Aunque su padre jugó al baloncesto, ¿cómo y cuándo llegó a este deporte?

Llegué con nueve años y después de probar tres o cuatro deportes. No fue por influencia familiar porque empecé jugando al fútbol, siendo central del Alberca. Hice judo, kárate, fútbol y acabé sin influencia familiar en el baloncesto. Y aquí sigo 20 años después.

¿Su padre nunca le puso un balón en las manos?

No, que yo recuerde. Es más, me compraba las zapatillas de fútbol y todo eso.

¿Y qué tal futbolista era?

Malísimo, era un esperpento. Yo me lo pasaba bien porque jugaba con mis amigos del colegio y mis vecinos, pero era muy malo y sigo siéndolo.

Pero imagino que su primer entrenador, al ver un chico alto, querría que se quedara a jugar con él.

En realidad me quedé en el baloncesto un poco por todo, por las compañías, los entrenadores y también porque mi padre me animó al ver que me gustaba. También te digo que es uno de los deportes de equipo que más valores transmite, como amistad, compañerismo, respeto€

Pues usted ha hecho muchos kilómetros por culpa del baloncesto.

Más de los que en su día pensaba que iba a hacer, bastantes más.

¿Cuándo vio que se podía dedicar a jugar?

En cadete de segundo año, cuando empecé a jugar el Circuito Sub-20 en la Serie B con Alicante. Empezaron a llamar clubes a mi casa porque empezaba a descatar aquí en Murcia y al final fiché en Valencia, cuando estaba en 2º de Bachiller. Antes me habían llamado de Granada y Alicante, pero no lo vi claro. Y antes de fichar en Valencia, siendo júnior de primer año, me llamaron para una selección donde estaban Ricky Rubio, Xabi Rabaseda, Santi Guerra, Pablo Aguilar€ De repente salió el listado y en el mismo estaba un tío de Murcia al que no conocía nadie junto a todas las estrellas del Real Madrid, Barça y Joventut. La gente se preguntaba de dónde venía.

Y tanto que se lo preguntaría.

Pues sí, pero en aquellos momentos era un cabra y una semana antes de irme a la preselección fui a tirarme de un barco en el Mar Menor, me clavé lo que utilizan para atar los barcos y me tuvieron que dar trece puntos en la planta del pie una semana antes. Yo viajé pero no podía ni ponerme las zapatillas. Estuve cuatro días con ellos pero no llegué ni a entrenar, me tuve que volver a casa.

Ricky Rubio ya había debutado en la ACB.

Sí, iba sobrado allí, con una calidad impresionante. Y, además, buena gente.

Usted debutó muy joven también en ACB.

Con 17 años.

¿Y recuerda a los compañeros que tenía?

Claro, a todos. Avdalovic, Timinskas, Dikoudis, Claver, Rubén Garcés, Albert Miralles, Williams, Rubén Douglas, un equipo de locos.

¿Y qué bienvenida le dieron, le gastaron alguna broma?

Yo siempre recuerdo mi primer entrenamiento ACB. Casi todos los jugadores de la plantilla se pusieron malos por un virus y llamaron a gente del EBA y a mí, que estaba en el júnior. Recuerdo que en aquella época jugaba al cuatro, y en el primer cambio en un bloqueo en el poste bajo, me quedé con Rubén Garcés, se giró y yo intenté pararlo con el pecho. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en el suelo y me choqué contra el soporte de la canasta. Él se vino a levantarme corriendo y diciéndome 'thi is ACB'. Eso lo voy a recordar de toda la vida; era un animal tremendo.

Es que era un armario impresionanta.

Sí, pero era un buen tío increíble, ayudaba a todo, pero jugando era una bestia de la naturaleza.

También estuvo en Murcia en dinámica ACB, pero aquello no salió bien. ¿Qué pasó?

Personalmente fue el año que peor lo he pasado. Fue un punto de inflexión para mí. Tenía 19 años de edad y llevaba encima demasiadas sesiones de entrenamiento. Yo estaba con ficha del EBA en el Begastri de Cehegín e iba a entrenar dos días a la semana con ellos. Y en el equipo de ACB más que ayuda recibí palos, muchos palos. Me cambiaron la forma de jugar. Hasta ese momento siempre lo había hecho de cuatro y me hicieron jugar de tres. Me vi de repente sin haber jugado de alero en mi vida pasando bloqueos detrás de Pedro Robles. Era imposible, un equipo extraño. Yo creo que de primeras no hubo un equipo compacto de compañerismo, iba la gente a su bola. Tenía cuatro sesiones de entrenamiento diario y me quedé en 96 kilos. Creo que no acabé de entenderme con Moncho Fernández, el entrenador de aquella época, con quien tuvo mis más y mis menos.

¿Por qué dice que aquello fue un punto de inflexión?

Porque me di cuenta que no todo era el baloncesto. Fue un año de desmotivación, aunque tengo que agradecer a Edu Torres, que vino después, que me diera más confianza. Entendió más mi situación que Moncho, fue como la noche y el día.

Pero después ha seguido jugando muchos años fuera de Murcia.

Sí, pero siempre con la carrera de la mano. Fui a Cáceres porque allí podía seguir estudiando. Fiché en Alfaz del Piz porque podía seguir en la UCAM. Donde he fichado siempre lo he hecho pensando en los estudios. Tuve la oportunidad y no llegué, pero como siempre digo, que me quiten lo bailao.

¿Ha visto mucha gente que lo apostó todo al baloncesto y se quedó después colgada?

Mucha, de más. Además, gente de mi edad que estaba en EBA y LEB Plata, pero eso era pan para hoy y hambre para mañana.

Pero hubo años donde se pagó bastante en esas categorías.

Correcto, ¿pero cuánto te puede durar eso? En EBA se podía ganar entonces 1.500 euros al mes, que es un dinero que te fundes en ese año. He visto bastante más gente de la que me esperaba y que se ha dado cuenta con 30 o 31 años que solo se han dedicado al baloncesto. Seguro que es una vida plena, pero creo que hay que hacer más cosas.

¿Por qué sigue jugando actualmente?

Este año se me está haciendo muy complicado porque tengo un gimnasio, soy autónomo, llevo actividades extraescolares en colegios y no tengo el tiempo de antes para entrenar. Voy cuando puedo y en Alcantarilla me lo ponen lo más fácil posible porque saben que voy liado, y sigo jugando por lo que me da, porque a veces no tengo ganas de entrenar, pero me da risas, amigos. Se hace duro, pero es bueno el compromiso que te da estar en un equipo y sobre todo, vivencias y amigos. De hecho, cada vez que veo a Shawn Miller, que sigue jugando con 45 años, se me cae la baba.

Usted fue un jugador importante en el ascenso del Myrtia, ahora Real Murcia, a LEB Plata pero después no siguió. ¿Qué pasó?

Fue algo complicado. De primeras estuvo muy en el aire si salía el equipo, pero llegó al patrocinio del Real Murcia y las cosas no se hicieron bien. El proyecto era de Murcia y de murcianos, aquí había gente de sobra para salir en LEB Plata, no hacía falta fichar a diez jugadores de fuera. Estuvimos hablando un tiempo pero llegó el 18 de agosto, quedaron conmigo el director deportivo, Félix Laporta, y el entrenador, Quini García, y dejemos que el asunto quedó en que no nos entendimos. Lo que más me chocó es que yo pasaba de ser pívot titular a ser el quinto. Entendí que no iba a jugar y por mi carácter, que no me gusta perder ni al parchís, no sabía cómo me iba a tomar eso.

Aunque ahora el baloncesto no es su prioridad, ¿se sigue cabreando cuando pierde?

Siempre. Es más, yo juego cabreado. Soy de los que al equipo contrario les caigo muy mal y cuando están en el mío no tenemos ningún problema. Muchas veces hablo de más y tengo demasiado carácter. Soy Molina.

Yo he visto a su padre jugar y sé lo que dice.

Mira, hablo más que mi padre, porque él no hablaba, pero no me gusta perder y eso lo llevo en los genes.

¿Y tener un gimnasio es complicado?

Es bastante más complicado de lo que la gente piensa. Hay mil cosas que cuando la gente viene a entrenar y no se fija que hay que cuidar. Gestión, orden, roturas, gente que viene con problemas de lesiones y otros en muy baja forma€ Nosotros somos un gimnasio que está con la gente, es personalizado y eso lo hace bastante complicado. Pero el principal problema es que mío y de otros dos socios, por lo que si hay algún fallo hay que estar aquí, son muchas horas, más de lo que la gente piensa.

¿Qué compañero le ha marcado más?

Como profesional te diría varios, pero uno de ellos es Pedro Robles, por su manera de ver el baloncesto, su amor, sus ganas de ayudar y siempre tener una palabra de ánimo. Yo coincidí con él en Murcia y en Cáceres y lo que me ha ayudado él es increíble. También te diría Antelo porque es un tío que va a muerte contigo. Y el más cercano de todos es Jorge Lledó€

No han conseguido que Jorge se retire.

Todavía no, ha vuelto. Jorge es como un hermano mayor para mí en todo. Y el mundo del baloncesto también me ha dado otra gente, como Nicolás Rodríguez, el fisioterapeuta€

¿Ha tenido muchas lesiones?

Unas cuantas. Desde que me rompí la rodilla, que en un giro se fue el menisco y el ligamento lateral, si no voy una vez a la semana al fisio, no remonto. También es cierto que ni entreno ni me cuido como antes porque no puedo. En cuanto me doy caña compruebo que yo no soy el que era.

Pero sigue jugando y metiéndolas.

Sí, pero ahora va por días. Aunque el físico no está como antes, la muñeca sí que responde. Tiro de lo que me dio el baloncesto en su día.

¿Se ve mucho tiempo más jugando?

No, a día de hoy no. Es más, este año he seguido me autoengañé porque Pepe Llorente, que fue durante muchos años mi compañero, pasó a ser el entrenador del Jairis y seguí porque somos amigos. No voy a dejar el baloncesto, pero no sé vi lo voy a compatibilizar con todo el trabajo que llevo.

Pues no le veo matando el gusanillo jugando en Segunda Autonómica, por ejemplo.

Ese es el problema, que no me lo quiero dejar, pero el compromiso que conlleva estar en un equipo de EBA con el carácter que tengo y te exige... No sé, este año lo estoy llevando complicado, pero me están poniendo todas las facilidades posibles.