La revista cultural Serra d’Or hizo público ayer el listado de ganadores de sus premios anuales, unos de los más prestigiosos entre la sociedad catalana. Y es que, pese a no tener dotación económica, se trata de unos reconocimientos que no aceptan candidaturas, sino que es un jurado de críticos el que distingue a las obras que consideran merecedores dentro del ámbito de la literatura, el ensayo y las artes escénicas. Pues bien, un murciano –yeclano, para más señas– ha triunfado con su último montaje teatral: Poder i santedat, de Manuel Molins.

Se trata, por supuesto, de Paco Azorín, responsable de la dirección escénica, escenografía, iluminación y hasta de la versión del texto que durante dos meses se estuvo representando desde octubre del pasado año sobre las tablas del Teatro Principal de Valencia. Y con gran éxito. Aunque también con cierta polémica... «Cuando me llega una propuesta de ópera o zarzuela la valoro, pero cuando es algo de teatro... Fíjate, te diría que no me considero un director de teatro», señalaba ayer el yeclano para LA OPINIÓN. «Pero cuando vi el texto y de lo que hablaba –de la corrupción en el Vaticano (a todos los niveles: económica, ética, moral) y de los miles de casos de pederastia que esconde debajo de la alfombra (el libreto está basado en testimonios reales)– sentí que era mi deber montar esta historia. Y es un tema suculento, sí, pero para todos: para mí y para ‘la otra parte’», apuntaba Azorín, que tuvo que lidiar con una demanda por lo penal de Abogados Cristianos a raíz del cartel de la pieza, que mostraba al papa besando a un niño. «Los temas religiosos son siempre muy sensibles... Pero creo que es un tema sobre el que estamos obligados como sociedad a debatir, y hacerlo además en los lugares de debate: en el parlamento y en el teatro», apunta el director de Poder i santedat. La causa, por cierto, fue archivada, «así que este galardón se lo dedico a ellos», apuntaba con sorna desde el otro lado del teléfono.

Imagen del estreno de 'Poder i santedat' en el Teatro Principal de Valencia. Germán Caballero

Azorín, que considera que los premios –más allá de la carga emocional– «no sirven prácticamente para nada;si acaso, para coger polvo», se mostraba no obstante feliz por las circunstancias en las que llega. Por un lado, porque, de alguna manera, esta distinción cerraba un círculo: «Cosas de la vida, el primer premio que recibí –en 2003 o 2004, no recuerdo– fue también de la revista Serra d’Or, en aquella ocasión como artista revelación. De aquello hace casi veinte años, y el hecho de volver a aparecer entre los galardonados, esta vez con un montaje que considero ‘de madurez’, es realmente especial», aseguraba. También por recibirlo como director teatral, una faceta que ha explorado menos durante su ya larga trayectoria: «Aunque mi vocación desde que empecé en el teatro amateur en Yecla era ser director, es verdad que hasta 15 años después de iniciar mi carrera no di mis primeros pasos en la dirección. Tengo diez, quince o veinte premios como escenógrafo, pero este es el primero como director y me hace mucha ilusión».

"Hay tantos temas que denunciar, tanta injusticia que poner de manifiesto, que a veces me cuesta volver a un montaje de hace un año"

Pero si por algo esta distinción es particularmente emotiva para él es porque Poder i santedat fue el primer espectáculo que montó tras desatarse la pandemia. «Empezamos a ensayar a finales de agosto de 2020 con unas condiciones muy buenas y el apoyo del Instituto Valenciano de Cultura, pero todos con el miedo en el cuerpo al virus: a contagiarnos, al contacto con el otro, al contacto con el público... Pero creo que, al final, este montaje ha sido un ejemplo de que la cultura es segura, porque pudimos hacer todos los ensayos y las funcionen sin sustos de ningún tipo. Eso nos ha hecho darnos cuenta de que vamos a tener que convivir unos cuantos meses más con la covid, pero también de que si somos responsables y tomamos las medidas oportunas no tiene por qué pasar nada. Eso sí, llevar a cabo un proyecto como este en plena crisis sanitaria implica asumir determinados sacrificios. Nosotros, por ejemplo, hicimos un ‘grupo burbuja’ (los catorce actores y el cuerpo técnico) reduciendo al mínimo nuestros contactos para no poner en peligro la producción. Por eso, casi más que por mí, este premio me pone contento por mi equipo», asegura Azorín, consciente de lo dura que es esta profesión: «Yo soy un afortunado: llevo 25 años de carrera y tengo proyectos en cartera para las próximas temporadas. Pero veo lo difícil que es mantenerse para los intérpretes... Es una lucha constante, diaria, y ojalá este reconocimiento sirva de espaldarazo».

Por su parte, acepta este premio como una «guía», como una señal que le indica que marcha por el buen camino. «Una persona debe tener claro lo que quiere decir y cómo quiere decirlo, y no dejarse influir por lo que otros quieren ver. Eso es lo más difícil de esta profesión, decir: ‘Esta va a ser mi línea y de ahí no me pienso mover ni un centímetro, caiga quien caiga’. Con determinación. Con los años me he dado cuenta de que ese es el verdadero reto y lo realmente apasionante de lo que hacemos. Por eso me gusta cuando me dicen que mi trabajo es reconocible, que tiene un sello personal», explica el yeclano, que reconoce que se encuentra en conversaciones para una posible reposición «en 2022 o 2023» de Poder i santedat. «Creo que este premio ayudará para que sea posible. Aunque, también te digo –añade–: hay tantos temas que denunciar, tanta injusticia que poner de manifiesto, que a veces cuando miro un montaje de hace un año siento eso de que para atrás solo hay que andar para tomar impulso».