Pertenece Mari Carmen Sánchez-Rojas Fenoll a una generación que, para quien esto suscribe, siempre estuvo ahí, a pesar de que, generacionalmente, solo estemos separados por media generación, caso de que las generaciones posean la facultad de poder tener decimales. Ella era una joven profesora de Arte en la Facultad de Letras del último tercio de los 70, a la que arribó la flamante promoción en la que se integraba este cronista, y a la que acompañaban, como colegas, otros profesores igualmente jóvenes como ella. El recuerdo de Mari Carmen viene siempre de la mano con esa sonrisa que orló siempre el rostro de aquella profesora mientras se dedicaba a asuntos docentes y nosotros la atendíamos con interés discente y arrobado

Aunque ilicitana de origen, es difícil separar el interés y el trabajo de esta profesora de Arte de nuestra Región, en la que ha desarrollado y ha centrado sus investigaciones, echando, en fin, raíces vitales y familiares. Cruzarse con ella por el Campus de la Merced, por la facultad o por las calles de Murcia era siempre encontrarse con una frase amable, con el interés en cómo te habían ido las cosas o con una conversación que va poco a poco desgranando y ganando espesor a fuerza de nuevas capas que van engrosando el meollo de lo dicho. 

En esta profesora, ya jubilada, la empatía, el ponerse en el lugar del otro y el intento de resultar agradable a los demás son facetas que no han hecho más que aumentar con el transcurrir de los años. 

Entre 1970 y 2010 trabajó como profesora de Historia del Arte en las especialidades de Historia General del Arte e Historia del Arte Barroco, aportando su pasión por el arte a cada nueva promoción de alumnos. La Murcia Barroca y personajes como Nicolás de Bussy o Francisco Salzillo no tienen secretos para ella, así como lugares tan emblemáticos de nuestra Región como la Iglesia de San Juan de Dios y el convento de las Anas y el monasterio de Santa Verónica de Murcia, la Virgen de la Caridad de Cartagena o el convento de san Esteban de Cehegín.

Fue directora del Aula de Artes Plásticas, donde hizo lo que fue siempre su pasión: promover el Arte, y también lo es -directora- de la Fundación Pedro Cano. Muestra de su mentado carácter dialogante, afable y empático fue el hecho de que fue elegida para ser la primera Defensora del Universitario, cargo que ostentó entre 1994 y 2000. Tener los nervios muy templados, saber mantenerse interesada en los asuntos que trata, ser prudente y, sobre todo, ser imparcial, esas fueron las premisas que se planteó cumplir en los asuntos que le llegaban como Defensora del Universitario, un cargo al que, puedo dar fe, llegaba cada mañana con el mejor de los ánimos.