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En su rincón
Juan Diego CeldránTrovero y profesor

Moderno de pueblo

Moderno de puebloJavier Lorente

En la zona rural oeste del municipio de Cartagena, donde no llegó el trasvase Tajo Segura, aún quedan vestigios de molinos de viento, norias, aljibes y fincas en ruina con más antigüedad que toda la historia de los Estados Unidos. Aquí, en la localidad de Tallante, me encuentro con mi admirado y querido Juan Diego Celdrán Madrid, un gran defensor de la cultura y el patrimonio del Campo, compañero de mil batallas y todo un Quijote y activista cultural.

Es trovero y guión de la Cuadrilla de Tallante, sucesor de su Maestro Alfonso El Claro, miembro de la Asociación Trovero Marín de La Palma, Profesor de Literatura en un instituto y asesor, animador y motor de muchas de las actividades culturales que aúnan la fiesta, la tradición y la defensa del entorno y la cultura popular. Si no lo conocéis, no os vayáis a creer que estamos ante un antiguo, defensor de lo viejo, sino ante un hombre que lucha por la renovación y la actualización del árbol de la cultura, pero siendo muy consciente de la importancia de las raíces.

Al llegar a la casa familiar, en el pueblo, me monta en su coche y me lleva a la Finca Pelarán, que en su día fue un maravilloso enclave con sus patios, bodegas, almacenes, viviendas, caballerizas y corrales, pero hoy en un triste estado de ruina. Se ha venido vestido para la ocasión: unas esparteñas, unos pantalones como para ir a regar y una camiseta de Agrocuir, un festival gallego, de gran trascendencia cultural, que aúna la defensa de la naturaleza y las aldeas con la de los derechos LGTBI.

Juan Diego ha demostrado que se puede ser un especialista en la historia de la literatura española y compaginarlo con una defensa y creación trovera que nada tiene que ver con una visión retrógrada. Yo lo he visto, sobre el escenario, con la plaza llena a rebosar, responderle a Patricia La Trovera, en una controversia para la Universidad Popular, «tu novio yo te lo quito»,”, rompiendo muchos esquemas, desde luego.

En nuestra conversación, a la sombra de la hiedra de su patio y bajo una refrescante agua nebulizada, hablamos de su trayectoria, de sus clases, de su labor en la escuela taller del trovo de Galifa y Perín, de la próxima edición del Festival Internacional de Trovalia, en Cartagena, del patrimonio rural, de lingüística, de literatura, de música y de otras muchas cosas: toda una gozada de la que tomo algunas notas mientras me reafirmo en la consideración que le tengo a este muchacho de ser una joya de la actual generación a la que debemos animar y fortalecer para que la cultura popular se enriquezca, se modernice, avance y, a la vez, no pierda lo bueno que se nos ha legado.

Por si le faltaba poco, me cuenta: «Me he sumado como colaborador del Proyecto Mandarache de animación a la lectura. La lectura entretiene y enseña, pero también nos cambia y hace mejores, por eso es tan importante promoverla en los jóvenes con estos proyectos que se añaden a las clases. Leer no es una actividad solitaria e individualista. El que lee ya no está solo nunca y, además te hace encontrarte contigo mismo y con el lenguaje, que es el que te hace dar nombre a todas las cosas y conocer la realidad»… Y me habla de sus alumnos y de cómo se los gana cuando ellos le rapean en clase «para buscarme la boca» y él les contesta con un trovo: «Al final todo son versos improvisados, un juego literario y una manera de enseñar deleitando».

Es un enamorado de la cocina y terminamos hablando de gastronomía, de música, y me dice: «Lo más importante en nuestros días es tener claro lo que hay que conservar, lo que hay que cambiar y lo que hay que desterrar: lo rancio y el malvado capitalismo. La tradición, como todo lo que no cambia, se muere».

Y aquí no me cabe dar cuenta de cuando me dice que la zona rural es dura, que no todo es bucólico y que no hay una España vacía, sino vaciada, a la que se le han recortado servicios y cercenado recursos. Joven, pero muy preparado.

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