A la vez que hacemos algo que nos hace sentir bien, nuestro cuerpo genera endorfinas, también llamadas hormonas de la felicidad. Cuentan los expertos que estas sustancias nos ayudan a aliviar el dolor como solo podría conseguirlo, por ejemplo, la morfina. Sin embargo, estas no provocan ningún efecto secundario. O sí, nos ayudan a ser felices de la manera más natural posible.

No van sobrados de endorfinas los aficionados del Real Murcia. Los disgustos diarios que genera la institución grana y los malos resultados con los que cada año empieza la temporada no ayudan a que las hormonas de la felicidad fluyan en el ambiente. Más bien todo lo contrario. Sería el cortisol, causante del estrés, el que ganaría la batalla en la grada de Nueva Condomina. Sin embargo, aunque nadie arregle el desaguisado que hay en los despachos, Manolo Herrero y sus jugadores parecen empeñados en regalarnos una buena dosis de endorfinas todos los domingos.

¿Qué estimula la hormona de la felicidad? La respuesta dependerá de cada persona. Posiblemente no habrá dos veredictos iguales. Pero si en las últimas semanas hubiésemos planteado esa cuestión al murcianismo, casi seguro que entre sus opciones estaría el juego del Real Murcia. Si los empates ante Villanovense, Badajoz, Recreativo no impidieron ver el bosque; y la victoria en el último suspiro frente al Ibiza sirvió como aviso o como promesa; en el día de ayer, en Santo Domingo y ante un CD Ejido que pese a jugar en casa nunca supo medir los espacios, los granas demostraron que durante sus encuentros no pararán de sonar canciones. ¿Amor o reggeton?, dependerá del día. Y eso que, como si de amantes inexpertos se tratase, todavía hay cosas que fallan. Será cuestión de seguir intentándolo.

No hubo ni una gota de endorfina en los primeros veinte minutos. Sí, una situación de estrés, la que provocaba Pino cuando encaraba a Mackay en el minuto 17. Si hace unas semanas el meta murcianista era el protagonista negativo, ayer se convirtió en el primer capítulo de un cuento con final feliz.

Con una gran parada enseñó a los suyos que donde tenían que mirar era al otro área. Y allí se fue Héber Pena. El gallego es otro de los que en este principio de curso provoca más cortisoles que hormonas de la felicidad -su conducción excesiva no ayuda a ganarse el cariño de la grada-, pero eso no tenía por qué saberlo Emilio Cubo. El lateral almeriense, aliado de los granas pese a vestir de azul celeste, no había estudiado al extremo ni sabía que el ferrolano suele enredarse con sus propias piernas. Solo tenía que esperar, sin embargo, no lo hizo. Fue a por el balón, apostó por el cuerpo a cuerpo, y el colegiado le señaló una pena máxima que a los 22 minutos cambiaba completamente el partido.

Estaba Víctor Curto en el terreno de juego. Era el delantero la novedad en el once junto a Nahuel. En una situación parecida hace una semana el catalán asumía el riesgo y lograba su primer gol, pero ayer no fue el '9' el encargado de mirar a los ojos de Aulestia, hasta ese momento inédito. Dani Aquino ha llegado para dejar su huella en la historia grana, y no puede desaprovechar ni una sola ocasión. Por eso se dejó la generosidad para mejor ocasión. Cogió el balón, lo colocó en el punto de cal y puso el 0-1 en el marcador.

Una acción, un gol, 22 de minutos de juego. No hizo falta más para que las endorfinas empezasen a ser de color murcianistas. Dicen que la felicidad está en los goles. Posiblemente sea lo más cierto que escuchen. Pero, cuando tengan la oportunidad, no dejen de disfrutar de lo que hay detrás. Y ayer el Real Murcia nos enseñó esa cara B tan importante y que muchas veces queda en un segundo plano.

Con el CD Ejido deshecho -sus piernas y su cabeza nunca circularon a la misma velocidad- e incapaz, pese a jugar en casa, de controlar los espacios, Corredera, Dani Aquino y Jesús Alfaro fueron prestándose unos a otros esas gafas de visión nocturna que permiten ver lo que nadie ve. Y como si de superhéroes se trataran, los aficionados disfrutaron de numerosos pases al hueco, balones filtrados que se colaban una y otra vez por el centro de una defensa -Molo fue más murcianista que nunca- que se marchó al descanso desnuda y que ya nunca fue capaz de vestirse.

Era un auténtico festival. Había pases de todos los colores. Por arriba, por abajo, laterales, centrados... Y todos verticales y malintencionados. Como si de un bombardeo se tratase, el CD Ejido se veía muerto. Pero no murió. Y no lo hizo porque los fallos se fueron sucediendo. La envió alta Jesús Alfaro. Más alta aún la mandó Víctor Curto. Aulestia, espectador de lujo de cada uno contra uno, no debía de creérselo. Mientras los granas fallaban, él se crecía aún más, como demostró en la segunda parte.

Las buenas sensaciones que dejaba el juego se ensombrecían cuando se miraba al marcador. El 0-1 era demasiado corto. Tanto que todo podía ocurrir, tanto que cualquier chispazo podía dar vida a un Ejido al que los granas se empeñaban en dar aire. Fallaba de nuevo Curto ante Aulestia y Alfaro no era capaz de cerrar una de esas jugadas dibujadas con escuadra y cartabón. La inició Aquino, que se inventó un pase maravilloso, y la continuó Curto con un taconazo de otra categoría. Su destino, Jesús Alfaro. Pero no fue ayer el día del andaluz. O lo fue de Aulestia, que seguía luciéndose.

Cualquier otro equipo se hubiera ido a llorar al rincón más próximo, cualquier otro se hubiera ahogado en sus errores, pero el Real Murcia de Herrero quiere demostrar que no es cualquiera. Por eso siguió inventando, por eso siguió buscando nuevas tonalidades en la paleta de colores.

Como encargado de los pinceles estaba Dani Aquino. Abierto el hueco en la defensa almeriense, el murciano solo hizo hurgar en la herida. En otra contra, cuando el partido ya moría, cuando el Ejido daba los últimos coletazos en busca de Mackay, el '10' grana, como un padre que lleva de la mano a su hijo, guió el balón con un pase largo, pero medido. Alfaro y Manel, solos en el centro de la pista, se guiñaron el ojo nada más acechar a su presa. Entró el extremo andaluz, que se la sirvió en bandeja al barcelonés para que sentenciara un partido en el que todavía hubo tiempo para un último uno contra uno, el que Aulestia salvó ante Miñano.