Nada es previsible en el universo Parade. Antonio Galvañ, alquimista tecno-pop de Yecla, tiene muy clara su última apuesta. Si La deriva sentimental era un disco de conexiones, con los cantantes invitados a su particular fiesta, ¿Chispa o calambre? (2021) es un álbum de... «¡chispazos y calambrazos!, una revitalizante batería de canciones en formato mini LP»; siete nuevos temas que además de mostrarnos al artista en su estado más imaginativo y arrebatador, nos enchufa sin contemplaciones a una realidad que hay que cambiar con la actitud adecuada. Abducido por el espíritu de Sigue Sigue Sputnik, Meteoro y Aviadro Dro, Parade mezcla electrónica, humor y pop en canciones con unas letras que pueden hablar kaijus como Godzilla, de nanobots y conspiraciones mundiales, pero que en el fondo nunca dejan de hablar de ti y de lo que te rodea.

¿Cuál fue el propósito inicial de ¿Chispa o calambre? , tu nuevo disco?

Estaba pensando en hacer una cosa muy trepidante, inspirada en gente como Meteoro, Intronautas…, incluso Sigue Sigue Sputnik. Pero, sobre todo, era la manera de sacarme de esos meses de confinamiento estricto que fue un poco plomizo para todo el mundo; una forma de evadirme. Así que, si uno presta atención, puede encontrar referencias a ese momento.

Ciertamente. Por ejemplo en Cuando luchan los Kaijus.

Sí. Esa habla de personas que están encerradas porque un mal exterior intenta dominarlos. ¿Cómo afrontar ese mal exterior grandísimo, amenazador, casi insalvable? ¿Cómo juntar el valor para hacer frente a eso? Es todo muy metafórico. Pero en realidad está inspirado en las películas de Godzilla.

Dices en tu hoja promocional que este disco es «una descarga continua que te levanta del suelo y no te va a dejar soltar la mano del enchufe hasta que no termine la última canción».

Pues sí. Al ser un mini de siete cortes quería mantener la coherencia entre ellos, ese espíritu de canciones rápidas y muy eléctricas; canciones que te animaran.

Tras La deriva sentimental, un disco sin tu voz, ¿es este álbum un punto de inflexión en tu carrera?

Es una especie de desahogo y de descarga que yo me he permitido. La deriva sentimental era un disco muy chulo porque conté con muchísima gente que me cantó las canciones, pero esta vez, dadas las características del momento, me centré mucho en algo que yo pudiera hacer prácticamente yo solo. Las colaboraciones que hay son de Eduardo Piqueras a la guitarra, que también es compañero en el grupo, y la persona que tenía a mano, que era mi hija, haciendo los coros en un par de canciones. 

No sé si eso también ha influido en la duración (solo siete canciones) de este mini LP, donde te muestras en tu estado quizás más genuino. Dice también la hoja promo: «Nos enchufa sin contemplaciones a una realidad que hemos de cambiar con la actitud adecuada». ¿Cuál es la actitud que hay que adoptar? ¿Es algo parecido a aquello de buscar la belleza, «lo único que merece la pena en este asqueroso mundo»?

Sí, estoy muy de acuerdo con esa famosa frase de Ramón Trecet. Pero también pienso que hay que afrontar la realidad con un poco de resistencia, resiliencia (una palabra que se ha usado mucho últimamente) e incluso rebeldía. ¡Que esto no nos haga caer en el desánimo y la depresión! Esa es la actitud y la intención. 

Y sí, claro, las circunstancias han podido influir en la duración, pero la idea era hacer un par de mini LP’s y no sacarlos muy separados; además, durante 2020 hice canciones muy diferentes, y aunque mis discos suelen ser bastante eclécticos no me apetecía mezclar estados de ánimo. Así que lo próximo que saque -quizá en menos de un año- será como la cruz de ¿Chispa o calambre?

En tus letras sueles mezclar arte, música, libros, cine, cómics... ¿Es lo que da sentido a la vida?

Yo creo que sí: la subcultura da sentido a la vida, pero hay muchas cosas más. Cuando uno es muy jovencito, a lo mejor es lo único que le importa: qué película está viendo, qué canción está escuchando, quién escucha esa misma canción, con quién me voy a relacionar que tenga el mismo interés que yo… Y está bien, ¿eh? Siempre me ha valido esa máxima. Pero también es cierto que, cuando te haces un poquito más mayor, vas dando el debido valor a las cosas, y hay personas que son buenísima gente y que no tienen los mismos intereses que tú, y no hay ningún problema en entablar amistad y conversación.

Entiendo perfectamente lo que dices, y lo comparto. Efectivamente, hay puentes de entendimiento. Tú lo logras con letras que pueden hablar tanto de Godzilla o de kaijus como de nanobots o de conspiraciones mundiales. Citas incluso a los prioratos de Sión. No sé si eres incluso fan de Cuarto Milenio, por cierto.

Mira, yo siempre he escrito sobre ciencia ficción y siempre me ha gustado. Sin embargo, todo lo que es ufología, platillos volantes, illuminati… Todo eso me lo creo muy poco; soy bastante escéptico en ese aspecto. Para lo que sí me sirve es para hacer historias; para eso está muy bien. Para eso me sirven los illuminati, los prioratos de Sion y toda la recua de conspiranoicos que aparecen en Mi jefe es el mal, por ejemplo.

En el fondo nunca dejas de hablar de ti y de todo lo que te rodea.

Sí, es lo que te estaba comentando, porque al final, por mucho que hablemos de Godzilla, de monstruos o de nanobots, de lo que realmente hablamos es de nosotros mismos. Esa es la última verdad, esa que hace que al final puedas conectar con una canción.

No obstante, hay una canción con la que te adelantaste a las teorías conspiranoicas de Miguel Bosé: Nanorrobot.

Sí, me hizo mucha gracia cuando vi a Miguel Bosé hablando durante la pandemia de los nanorrobots... Bueno, y no solo Miguel Bosé, sino también algún representante de alguna universidad privada murciana que decía que nos iban a inocular con las vacunas un chip para controlarnos. Pero esta canción ya la tenía pensada antes de aquello como una especie de parodia de esa persona que está deseando que los nanorrobots tomen el control para no tener que seguir pensando, porque pensar cansa mucho.

A esa le has puesto un sonido muy de nueva ola americana, muy Devo o B-52.

Sí, intenta emular ese desenfado, una ligereza un poco agresiva que tenían también esos B-52 o incluso Alaska y Los Pegamoides en su primer disco. Es un poco recrear ese ambiente, pero, por supuesto, llevándolo a mi terreno.

Recuerdo lo que alguna vez has dicho de que tú en realidad te dedicas a intentar copiar, pero que finalmente todo falla y sale otra cosa distinta que sí que es tuya.

Sí, es lo que pasa muchas veces: Que tú intentas recrear (o ‘copiar’, directamente) alguna cosa, pero como no eres tan bueno, lo que haces es fallar, pero es justo ese fallo lo que le da a la canción un sello que es original y propio.

Ha ocurrido con muchísima gente a la que hemos entrevistado estos últimos meses que de repente sacan una canción que resulta casi profética y que nos comentaban cosas como: «No, no, si mi disco estaba grabado antes de la pandemia».

En realidad todas las canciones que hablen un poco de la alineación, de que estamos a merced de fuerzas más poderosas que no podemos gobernar o son muy difíciles de controlar, todas se ajustan perfectamente a ese periodo, pero muchas veces, los que hacemos canciones o los que escriben libros o lo que sea, escribimos sobre eso, porque también es una constante que podamos tener en nuestra vida, aunque sea a un nivel un tanto más metafórico que lo que ocurrió en realidad.

También hay una canción supuestamente autobiográfica en el disco: No quiero estudiar.

Sí. La verdad es que esa canción podría ser un retrato de mí mismo a los 17 años. Una persona que, desde la ingenuidad, tenía todo su ímpetu y su impulso en sacar adelante el grupo que tenía con sus amigos y convertirse en una estrella del rock, no en estudiar (que era lo que le pedían desde casa). Es esa visión adolescente de: «Lo que a mí me importa es justo lo más importante del mundo», y el futuro, o el día después, no existe.

Y ahora eres maestro.

Sí, no quería estudiar, y al final me he terminado haciendo de maestro. Nos lleva la vida por caminos inesperados.

A propósito, Joe Meck pasaba horas inventando sonidos e imaginando instrumentos imposibles, en parte, por pura evasión, y en tus canciones detecto detalles que me recuerdan también a sus grabaciones. Sé que compartimos esa pasión por Joe Meck. ¿Es Parade la maniobra de escapismo perfecta para Antonio Galvañ?

Pienso que sí. La verdad es que es una buena definición, porque puede ser una maniobra de escapismo. Todo el mundo tiene que tener una manera de liberar sus impulsos, y la mía es hacer canciones o utilizar la música. En la misma canción de la que estamos hablando hay una frase que dice: «Hacer esa canción que demuestra que yo valgo». Eso es lo que yo pensaba en aquel momento, y un poco de esa honda aún me sigue llegando. Hacer canciones es una forma de reafirmarme, porque yo sé que puedo hacer canciones que, para empezar, me toquen y me emocionen (a mí), y ojalá a mucha más gente.

Por cierto, ¿chispa o calambre?

La verdad es que la elección es muy complicada. La realidad fue que el nombre del disco vino de una pregunta que me hizo una alumna mía hace un par de años cuando estaban examinándose de algún tema que versaba sobre la electricidad y sus efectos, y la chica me preguntó: «Antonio, ¿qué pongo? ¿Chispa o calambre?», y yo me lo apunté enseguida porque me hizo muchísima gracia. ¡Pero no me hagas elegir! La chispa y el calambre.