La Opinión de Murcia

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Música

Kenny Barron en el Festival Jazz San Javier 2022: tan natural como respirar

Arropado por el contrabajista Kiyoshi Kitagawa y el batería Willie Jones III, el pianista Kenny Barron despliega maestría en una velada repleta de ‘standars’ en la que fue premiado por el festival

El Kenny Barron Trio, el viernes en San Javier. Loyola Pérez de Villegas

En el jazz hay pianistas con acompañamiento de bajo y batería, y hay tríos de piano. La diferencia radica en la compenetración, que en este trío de Kenny Barron es máxima, y es un contento presenciarla.

Pese a que Vueling le había perdido las maletas, Kenny Barron, que lleva más de medio siglo en el jazz de altos vuelos, nos ofreció liricismo armónico y poderío rítmico con su toque liviano y relajado.

El programa fue una mezcla de standards y originales de Barron, con sutiles cambios estilísticos dentro de cada pieza, y el brillante trío demostró talento supremo, maestría técnica y fluidez creativa. Cada uno sentía y anticipaba lo que tramaban los otros. Era impresionante: el batería Willie Jones III recogía una idea y con ella tejía algo más intenso y complejo; el contrabajista Kiyoshi Kitagawa llevaba su toque al límite, extendía acordes, forzaba tonos, pero la velada orbitaba alrededor de Barron: sus improvisaciones fueron maravillosamente melódicas y lúcidas, los elegantes arabescos siempre retenían la integridad y la esencia de la pieza. No paraban de surgirle ideas, ya se tratara de un groove de bossa o una balada.

Declaración de apertura

Kenny Barron abrió con Teo, de su admirado Thelonius Monk, y quedó la sensación de alma en vilo esta declaración de apertura, embelesando cuando llegó el estribillo. El bajista y el batería tampoco iban a la zaga. Cuando Kitagawa, que lleva más de 20 años a su lado, y Willie Jones III se le unieron, aumentó la potencia rápidamente. Ambos sabían cuándo acompañar con ritmos ligeros y cuándo impulsar. El contrabajista proporciona un contrapunto básico a las cavilaciones de Barron, y casi al final intercambia frases con el batería que demuestran su compenetración. Insuflaban la chispa del jazz en vivo, sobre todo por lo sutil de sus dinámicas, y por el impacto dramático de las incursiones del batería en una rítmica contemporánea, diferente a la de Barron.

En solo un puñado de temas, extendidos de forma coherente y justificada, Barron y su trío recorrieron multitud de territorios sin abandonar un jazz ortodoxo que, con solistas de esta categoría, da mucho de sí, ya se trate de estándares, originales, o piezas de Thelonious Monk, en las que Barron se ha convertido en un experto. Lo hacen tan natural como respirar. El repertorio transcurrió entre el American songbook, la obra de Monk y originales, como Magic Dance, con una intro suave que desemboca en samba, el enorme swing de Cooks Bay (descripción sónica de un paraíso tropical con su ligera brisa oceánica, olas y arena blanca, inspirada en un viaje a Tahití por su aniversario de boda). Con el hard bop de Voyage, Barron demostró saber desenvolverse en una cultura rítmica diferente como si hubiera crecido en ella; de entre los temas propios también destacó Bud-Like, dedicada a Bud Powell, con veloces ráfagas de piano y arrebatos de salsa. 

Pero fue la interpretación de Skylark, de Hoagy Carmichael, lo que confirmó la maestría de Barron, dejando constancia de su sabiduría armónica (por momentos creía escuchar la voz de Judy Garland).

Con el viejo standard Softly as a morning Sunrise, de Sigmund Romberg y Oscar Hammerstein II (una opereta que Barron había grabado con Stan Getz), se pudo apreciar cómo el trío crea música pura, honesta, directa, vigorosa, llena de emoción y ternura. Aunque el material interpretado sean standards tocados miles de veces, cada pieza suena inmediata y original.

Se nota que Barron, a los 79 años, sigue trabajando constantemente su relación con el piano. Preciso y elegante, emana confidencia y cordialidad, y aunque desde hace tiempo tiene una marca propia y definida, siempre aparece su amor por Thelonious Monk, exhibiendo clase y entonación impecable sin que nunca suene como una copia, sino como una expresión de gratitud a su mayor icono.

Tras recibir el merecido premio del festival, bromeó: «¿No significa esto que soy viejo? Ahora tendré que volver a San Javier». Vuelva cuando quiera; se lo agradecemos, Mr Barron. Con el premio en sus manos anunció la siguiente pieza, que tocaría él solo: Memories of you” de Eubie Blake, con elegancia y estilo, sin filigranas innecesarias, nunca una nota más alta que otra, nunca una salida de tono, con equilibrio, gracia y aplomo. Contó que se la escuchó tocar al propio Blake, «un caballero que tenía 99 años y llegó a los 100», y que le confesó que si hubiera sabido que viviría tanto tiempo, se habría cuidado más.

El trío volvería a juntarse para despedirse con otro tema de Monk, Shuffle Boil, con ambas manos entrelazándose y separándose en dos ritmos simultáneos diferentes, Barron demostró su apabullante habilidad sin sonar presuntuoso. El público quedó cautivado con su elegante interpretación y hermosas melodías. Un concierto sin fisuras de un Kenny Barron respetado y admirado como uno de los grandes continuadores de la escuela de Hank Jones y Tommy Flanagan. Con él, en Jazz San Javier volvimos a creer en el jazz puro, genuino. Jazz con mayúsculas.

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