'Volver a dónde', los años de la infancia
Una escritura armónica, fluida y poética, casi juanramoniana en algunas de las descripciones de este libro tejido por emociones
Antonio Muñoz Molina en este libro, cuando rememora los días de su infancia, alcanza el tono intimista, emocionado, que tanto brilló en dos novelas suyas anteriores: ‘El viento de la luna’ (2006) y ‘El jinete polaco’ (1991), donde recrea el ambiente rural de Mágina, su Úbeda natal, que él inmortaliza dibujando la vida de una generación de hombres, de niños y jóvenes, de ancianos y mujeres que vivieron en un mundo humilde y campesino bajo el umbrío fulgor de la postguerra. Y el lector agradece al autor, además de esto, el regalo magnífico de su armónica escritura, fluida y poética, casi juanramoniana en algunas de las descripciones de este libro tejido por emociones, reflexiones, y palabras balsámicas, teñidas de piedad, que nos muestran las luces y las sombras, las ausencias, tejiendo un mosaico limpio, intemporal, un mapa sonámbulo de nuestro existir.
Agricultor de balcón. Hace cinco años, Muñoz Molina y su mujer, la también escritora Elvira Lindo, se mudaron de su casa con jardín y piscina en el barrio de Prosperidad de Madrid a un piso con vistas a la calle O’Donnell. Ganaron cercanía al centro, pero el escritor perdió espacio para su vocación agrícola y ahora sus plantas han de crecer en los maceteros de su balcón. No se lo perdona la tomatera que cultivó durante el confinamiento, que se resistió a echar flor.
Rutina deportiva. Se le puede ver cada mañana corriendo por el Retiro, que está a cuatro manzanas de su casa, o paseando en bici por Madrid, a pesar del maltrato que esta ciudad brinda a las dos ruedas, y que el novelista no disimula.
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