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Mis profesores favoritos

Antonio Serna, el científico curioso

Antonio Serna, el científico curioso

Antonio Serna Serna llegó a la Universidad de Murcia en 1942. Como alumno. Y tuvo los mejores profesores que podría haber deseado un aspirante a científico curioso como lo era él. Siempre hablaba con admiración de los Sierra, Iranzo, León, Sánchez, Soler... pero si hubo uno que lo marcó para siempre fue el exrector Loustau, «un ser excepcional, humano e inteligente como pocos». Tanto, que durante varios años se colaba en sus clases, a pesar de tener aprobada su asignatura. En 1952 comenzó a trabajar en la UMU como profesor de Química Física, aunque en su primer contrato figuró como profesor de latín vulgar, actividad que, obviamente, nunca desarrolló.

Su pasión por los alumnos se refleja en una anécdota que contó hace 35 años a este cronista: en un examen oral, uno de sus mejores alumnos se puso nervioso y no atinaba a desarrollar las cuestiones que le eran planteadas, así que decidió llevárselo a la cafetería Ipanema, cercana al campus universitario de La Merced, donde estuvieron charlando delante de un café. Poco a poco, como de matute, Serna introducía en la conversación temas del examen. Y comprobó que se lo sabía. Así que no lo dudó: le dio un notable. «Hay que ofrecer siempre oportunidades a los alumnos», comentaba.

En 1995 el instituto de Albatera, su localidad natal (un pueblo de excelentes químicos, como José Menchón) comenzaba a andar con su nombre: IES Antonio Serna Serna.

Tres años antes, en 1992, este antiguo alumno y admirador perpetuo de Loustau recibió el premio José Loustau al espíritu universitario y los valores humanos. Muchas décadas después, el viejo profesor le había ido a visitar.

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