Música

Visor Fest: un viaje a la edad dorada del pop

Uno de los principales méritos de festivales como el Visor Fest es traer del recuerdo a artistas de pretéritas y doradas edades del pop. Para esta edición, los organizadores han confeccionado un cartel espectacular, reclamo que cada vez atrae a un público más intergeneracional, deseoso tal vez de huir de los fútiles sonidos imperantes, y reivindicando el valor de las canciones imperecederas. ¿Nostalgia? Puede, pero con nombres como los de OMD, Inspiral Carpets, The House of Love, The Primitives (algunos con actuación única en España), y los DJs que pinchaban en los cambios, no hay ninguna duda de su poder. Grupos y públicos reencontrándose: “happy together”, como cantaban The Turtles. Una barbaridad.

Sea por cuestión de nostalgia o por mérito artístico, los años 80 y los 90 (de los que parece vivirse un revival) siguen estando de moda, y más todavía cuando lo materializan bandas que siguen manteniendo su carrera en el presente, como OMD (Orchestral Manoeuvres in the Dark), pioneros del synthpop, que llevan cuatro décadas en activo.

OMD cerraron la jornada dejando al personal satisfecho y caliente para la sesión de David Kano. Sónicamente son más atrevidos que Duran Duran, y tienen más éxitos que la Human League. Aun así, nunca se les menciona junto a Depeche Mode, New Order o Pet Shop Boys como uno de los grupos más creativos del synth pop de los 80. En el concierto ignoraron lo más experimental de sus inicios, pero demostraron que sus canciones se mantienen entre las más perdurables de los 80, un argumento esgrimible para reclamar plaza entre los grandes.

Durante hora y media, y con unos fondos visuales efectistas, OMD ofrecieron al ferviente público una selección que abarcó desde su aclamada primera época -“Architecture & Morality” (1981), “Junk Culture” (1984)- a obras más recientes –“History of Modern” (2010), “The Punishment of Luxury” (2017)-, en un setlist de atemporales y vibrantes melodías donde cayeron revisiones de “Messages” o la kraftwerkiana “Electricity”, reviviendo la transición de la escena británica entre el post-punk de finales de los 70 y la new wave.

Elegantemente vestidos de negro y con aspecto profesoral, el dúo de Liverpool Humphreys- McCluskey se presentó con formación de cuarteto. Stuart Kershaw, que toca con OMD intermitentemente desde 1991, y el teclista y saxofonista original Martin Cooper flanqueaban al batería con sus sintes. Al frente, el ya sexagenario Andy McCluskey, que en ocasiones se colgaba un bajo eléctrico, conserva intacto su chorro de voz, y demostró un nivel de energía sorprendente: bailó durante todo el concierto agitando los brazos como si hiciera aerobic o balanceándose con el bajo. De esa energía se nutrió también el público, que jaleó, cantó y bailó todo el rato mientras recibía hit tras hit equilibrando frío y calor, melodía y majestuosidad.

Por supuesto, los momentos álgidos llegaron con clásicos como “Tesla Girls”, “Electricity”, la inolvidable “Souvenir”, “If You Leave”, la magistral “Joan of Arc” y la apoteosis -a la que dio paso la popera “Locomotion”- de “Enola Gay” (con un sonido mucho más intenso que la grabación original) sobrevolando La Fica con su melodía brillante, pegadiza y poppy, y una letra increíblemente oscura y siniestra. Otro de los momentos aplaudidos de la noche llegó con “ So in love”, cuando Martin Cooper –coautor de “Souvenir”– se levantó de su sintetizador para tocar el saxo. El cofundador Paul Humphreys, que jugaba un papel más comedido, tomó las riendas durante alguna canción. Acurrucado sobre su portátil y su teclado durante la mayoría del show, le dio un respiro a McCluskey con “Souvenir”, melancólica como ella sola, “(Forever) Live and Die” y la impecable “Secret”. McCluskey se encargó de interactuar con el público desplegando su agudo ingenio.

Para los que conocen a OMD solo por sus hits, la historia del grupo está llena de interesantes giros. Inicialmente influidos por Kraftwerk, McCluskey y Humphreys eran considerablemente vanguardistas en su enfoque musical. Los 3 primeros discos todavía hoy suenan frescos e innovadores. Los fans salieron más que satisfechos tras un set de 20 canciones que recorrió la extensa carrera del grupo (la pista era un inmenso mar de brazos alzados bailando a su ritmo) mostrándoles a la altura del presente. El sonido de una adolescencia lejana y ya fuera de alcance.

Poco antes, los mancunianos Inspiral Carpets habían puesto el listón muy alto con su tralla, que hizo saltar todo por los aires. Junto con The Stone Roses y Happy Mondays, Inspiral Carpets protagonizaron la escena ‘baggy’ de Madchester a finales de los 80 y principios de los 90, y han sobrevivido a muchos de sus contemporáneos. Por la pantalla recordaban el Hacienda, el Cool As Fuck..., con flashes del órgano Farfisa, entre melódico y psicodélico, de Clint Boon y de las guitarras distorsionadas. Están de gira por primera vez en 8 años, desempolvando la alfombra, para promocionar su recientemente publicado “The Complete Singles”. Han reclutado al joven Kev Clark en la batería, y el hijo de Clint, el jovencísimo Oscar Boon, se ha hecho cargo del bajo. Se puede ver que han comenzado a formar una unidad compacta, con la sección rítmica joven y los tres veteranos con camisas de cachemira balanceándose al frente. Comenzaron con “Joe”, de finales de los 80, insistente torbellino de órgano (con Clint desatado a lo Manzarek), voz y batería. Los vasos de cerveza empezaron a volar por los aires. “Weakness” fue otra bomba de la primera época, con el bajo de Oscar Boon detonándola cada segundo. Stephen Holt y Clint Boon (cuyo Farfisa elevó la canción a alturas vertiginosas) cantaron “Butterfly” a dos voces. ¿Cómo superar eso? Pues con un combinado extraído del primer álbum, “Life”: la psicodélica “She Comes in the Fall” y “This Is How It Feels (to be lonely)”, que con sus tambores de marcha fuertemente golpeados y su enorme coro de himnos consiguió uno de los cánticos más importantes de la noche. Fans nuevos y veteranos gozaban de lo lindo a estas alturas. Después llegó “Two Worlds Collide”, una canción de pop perfecto y armonioso sobre temas socioeconómicos. Imágenes del poeta punk John Cooper Clarke y de Mark E.Smith aparecieron respectivamente durante ”Let You Down” y la caótica “I Want You”, donde Kev azotaba desenfrenado la batería; fue digno de ver. Extraordinario y emocionante. En “Move , lenta, melódica, con ecos C86, la voz de Holt pasaba de sutil a pletórica.

El atractivo imperecedero de este grupo quizás se deba a su mezcla de garage, psychedelia y esa asombrosa habilidad para capturar en todo momento y con brillantez el espíritu pop reinante. Están en plena forma. Una actuación demoledora, un triunfo, pero hubo más: el bis incluyó la hipnótica “Commercial Rain” (dedicada al batería Craig Gill, fallecido hace unos años), donde los torbellinos en espiral de Boon eran pura delicia. Para la recta final dejaron una versión de “96 Tears” (? & The Mysterians) y Saturn 5, donde brilló la guitarra afilada de Graham Lambert. Un sólido set de 90 minutos que cubrió todo lo que un fan podría desear. Los Carpets siguen molando.

Inusualmente arrogantes

Antes habían actuado The House of Love, de quienes Inspiral Carpets eran fans declarados a finales de los 80. A Guy Chadwick, radiante, encantado de tocar para un público totalmente fan y entusiasta, se nota que le gusta estar de vuelta. Ya regresaron en 2003, pero han tardado dos décadas en volver a España. Muchos pensaban que nunca tendrían ocasión de verlos. Tienen un nuevo álbum, “A State of Grace”, y de él tocaron algunas canciones con aroma de blues, pero la mayoría fueron de los tres primeros, y no nos hicieron esperar. Empezaron con “Cruel” y “Christine”, el segundo de su epónimo primer álbum, publicado por Creation en 1988 e inspirador de más de un “shoegaze” , y no faltó ni “Hope”, ni “Shine on”, ni tampoco “Destroy the heart” que rememoraba momentos depresivos de Joy Division. Por supuesto se echó de menos a Terry Bickers, pero el actual guitarrista Keith Osborne es más que capaz de recrear no solo las atmósferas ensoñadoras del material más temprano del grupo, sino también el imponente rock de canciones de principios de los 90, como “I Don’t Know Why I Love You”; su hijo Harry, al bajo, aportaba un montón de energía. El nuevo batería golpeaba duro cuando era necesario, y empleaba un toque sutil en las canciones más etéreas, como “The Girl with the Loneliest Eyes” o “The Beatles and the Stones”. Otro gran momento fue la última canción del bis, “Love in a Car” ( de las menos conocidas de su primer álbum) que empieza suavemente y va aumentando la tensión y el volumen hasta la absoluta euforia shoegaze de tres acordes. Inusualmente arrogantes, Chadwick y la nueva formación mantienen encendida la llama de The House of Love, que siguen brillando.

Sería injusto no reconocerles a The Primitives la autoría de alguna de las páginas en mayúsculas del pop, y es que aquel grupo adorado por el mismísimo Morrissey y tan cercano al espíritu de Blondie no debía quedar sólo en el recuerdo.

The Primitives, ya lo pudimos comprobar, siguen aportando vigor, brillo y entusiasmo. Suenan como si el tiempo no hubiese pasado por ellos: llama la atención lo amable que ha sido para Tracy Tracy, que canta mejor que en su primera época, con una mayor amplitud de registros. La guitarra de Paul Court, elegante y con garra, prescinde de alardes innecesarios, como la voz de Tracy, que quizás no sea técnicamente perfecta, pero no necesita de virtuosismos revientapulmones para transmitir entusiasmo. Tig Williams puede ser delicado con la batería, pero también le sabe dar duro. Y el bajo de Paul Sampson es un arma letal. Abrieron con dos canciones de “Lovely”, su primer álbum: ‘Thru The Flowers’ y ‘Stop Killing Me’ ¡Vaya comienzo! Sonaban más poderosos y descarnados aun que en los 80 , y la actuación pasó volando (fue la más breve; apena llegó a la hora), a velocidad ramoniana. Sonaron 17 temas Desde "Buzz Buzz Buzz" "Sick Of It" con su jovial rollo proto-punk, ‘Lose The Reason’ con la voz añadida del guitarrista ,‘Petals’, ambas del álbum ‘Spin-O-Rama’ seguidas de la genial “Really Stupid”. ‘Way Behind Me’, con su estilo de swinging pop sesentero, “Spacehead”, de pegadizo estribillo fue un paseo divertido, como también ‘Nothing Left’. Si la voz principal de los Primitives hubiera seguido siendo masculina (como en los inicios del grupo), sus canciones recordarían mucho a The Undertones; así quedó expuesto con ‘Crash’, descrita por el Melody Maker como el “single perfecto” de la “banda perfecta”, y desencadenó el pogo entre el público. “Don’t Know Where To Start” (una canción nueva) no desentona en absoluto con las clásicas.

Es el pop de siempre, el que se reconoce en un abrir y cerrar de oídos por lo cristalino de las guitarras y lo angelical de los coros, siempre necesitado de melodías adhesivas e influencias prestigiosas. Tracy Tracy (con permiso de Paul Court) anda sobrada de ambas cosas. Descomunal.

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