La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Senza fine

Falsos culpables según Hitchcock

Falsos culpables según Hitchcock

El cine de Alfred Hitchcock es siempre oscuro. Sus historias están repletas de persecuciones, espionajes, asesinatos y demás expresiones del terror. De todas sus constantes vitales yo siento especial fascinación por el falso culpable. Desde que vi a Cary Grant empuñando un cuchillo y corriendo por Naciones Unidas en Con la muerte en los talones me inquieta la idea de que un tipo inocente, tan corriente como lo podemos ser usted y yo, sea acusado de un crimen que no ha cometido.

Pero Falso culpable, la película de 1956, obliga a contemplar el mito con otros ojos, seguramente porque Hitchcock deja por un momento sus ficciones habituales y se enfrenta a un caso verídico. La trama la conocemos de memoria. Manny Balestrero es un padre de familia con grandes apuros económicos que acude a una aseguradora a pedir un préstamo. Una de las empleadas lo confunde con el atracador que unos días antes les había robado y nuestro hombre cae en una espiral de acusaciones. El planteamiento encaja a la perfección con el universo del director inglés, pero pronto nos daremos cuenta de que se trata de una obra insólita, sin el suspense ni el humor tan inherentes en su cine.

Aquí lo sorprendente es la manera en la que Hitchcock se instala en la cotidianidad de sus personajes, esa sensación constante de haber atravesando las paredes de un hogar y de estar ante un hombre y una mujer de carne y hueso en el sentido roselliniano de Te querré siempre, un milagro que tan solo ciertas cámaras han sido capaces de capturar. La actuación de Jane Fonda se convierte en un elemento fundamental en este aspecto. Su mirada y sus silencios están llenos de humanidad y cuando guarda su contrabajo, consulta las carreras en los periódicos, friega los platos o camina por la prisión es imposible no ver en él a un ser querido y saber de su inocencia.

En su segunda mitad, Falso culpable se convierte en una película sobre la locura. Es el gran momento de Vera Miles. Hasta entonces se ha mostrado como una mujer de hierro ante las grandes puñaladas que le ha ido asestando la vida. Lleva varios días, una eternidad, rastreando Manhattan de punta a punta en busca de cualquier evidencia que pueda liberar a su marido cuando se derrumba y queda sumida en un profundo trastorno psicológico. A partir de ese instante se creerá responsable de la pesadilla que asola a su familia hasta el punto de ingresar en un centro psiquiátrico. Otra versión del falso culpable, esta vez en el territorio de la mente.

Leyendo el libro El cine según Hitchcock se intuye que sir Alfred no quedó del todo convencido con este proyecto. Cuesta trabajo entender su desencanto. Sus mejores momentos cinematográficos son, precisamente, los que tienen que ver con la realidad del ser humano. Me refiero a la angustia, la soledad, las escenas de amor (con o sin beso), todo ese mundo tan bien representado en Falso culpable.

Compartir el artículo

stats