me fui a la cuneta, pero no me rompí nada. Ahora, cuando voy con la grupeta, siempre me pongo el último de la fila para ir viéndolo todo.

¿Se arrepiente de no haber intentado ser ciclista profesional?

Era apostar muy fuerte. El coste-beneficio era muy alto, porque sacrificaba una formación académica a cambio de jugármela.

¿Y cómo consiguió meterse en aquella concentración en Sierra Nevada con la selección española de ciclismo cuando ganó el Mundial Valverde?

Fue por Alejandro. Nos dijo que nos fuéramos para allá Javi 'El Saltitos' y yo. Llegamos y le dijimos a Javier Mínguez, el seleccionador, que éramos ciclistas muy buenos y que queríamos una oportunidad. La experiencia fue genial. Éramos dos más en la selección, todo gracias a Alejandro, porque a ningún ciclista de los que estaban allí se le ocurrió llevarse a unos amigos. Estuvimos con la Champions League del ciclismo.

¿Y no dudó de ir?

No porque lo había dicho él. Yo se lo dije a mi amigo Javi. Le dimos vueltas porque si por alguna una caída nuestra alguno de ellos se iba al suelo, ¿cómo se justificaba eso el seleccionador? Pero Alejandro sabe que nosotros no íbamos a hacer ninguna 'jaimitada'. Vivimos desde dentro el buen rollo que había en esa selección y el resultado final, el título de Alejandro, fue una consecuencia de ello.

Hablemos de docencia. Usted es director del Colegio Alejandro Valverde. Qué mal momento para ser profesor, porque las propias familias les desacreditan.

En mi colegio el contexto social que tenemos es de familias en riesgo de exclusión social, un entorno muy complicado. El respeto a los profesores se olvida. El día que yo le dije a mi madre que había suspendido, ella, en lugar de buscar al profesor, lo que hizo fue dejarme un mes sin jugar al baloncesto.

Así es, pero ahora no está valorada la autoridad docente. Parece que trabajar con niños es menos que ser catedrático de Universidad. Pero ahora que los padres han tenido a los hijos todo el día en casa quizás sí les valoren más.

Por supuesto. Y el esfuerzo que estamos haciendo los maestros, porque a nivel telemático ha sido brutal para tener una cierta normalidad.

Y más en un contexto como donde trabaja usted, en un colegio con personas en riesgo de exclusión.

La brecha digital es brutal. A veces llamabas y te decían que no tenían datos, que no podían conectarse al móvil, que tenían que buscar una wifi...

¿Cómo va a tener para pagar Internet alguien que no tiene para comer?

Hubo un crío al que estuve buscando por las chabolas cuando ya pudimos salir de casa. Fui a ver dónde estaba porque sabía que lo estaba pasando mal. ¿Cómo a ese niño le planteas hacer cosas a través de Internet si vive entre cuatro cañas? A veces te dan direcciones falsas, los teléfonos no existen, tienes que buscarlos por las calles. La brecha digital con el confinamiento se ha agravado.

Pero el problema es la cantidad de gente que ahora se va a quedar sin recursos.

Y encima tenemos que estar preparados para los que venga, porque si hay un repunte no sabemos qué va a pasar.