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Paco Sutil no llevaba dos días en Murcia y ya besaba el escudo. Una entrevista, un fotógrafo, y el jienense no dudaba en amar el símbolo del equipo grana. Eso y la calidad que se le presumía hizo que la mayoría de aficionados murcianistas simpatizasen con él. Luego llegó el derbi con el Cartagena, la victoria en el Cartagonova y unas palabras desafortunadas -«en la última jugada me reído de ellos por vosotros; esperemos que al final de temporada ellos estén en Segunda B y nosotros en Primera- con las que los peñistas del Murcia disfrutaron de lo lindo. Sutil, sin apenas demostrar nada en el terreno de juego, ya era su ídolo. Las simpatías alcanzaron su máxima expresión cuando en el mes de diciembre después el atacante conseguía el gol que permitía al Real Murcia remontar ante el Alcoyano en Nueva Condomina.

Pero al final la realidad y los malos resultados llevó a aquellos que le reían las gracias en la sede de los peñistas y que le defendían por encima de todo a señalarle por su alto salario y su bajo rendimiento. Muchos de ellos, incluso después de su marcha, han utilizado las redes sociales para atacar y mofarse de un futbolista que es el ejemplo de lo que no debe hacerse en el fútbol profesional.

Dejadez y pasotismo son las palabras que mejor definen su trabajo. Solo hay que ver la sonrisa con la que llegó al entrenamiento el día en el que Siviero se despedía de la plantilla al ser destituido o las risas en el césped del Rico Pérez de Alicante cuando el Real Murcia confirmaba su descenso de categoría.