Cine

La ‘no-película’ de Chumilla-Carbajosa: ‘Estrella y Ariadna’

El cineasta cartagenero presenta este jueves en el Teatro Circo de Murcia su último proyecto, una cinta casi improvisada y realizada durante el confinamiento con sus hijas como protagonistas

El evento incluirá música en directo y la exhibición de otras piezas complementarias

Estrella y Ariadna durante un momento del filme.

Estrella y Ariadna durante un momento del filme.

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Cuando tenía unos veinte años, Juan Manuel Chumilla-Carbajosa le escuchó algo a Francis Ford Coppola que le dejó marcado. «Lo decía al final del documental de Apocalypse Now. Era algo así como: ‘Mi gran esperanza ahora –acababan de aparecer las cámaras pequeñas de 8 milímetros– es que una niña gorda de Ohio haga una película maravillosa y se convierta en una nueva Mozart, y que así por fin el cine termine con el profesionalismo y se convierta en una forma de arte’», recuerda el realizador cartagenero, un outsider como hay pocos en esta industria. Y es el que el director de El infierno prometido (1993) y Amores que matan (1996) siempre ha buscado la libertad creativa, «huyendo de los encorsetamientos de la industria –señala–, desponjándome del artilugio para llegar a la esencia, al cine en estado puro, si que esa quimera existe. Y, en este sentido –añade el de la ciudad portuaria–, este proyecto ha sido, para mí, un regalo».

Se refiere a lo que hoy conocemos como Estrella y Ariadna, un trabajo que presenta este jueves en el Teatro Circo de Murcia y que es, a todas luces, diferente; tanto, que prefiere no definirlo como una «película». «En cierto modo lo es, claro, pero es un cine sin artificios. Porque cuando tú entras en la cadena industrial hay una serie de protocolos y de cosas que uno hace sin plantearse demasiado y que condicionan decisivamente a los artistas implicados (la forma de interpretar, de mover la cámara, etc.). Aquí, en cambio –explica Chumilla-Carbajosa– no había ninguna traba: rodábamos cuando nos apetecía, terminábamos cuando queríamos, no teníamos la presión del tiempo... Era todo muy natural y muy de verdad, y, en ese sentido, creo que es una cinta que trasciende, que va más allá», asegura el realizador.

¿Pero qué es Estrella y Ariadna? Pues es el resultado de condensar en una sola pieza audiovisual de 80 minutos más de 250 horas de grabaciones realizadas de manera casi improvisada entre los meses de marzo y mayo de 2020, en pleno confinamiento, y con sus hijas, de 6 y 8 años, como protagonistas; ellas son, por supuesto, las que dan nombre al proyecto y, según Chumilla-Carbajosa, las autoras «en un 90%» de esta ‘no-película’. «Al final, lo que vemos no dejan de ser las conversaciones y juegos con los que ocuparon el tiempo durante aquel encierro en mi casa de Villanueva del Río Segura», cuenta el cartagenero, que aunque reconoce que les dio «algunas pautas» y que luego, en postproducción, dio «forma» a algunos diálogos, asegura que prácticamente todo lo que sucede ante la cámara lo hace de manera natural. «Si tuviéramos que poner un símil musical, diríamos que la dinámica de este montaje tiene más que ver con el jazz que con cualquier otro género en el que hay músicos que interpretan partituras», apunta.

A esto contribuyó decididamente el que a quienes seguía su cámara fueran sus hijas. Pero no porque sean dos talentos interpretativos por descubrir –que, ojo, quién sabe–, sino porque son dos niñas que se han criado viendo a su padre observando el mundo a través del objetivo de su cámara. «La gran suerte es que ellas están muy acostumbradas a verme grabar, e incluso a que las grabe; no les violenta, digamos. Es más, a veces hasta me ignoraban, porque sabían que era lo que buscaba: a lo mejor estaban viendo en las noticias una pieza sobre los muertos por coronavirus que había habido ese día en Brasil y yo me acercaba con mi 24 milímetros a sus caras y ni se inmutaban; seguían con su vida y con sus emociones como si yo no estuviera, sin saltar para preguntarme por qué les había puesto la cámara a doce centímetros de su nariz», comenta entre risas el director, que, en este sentido, siente casi como si hubiera obrado un milagro: «A veces me preguntaba si realmente me había vuelto invisible para ellas».

Llegados a este punto, Chumilla-Carbajosa, todo un estudioso del mundo del cine, recuerda como el maestro Rafael Azona se subía a los autobuses a escuchar lo que decía la gente para intentar plasmar algo de esa verdad en sus guiones, porque «cuando la realidad te sorprende es algo realmente mágico», señala el cartagenero. Y él parece que lo ha conseguido en (y con) Estrella y Ariadna, a tenor del feedback recibido por los privilegiados que ya han podido ver algo de este proyecto: «Le pasé un premontaje a Fernando Trueba y me llamó entusiasmado diciendo que nunca había visto a dos niñas actuando de manera tan natural ante la cámara, y eso me animó mucho», recuerda el cineasta, que se ha pasado veintinueve meses enfrascado en el proceso de postproducción de un proyecto que inició sin tener muy claro qué camino iba a tomar.

Origen

Y es que el proyecto, como se ha señalado anteriormente, surgió casi por casualidad; fue, según el cineasta, «un regalo del destino». «Todo empieza una noche en esta casa familiar, donde pasamos el confinamiento con mi hermana. En un momento dado, ella tosió y la pequeña dijo que su tía tenía coronavirus. Aquella escena me dio que pensar...», rememora Chumilla-Carbajosa, que reflexiona sobre cómo la televisión era en ese momento su única relación –la suya y la de las pequeñas– con el mundo exterior, que fue a través de ella y de sus conversaciones durante aquellos días que tomaron conciencia de lo que estaba ocurriendo allá afuera. No obstante, el director se apresura a aclarar que esta no es una película sobra la covid-19, sino algo más «universal» y «atemporal»; una no-película sobre «la pérdida de la inocencia, sobre cómo dos niñas empiezan a tomar conciencia de lo que significa la enfermedad y de lo que es la muerte, pues todos tenemos a algún familiar o amigos que durante aquellos días se quedó por el camino...», explica Chumilla-Carbajosa.

«Yo no sabía lo que iba a ser aquello –continúa el realizador–, pero me pareció superinteresante la posibilidad de plasmar esa situación única en condiciones casi de laboratorio, con dos niñas que estaban encerradas y a las que podía ver cómo iban evolucionando en este aspecto. Además, como digo, eran lo suficientemente generosas como para dejarme penetrar en su mundo, así que era algo muy goloso», reconoce Chumilla-Carbajosa, para el que la infancia es «uno de los episodios más mágicos –y, por tanto, misteriosos– del ser humano. Está lleno de matices y de creatividad; una creatividad que en ocasiones intentamos encauzar con planteamientos educativos obsoletos», opina.

Lo del jueves

En cualquier caso, lo que se podrá ver este jueves a las 20.00 horas en el Teatro Circo de Murcia no es la versión definitiva de una cinta que, algunos, en el entorno del director, ya consideran como la mejor que ha hecho. «Todavía estamos terminando de perfilarla. Pero, entretanto, vamos a presentar en el TCM algo único, un proyecto multidisciplinar y que responde a la idea de que el que ofrece el cine hoy en día ya no es un discurso cerrado y enlatado como el de cuando se rodaba en celuloide», advierte el cineasta. Para empezar, la pieza que se proyectará aprovechará «lo mejor del cine, que es esa capacidad que tiene para congelar el tiempo, y lo mejor de las artes escénicas, que es la posibilidad que te ofrecen de emocionar de manera directa, en ese preciso momento». Así, junto a la exhibición del audiovisual que ha preparado, tendrá lugar una actuación musical en directo a cargo del pianista Pedro Valero y con la intervención de la cantante Esmeralda Grao, que interpretarán composiciones de Salvador Martínez.

Además, el proyecto incluye una instalación con elementos con los que Estrella y Ariadna interactuaron durante ese periodo, una muestra de fotografías, una serie de piezas cortas de vídeo, de carácter experimental, que complementan la cinta principal. Y todo ello, con el objetivo de llegar al corazón del espectador, de emocionar. «Eso es lo mejor que le puedes decir a un director, que has conectado con su obra –de la manera que sea– y que ha logrado emocionarte. Y, en este caso, son muchas las personas que me han dicho que esta película les ha hecho regresar a momentos de su infancia que tenían olvidados», explica Chumilla-Carbajosa; una suerte de catarsis de la que él, una vez más, no se hace responsable: en esta ocasión, la ‘culpa’ es de sus hijas.