Jaume Sobregrau, Álvaro Moreno, Paris Adot, Jon Iru, Nacho Pérez, Titi, Wilson Cuero, Germán Sáenz, Borjas Martín, Guillermo Fernández Romo, Víctor Alonso, Paco García, Elías Martí, José Luis Acciari, Vicente Mir, Óscar Sánchez, Pedro Asensio, Miguel Albiol, Isi Palazón, Diego Rivas, Rubén Ramos, Roman Golobart, Rayco, Adrián Cruz, Juanjo García, Javi Saura, Roberto Alarcón, Pablo Aguilera, Fran Morante, Diego Benito, Alberto López, Álvaro Romero, Borja Gómez, Simón Ballester, Manolo Sanlúcar, Enrique López, Stefan Settels, Mauricio García de la Vega, Pedro Gómez Carmona...

Todos y cada uno de los nombres anteriores tienen algo en común, todos y cada uno de ellos tuvieron que abandonar el Real Murcia tras cruzarse en su camino con Deseado Flores. ¿Y quién es Deseado Flores? ¿El máximo accionista del Real Murcia? ¿El gestor que pone el dinero de su bolsillo para pagar las nóminas de los jugadores? ¿El abonado número 1 de la entidad? ¿Uno de los futbolistas más veteranos de la institución? ¿El ídolo del murcianismo? ¿El representante de los peñistas? ¿El hombre seleccionado por los accionistas minoritarios para defender sus intereses? ¿El héroe del regreso al fútbol profesional? ¿El portavoz del Ayuntamiento?

Nada más lejos de la realidad. Aunque parezca sorprendente, Deseado Flores solo es el amigo personal del dueño del club al que vendió para irse con Mauricio García de la Vega, al que a su vez traicionó para salvar su cuello aunque ello significase regresar a los brazos de un moroso de Hacienda investigado por presunta estafa y sin un euro en la chequera.

A Deseado Flores le definen como el hostelero frustrado que solo pudo conseguir su sueño de ser director deportivo tirando del dinero de otro, la persona sin escrúpulos que solo quería demostrar que él también podía ser Paco Belmonte, el hombre invisible para los demás, sin personalidad y vacío de conocimientos que acumula tantos miedos que parece vivir en una pesadilla constante, de la que solo despierta malmetiendo, manipulando y firmando cartas de despido como si fueran sentencias de muerte.

Deseado Flores es el sujeto que cualquier ser con principios y valores no tarda ni un segundo en dejar de lado por mucho que desee lo que hay en juego. Y esa soledad es a la que está condenado el Real Murcia, el club al que el manchego ha alejado del murcianismo para convertirlo en un juguete roto que solo él tiene derecho a usar y disfrutar.

Por ello vendió a su 'amigo' Raúl Moro y por ello se lanzó a los brazos de un García de la Vega al que presentó como el gran salvador del Real Murcia, aunque lo que en realidad deseaba el albaceteño era, por un lado, salvarse él y, por otro, seguir derrochando dinero al mismo ritmo que engordaba su ego.

Todo comenzó en noviembre. Sin un euro en el bolsillo, agotados los ingresos del club y con una plantilla con sueldos VIP, Raúl Moro lanzó un grito para pedir ayuda. Para nada quería marcharse, en ningún caso quería perder el protagonismo del que tanto disfrutaba, solo quería que sus consejeros le ayudasen a encontrar a alguien que viniese y pusiese dinero para él continuar danzando de aquí para allá. Lo que no sabía el todavía presidente era el verdadero rostro del hombre que tenía al lado.

Lo conoció unas semanas después, cuando en otra reunión del consejo, Deseado Flores le abrió la puerta y le puso las maletas en la calle sin dejarle ni hablar. Fue una escena surrealista. El empleado daba una patada al jefe. El consejero echaba de la mesa al máximo accionista. Y todo porque el albaceteño se había aliado con García de la Vega. El mexicano se haría cargo de la gestión, pagaría los miles y miles de euros que el hostelero había firmado a los futbolistas, asumiría contratos casi de por vida, y el manchego seguiría manejando el cotarro, o eso pensaba él cuando a finales de diciembre abandonaba el jersey, prenda favorita de Raúl Moro, y las camisas por fuera para comprarse una chaqueta que le permitiera estar a la altura de su nuevo mejor amigo.

Todo era perfecto. Ahí estaba Deseado Flores concediendo una entrevista en La 7 el 22 de diciembre. «El objetivo es que no haya cambios. Mauricio necesita gente de Murcia que le guíe y le ayude a adaptarse a la ciudad». Fue escucharlo y preguntarme, y qué poder tiene Deseado en la sociedad murciana para acercar al mexicano a las altas esferas, y quién es Deseado para autoapuntarse al nuevo proyecto. No encontré respuestas, de hecho durante mucho tiempo pensé que su continuidad era una de las cláusulas del contrato de alquiler. Y es que, después de saber todo lo que ha hecho en un año en el Real Murcia -ojalá algún día salga todo a la luz-, era imperdonable que continuara en Nueva Condomina. Pero ahí estaba, intentando ganarse al recién llegado, a su nuevo aliado, para seguir sacando a pasear su látigo dentro de las oficinas. 'Conmigo al lado, ¿quién va a ser capaz de decirle al mexicano que ha vendido su alma al mismísimo diablo?', debía pensar.

Acaso el recién llegado se iba a poner a revisar contratos, acaso se iba a enterar de que por su verborrea -«una buena taquilla en la Copa asegurará grandes fichajes de invierno»- Hacienda embargó todas las cuentas del club, acaso quedaba algún enemigo en Nueva Condomina que se chivase de la ausencia de contabilidad y de la aparición de facturas extrañas, acaso el norteamericano se iba a preocupar por las cuentas de una institución con tropecientos millones de euros de deuda, acaso iba a hablar con agentes españoles que no quieren escuchar el nombre del director deportivo del Real Murcia ni en pintura, acaso iba a encontrarse con jugadores que cuentan que el manchego se permitía el lujo de hasta enseñarles a jugar al fútbol, acaso se iba a creer a medios y periodistas infieles...

Lo que no se imaginaba Deseado Flores es que ser mexicano no es igual a ser tonto, y en apenas un mes su continuidad en el Real Murcia estaba lista para sentencia. Apartado de la dirección deportiva, donde Pedro Gómez Carmona solo necesitó unos cuantos días para conquistar corazones, y más con trabajo y educación que con dinero y promesas incumplibles, y despreciado por un De la Vega que solo tuvo que abrir unos cuantos cajones para saber cuál sería el destino del manchego, ya no había vuelta atrás.

El norteamericano sería el vengador de todos aquellos profesionales que no solo fueron despedidos por el despedidor grana sino que además fueron desprestigiados, atacados e incluso insultados en círculos más íntimos. ¿Pero dónde iba a ir Deseado cuándo saliese del Real Murcia? ¿Qué club tendría en cuenta un currículum en el que la experiencia no existe, las virtudes son nulas y la palabra 'valores' ni ha sido inventada? ¿Quién le recomendaría? ¿Los entrenadores a los que despreció? ¿Los jugadores a los que, además de no pagar, echó sin avisar? ¿Los representantes a los que pidió ayuda para luego ni cogerles el teléfono?

Él no tendría la misma suerte de sus víctimas. Por eso él, que no confía ni en sí mismo, no podía salir como salieron todos los que le sufrieron. Mientras que ellos, sabedores de sus virtudes, de sus conocimientos, de que estaban por encima de un escudo o de otro, aceptaron la situación, hicieron la maleta y buscaron nuevas aventuras -ahí están, vivitos y coleando en otros clubes-; el albaceteño, calcomido por la debilidad, los miedos, la desconfianza y el saber que fuera del Real Murcia no hay despacho de director deportivo que valga, ha tirado por el camino de las manipulaciones, las mentiras y los engaños, hasta el punto de autoerigirse como el 'César' murcianista, el caudillo de un club al que tiene sometido con el único objetivo de salvar su cabeza.

Empezó con las filtraciones, continuó malmetiendo en el vestuario para llevar a su lado a los futbolistas que maneja en la plantilla, se permitió salir a la caza de otro inversor y dio el paso definitivo al abrir el armario, colgar la chaqueta, sacarse la camisa y volver a colocarse el jersey que haría que Raúl Moro volviese a arrodillarse a sus pies. Pero si no tiene un euro, dirán. Y qué importa eso. Aquí lo único que interesa es que el perfil del extremeño, manejable como la plastilina, es el ideal para los intereses del 'dueño' sin título de Nueva Condomina. Su propia salvación es el único motivo para la vuelta del expresidente al trono al que, según sus palabras, nunca se agarraría. «Lo cederé a la ciudad», dijo. «Con permiso de Deseado», le faltó añadir.

Solo alguien en la situación de Deseado es capaz de aliarse una y otra vez con un moroso de Hacienda e investigado por presunta estafa, que encima ha agotado su liquidez. Solo alguien tan desesperado como Deseado confiaría en un moroso de Hacienda, un investigado por estafa y un liquidador de empresas que está llamado a ser el verdugo de una entidad centenaria. Solo alguien tan incompetente como Deseado es capaz de poner a un moroso de Hacienda, investigado por estafa, liquidador de empresas por delante de un Mauricio García de la Vega al que apenas se le han dado dos meses de margen, pero que de momento ha sido 'despedido' por cometer el pecado de intentar despedir al despedidor grana.