La iluminación y la música se apagaron anoche en los paseos de la bahía de Levante, pero por poco tiempo, puesto que en febrero será en el ‘sambódromo’ de la avenida Juan Carlos I y la calle Rey Carlos III, cuando vuelvan a encenderse los focos para que brillen la purpurina, la pedrería, las lentejuelas y que las plumas se deslicen suavemente en el aire al ritmo de la música y de las coreografías de las peñas del Carnaval de Águilas, que en este atípico carnaval en verano han demostrado que ni una pandemia puede con su ilusión e imaginación para sacar a la calle el que es «posiblemente uno de los mejores espectáculos de Carnaval del mundo», como comentaba la alcaldesa de Águilas Mari Carmen Moreno, haciendo una vez más buena la declaración de Interés Turístico Internacional.

Anoche las peñas federadas del Carnaval de Águilas pusieron el punto y final a los desfiles con una espectacular puesta en escena, sin las ataduras de los dos primeros desfiles, convirtiendo el último desfile en un espectáculo desenfadado, colorido, cercano y contagiando de esa alegría a las miles de personas que lo vieron en directo. Y es que era difícil de calcular, puesto que además de las cinco mil sillas habilitadas por la Federación de Peñas del Carnaval, no quedaban detrás de estas localidades huecos vacíos a lo largo del recorrido, los balcones de los edificios se convertían en palcos VIP, calles como la conocida ‘Cuesta del Chamorro’ se transformaban en una gran tribuna y los restaurantes y locales de ocio de los paseos se llenaron para presenciar el desfile desde un lugar privilegiado.